Bakugou detestaba el consultorio de su terapeuta. Cada vez que ponía un pie en maldito ese lugar, sentía como la ansiedad subía por su estómago, y le apretaba la garganta. El aroma penetrante a lejía y madera se le metía por la nariz, y lo hacía sentir jodidamente incómodo, como si estuviera a punto de ser internado en un puto psiquiátrico. Tampoco ayudaban las paredes en esos desesperantes tonos neutros. Todo en ese consultorio se sentía artificial, tanto que era imposible que no se le pusieran los pelos de punta. Aun así, intentó relajarse. Se suponía que estaba allí por una buena razón.
—Muy bien, Bakugou, en esta sesión me gustaría retomar el tema de tus pesadillas.
Bakugou frunció el ceño. ¿Qué podía decirle a esa mujer que ya no supiera? Su terapeuta, una mujer alrededor de los cuarenta años, lo observaba a través de unas gruesas gafas rojas. Tenía las piernas cruzadas y su rostro mostraba una expresión serena y profesional.
Bakugou no se engañaba. La mujer podía parecer suave en apariencia, pero en realidad era una arpía despiadada, una que estaba dispuesta a encontrar hasta el más mínimo pedazo de mierda en su cabeza.
—Hemos hablado de esto mil veces —respondió hosco.
—Y aun así, no parecen detenerse. ¿Estoy en lo correcto?
Bakugou gruñó un sí y se cruzó de brazos.
Ella le dio una mirada evaluativa y apretó un par de veces el bolígrafo en sus manos. El sonido del clic fue lo único que se escuchó en la habitación por unos segundos
—De acuerdo, entonces empecemos de nuevo. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una pesadilla?
—Fue hace dos noches.
La mujer lo anotó en su libreta. Bakugou detestaba el sonido del bolígrafo sobre el papel. Se sentía como en un maldito juzgado.
—¿Podrías describírmela?
La mandíbula de Bakugou se tensó.
—Es la misma maldita pesadilla de siempre. Tú ya lo sabes.
La mujer no parecía demasiado impresionada por su actitud. Solo se ajustó los lentes y anotó algo más. La vena del cuello de Bakugou saltó.
—¿Podrías hablarme de ese sueño una vez más?
—¿Para qué? Eso no va a cambiar una mierda.
Ella se acomodó en su silla y dejó la libreta a un lado.
—Bakugou, los sueños son manifestaciones de nuestro inconsciente, son la forma en que nuestra mente nos ayuda a enfrentar nuestros mayores miedos. Sé que puede ser difícil hablar de esto, pero estás en un ambiente seguro, nadie te juzgará aquí.
Bakugou resopló. No se sentía para nada “en un ambiente seguro”, pero se suponía que estaba haciendo esta mierda por Deku. No podía arruinarlo.
—Bien, como sea.
—Te escucho —dijo ella, como una invitación para continuar.
—Siempre comienza con lo mismo: la maldita guerra. Todo a mi alrededor es un puto caos, la mayoría de mis huesos están rotos, y apenas puedo respirar. Sé que perdí el conocimiento, pero siento una sensación eléctrica que recorre mi piel, igual que un maldito rayo. —Las manos de Bakugou comenzaron a hormiguear. Trató de moverlas e ignorar la sensación, pero era difícil—. Algo en el fondo de mi mente me dice que estaba con Deku —siguió—, solo que no entiendo de qué forma. Es como si mi conciencia regresara a mi cuerpo y estoy demasiado confundido cuando despierto… —Bakugou se detuvo. Las náuseas empezaban a ser un problema. Estaba sudando, y la habitación empezaba a sentirse jodidamente pequeña.
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¡Kacchan! [KatsuDeku]
FanfictionUn par de enormes y verdes ojos, unos cachetes gorditos y ridículamente pecosos, un Deku que jamás pensó volver a ver y ahora estaba allí llamándole como solo él podía: ¡Kacchan! Historia de mi autoría [No se permiten copias ni adaptaciones] Portada...