Capítulo I

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Entre este mundo tan basto, donde existen millones de personas y donde solo es cuestión de segundos para poder observar a alguien, ¿qué tan alta era la probabilidad de encontrarte?
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Infinito.
Si, el concepto de "infinito" era lo que mejor podía definir a Gojo Satoru.

Perteneciendo a una de las familias más poderosas e influyentes de todo Japón lo tenía todo. Poseía estatus, riqueza, propiedades, juventud y una belleza incomparable.
Satoru era un joven albino, sus cabellos eran tan blancos como la nieve y tan suaves como el algodón; su cuerpo estaba perfectamente proporcionado entre estatura y peso, tenia hombros anchos y cintura estrecha, con un abdomen marcado; pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos, un hermoso par de ojos azules como el cielo pero llenos de frialdad y desprecio para la mayoria de las personas.

Su vida era perfecta, jamás sufriría de ninguna carencia material y conseguiría todo lo qué quisiera, menos su tan anhelada libertad.

Los viejos mandos de su familia lo tenían completamente controlado, vigilaban cada uno de sus movimientos y se inmiscuían en su vida con las excusa de tomar las mejores decisiones para el "futuro sucesor de la familia Gojo".

Todo estaba bajo el mando de aquellos viejos, desde su universidad, la carrera que estudiaba, donde vivía, con quienes salía e incluso algunas de sus amistades.

Odiaba a esos vejestorios, odiaba no poder tomar decisiones, odiaba su vida y también se odiaba él.

Actualmente Satoru se encontraba cursando su tercer año de universidad, detestaba estudiar administración de empresas pero tenia que hacerlo para heredar la empresa familiar.
Él único consuelo qué tenía es que su mejor amigo Geti Suguru estudiaba lo mismo que él y al menos así no se dormía en todas las clases.

–Estoy harto de estos malditos maestros, cada día dejan más trabajos por hacer, ¿acaso creen que no tenemos vida social?- Se quejaba sin importarle él volumen de su voz.

–Te quejas como si realmente hicieras todos los trabajos.- Geto estaba acostumbrado a escuchar las quejas de su amigo y honestamente ya no les tomaba gran importancia.

–¿Para que hacerlas? Es más sencillo solo aprobar los exámenes y ya, no soy un ¡diota como para reprobar.

–A veces me pregunto de donde sacas toda esa molesta confianza.

–Eso es porque soy Satoru Gojo y todo lo hago bien, soy basicamente perfecto.-Le respondió mostrando su típica sonrisa de orgullo.

–Tienes una personalidad de m¡erda, por eso solo Shoko y yo te toleramos.- Eran grandes amigos desde años atrás, pero en ocasiones Satoru era insoportable.

–Tsk, cállate.- Comenzó a bromear con Geto mientras se daban leves empujones.

Ambos estaban tan concentrados en su "pelea" qué no prestahan real atención a su alrededor y a todas las miradas qué recibían de varias chicas que los observaban sonrojadas.

Ambos jóvenes eran competitivos en sus pequeños juegos de peleas y no terminaban de jugar hasta que alguno se rindiera, Satoru decidió ya ponerle fin a su "lucha" e iba a empujar más fuerte a Suguru, pero el pelinegro se dio cuenta de sus sucias intenciones y lo evitó. Al no tener algo que lo detuviera terminó perdiendo el equilibrio.

–¡Cuidado! ¡Quítate de ahí!- Gritó Geto a un chico que estaba parado justo en ese lugar.

Lamentablemente el evento sucedió muy rápido y el chico no pudo reaccionar, al final Gojo terminó chocando con él en un aparatoso accidente.

Y ahí podías ver una graciosa escena del increíble y popular Gojo Satoru, el joven se encontraba tirado en el piso, con sus libros regados alrededor y una vistosa mancha de café helado recién derramado sobre su blanca camisa.

–¡Mierda! ¡Lo que me faltaba!- Estaba molesto, su día acababa de empezar y ya había arruinado su ropa.

–JAJAJAJAJAJA, eso te pasa por ¡mbecil.-Suguru no pudo contener su risa, su amigo que siempre era "perfecto" ahora era un desastre.

–Todo pasó porque este idiota no se quitó a tiempo.- Finalmente prestó atención a la persona con la que había chocado.– ¿Por qué no te quitaste? ¡Debías de reaccionar rápido!, ¡Mira! ¡Por tu culpa mi camisa terminó así!

El chico seguía en el piso, al parecer se encontraba buscando algo en el suelo e ignoraba completamente todos los gritos de Satoru.

–¿Acaso me estás ignorando? ¿No me estás escuchando?- Siempre era el centro de atención, ver que alguien no escuchaba lo que decía le molestaba demasiado. Se agachó y jaló del cuello de la camisa al pobre chico para que finalmente lo mirara.–¿NO ESCUCHASTE LO QUE TE ESTOY PREGUNTANDO?

–Basta Satoru, déjalo, fue nuestra culpa por estar con nuestros juegos.-Suguru trataba de tranquilizar a su amigo, sabía que a veces tenía una personalidad explosiva.

–¡Esta camisa es muy cara!¿Cómo piensas pagarla?-El albino ignoraba todo, se sentía furioso por haberse avergonzado delante de tanta gente y necesitaba a alguien con quien desquitarse.

–Satoru, ya sueltalo.-Suguru iba a acercarse cuando escuchó qué piso algo que hizo *crack* y bajó su mirada para observar qué había sido, finalmente comprendió qué pasaba.

-¡DIME ALGO!-El chico jamás le había respondido nada, se encontraba temblando levemente y mantenía sus ojos cerrados fuertemente.- ¡¿ME ESTÁS ESCUCHANDO?!

–¡SUELTALO!-Gritaron dos personas, un chico de cabello negro y una chica castaña. Ambos se acercaron corriendo y protegieron a su amigo.

–¡¿QUE CARAJOS CREES QUE HACES?!-La chica fue la primera en cuestionar al albino.

–¡TU ESTUPIDO AMIGO QUE NO ES CAPAZ NI DE RESPONDER UNA PREGUNTA!- Le grito furioso.

–¡IDIOTA, YUUJI ES SORDO!-Le respondió el chico pelinegro.

Cuando escuchó esa frase se quedó en shock. La había cagado, la había cagado y en grande.

𝓒𝓸𝓷𝓽𝓲𝓷𝓾𝓪𝓻𝓪...

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