Capítulo 8: Todo cambia

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Advertencia ⚠️: referencia a canibalismo y abuso infantil. Favor de leer bajo su propio criterio.















“La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”.

--- H. P. Lovecraft ---













LA TERNURA DE LA CARNE.

LA DUREZA DEL HUESO.

El calor que sube desde la punta de sus dedos, hasta cada centímetro de su cuerpo.

La vida… De pronto hizo calor, encontró significado.

Sin embargo, es lo peor.

Harry se ríe, las carcajadas abundan en el armario.

Ni quiere saber si está feliz o triste.

Siente que se encuentra en un sueño, una pesadilla concurrida que arroja cada uno de sus instintos más oscuros, de sus noches más duras con toques de resentimiento.

Nada tiene sentido, ha perdido su mente.

Pero eso no lo asusta.

Lo que le provoca un terror más allá de sus huesos, es el hecho que no le importa.

No sabe dónde termina o simplemente cuándo se detendrá en algún momento, solo puede seguir comiendo en el silencio de la noche.

Sus pequeños ratones hoy parecen bestias enormes con su rostro mientras devoran la carne.

Hasta que, todo se puso oscuro y supo con certeza que se había quedado dormido.

Despertó con los gritos de Petunia.

El hedor a sangre seca y el podrido de las vísceras en su piel, en su cabello, por todos lados, allí con los gritos de puro horror, la cara del más profundo pánico de su primo, en medio de todo esto.

Aún se sentía calentito.

Y eso, por un instante fue suficiente para Harry.


Una parte de él quería tener este sentimiento de sorpresa al ver al director en la casa de sus tíos, por supuesto que sabía que vivía aquí, solo falta recordar cómo se dirigió el destinatario de su carta.

Pero Harry quiere desesperadamente creer que no sabía las condiciones que vive aquí.

Con la sola idea de esto sus ratones desgarran su mente con una ferocidad peor de cómo se comieron a Vernon.

Sentado en el sillón con ropa limpia y para su asombro nueva y de su talla, sosteniendo una taza de té caliente, pero ese calor no se transmite, no lo siente en lo absoluto.

Cómo si le fuera negado cualquier indicio de calidez.

Escucha a lo lejos una voz, entrecierra sus ojos para enfocarse y escuchar mejor, pero le es imposible.

Hay cierta niebla en su mente, una relajante y vacía que no le permite realmente asimilar nada a su alrededor excepto su incapacidad de sentir calor y nada más.

Es un recordatorio de que lo tenía una vez, una vivaz y brillante en sus manos, a su lado, cuya luz se encargó de apagar por completo.

Es irónico que lo único que esté pensando fuera en su ángel, incluso si su vida se destruyó por completo por lo que hizo.

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