-------------------------------------------
En un distante pasado, cuando una de las más grandes civilizaciones de la historia aún tenía dominio sobre gran parte del sur del continente, en una de las esquinas de este gran imperio, muchos hilos del destino se estaban tejiendo, alterando el orden natural de las cosas.
Ninan Cuyuchi arrojó la manta que lo cubría, incorporándose con pesadez; sus grandes ojeras eran testimonio del escaso descanso que había conseguido. Pero para su pesar, no tenía tiempo para perderse en sus lamentaciones. Obligándose a enterrar, al menos por el momento, las profundas tribulaciones que azotaban su ser, ya había logrado recuperar la lucidez suficiente para ponerse en movimiento.
Pese a los pronósticos, no hubo más derramamiento de sangre ese día; YanaPuma y lo que le quedaba de su ejército se retiraron, según sus espías, en dirección a Kuelap. Respiró aliviado; esto le daría espacio para que puedan tomar un respiro. Recibiendo los informes de Ayar Cuchi, confirmó que sus sospechas estaban en lo cierto; pese a la victoria, sus pérdidas también habían sido muy grandes. Más de un tercio del ejército que lo acompañó desde Kashamarca estaba incapacitado, muerto, o demasiado herido para proseguir; los que aún estaban en condiciones de continuar, no sabía si bastarian, si serían suficientes para culminar a lo que habían venido.
Pero YanaPuma debería estar en la misma situación; en Bagua había lanzado lo mejor que tenía para aplastarlo de un solo golpe, pero falló estrepitosamente. Por muy valientes que fueran los chachapoyas, seguían siendo seres humanos, y muy seguro que su moral estaba en su punto más bajo. Una victoria tiene muchos beneficios, entre ellos lograr la cohesión; si YanaPuma habría vencido, tendría el apoyo total de viejos y jóvenes, mujeres y niños deseosos de unirse a su cruzada, pero ahora, muy seguro habrán de surgir voces disidentes cuestionando y juzgando si realmente es apto para ser el líder supremo; el fracaso nunca es perdonado en ninguna época, ni en esta ni en ninguna otra.
Los chachapoyas, aunque en el pasado fueron considerados un reino, nunca tuvieron rey o una figura a la que tenían que obedecer obligatoriamente, sino que lo conformaban muchos centros de poder dirigidos por curacas, que sin embargo en tiempos de guerra elegían al mejor para guiarlos, con algo parecido a una democracia. YanaPuma ostentaba ese cargo, pero ahora muy seguro aparecería uno o dos dispuestos a querer arrebatárselo, a la luz de sus derrotas.
Si marchase ahora mismo hacia Kuelap, las posibilidades de triunfo eran 50 y 50; lo aconsejable sería solicitar nuevas tropas a Cusco, pero hacerlo sería como admitir que él también había fracasado; su padre acudiría con su propio ejército y cualquier mérito le sería arrebatado, exiliado a cuidar llamas. Quizás esto no sea tan malo después de todo...
Analizando sus recursos y los del enemigo, ¿debería apostarlo todo y atacar hasta destruir o ser destruido? No, nunca fue bueno con las apuestas; la vez que se descargó un aplicativo para ello, perdió casi todo su dinero. Tenía que ir a lo seguro, pero ¿qué podía hacer?
Reflexionando qué habrían hecho los señores de la guerra que dormían en sus recuerdos, llegó a la conclusión de que la mejor cosa que podría hacer en ese momento era no hacer nada y con esto dejar libre al caos en los mandos chachapoyas. Si siguiera atacando de inmediato, se mostraría como un gran peligro, una amenaza inminente; YanaPuma lo aprovecharía para volver a acaparar el poder y unirlos en una causa común en su contra.
Si hoy mismo prosiguiera su marcha, no le daría tiempo a los posibles rivales de YanaPuma para oponersele; sería la excusa perfecta para no perder el tiempo en tonterías políticas. Pero, por el contrario, si no parecía tan amenazador, si detuviera su avance, entonces daría margen para que germinen las semillas del conflicto dentro de los chachapoyas.
Divide y vencerás; juntos los chachapoyas eran una seria amenaza, incluso no se descarta la posibilidad de que puedan formar un nuevo ejército de las mismas proporciones que el anterior. Pero cada curaca por su cuenta podrían caer de manera muy sencilla. Con suficiente miel, puede que incluso pueda atraer a su bando a algunos de ellos, ya sea por ambiciones personales o para proteger a los suyos.
Habiendo tomado su decisión, compartió sus reflexiones con Ayar Cuchi, indicando la dirección que tomarían sus próximas acciones. El viejo general no lo cuestionó; confiaba en él, ya habiéndolo aceptado completamente como su señor. El consejo de guerra se sentía vacío sin la ruidosa participación de alguien ausente que ya no volvería.
Habiendo decidido el curso de acción, era el momento de honrar a los difuntos y prepararlos para su travesía. QoriKilla, valiente y ufano, cayó heroicamente; a él y a todos los que perecieron en la terrible batalla de Bagua había que despedirlos con todo el honor que se merecían en su gran viaje. Las ricas ofrendas fueron colocadas, y el fiambre para que puedan comer en la travesía hacia el más allá se preparó con gran celo.
—Mi buen amigo, tomaré prestado esto —dijo Ninan Cuyuchi mientras tomaba el arma de QoriKilla— pero no te preocupes; no estás desprotegido en tu camino; muchas otras armas he colocado para servirte.
Ninan Cuyuchi quería conservar esa arma como un recordatorio del precio de las decisiones; planeaba que el arma reposase en un gran Mausoleo que mandaría construir; allí descansarían los recuerdos de QoriKilla y de todos los demás que seguramente seguirán muriendo por su causa.
Tanto chachapoyas como Incas recibieron el mismo trato en la solemne ceremonia, pues la muerte no hace distinción; los instrumentos musicales robaron bellas y tristes notas. Ninan Cuyuchi entonó entonces, en compañía de las quenas, un Yaraví, un lamento que surgió de lo profundo de su corazón.
En la verde pampa, el viento canta su lamento,
unense las almas en abrazo eterno, ya no hay dolor
de lejos y de cerca, hermanos de tierras y cielos,
duermen plácidamente, aún se escuchan sus anhelos
las quenas lloran, el tiempo se detiene
los pajaritos cantan un triste lamento.
Bajo la lluvia, se entrelazaron sus manos,
honren su valentía, su sangre bravía
Bajo dia inclemente, y noche serena
descansan los héroes, en paz ya sin pena
sus espíritus libres están, ya no hay ataduras
parten en viaje eterno, sin odio ni condenas.
Que sus nombres resuenen en la eternidad,
los hijos del sol y los hijos de la niebla
su sacrificio no es vano, vayan en paz
duerman hermanos, duerman hermanos...
ESTÁS LEYENDO
Imperio Inca un nuevo amanecer
Ficción históricaUn joven amante de la historia, tras un trágico accidente, despierta en el antiguo Tawantinsuyo como un alto miembro de la nobleza incaica, pocos años antes de la caída del imperio. Mientras se adapta a su nueva vida, se enfrenta a la posibilidad de...