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"Dónde no hay imaginación no puede existir el terror" — Arthur Conan Doyle.

El agua caía sobre mi cuerpo a chorros, llevaba metido en la ducha desde hacía una hora aproximadamente y no tenía intención de salir de esta en mucho rato, el agua me hacía sentir sumamente relajado, la tensión de mis músculos se iba yendo poco a poco.

Pase mis manos por mi rostro repetidas veces sacándome el jabón de los ojos, cuando de pronto un estruendo en mi habitación me hizo salir de mi momento de relajación.

Trague duro de forma nerviosa ¿Qué demonios había sido eso?

Enrolle la toalla en mi cintura de forma rápida, con pasos lentos camine hacia mi habitación el corazón me latía de forma violenta en mi pecho, estaba rezando de todas las maneras que no fuese más que un estúpido ruido o producto de mi cansada mente.

Cuando abrí la puerta de mi baño un suspiro salió de lo más profundo de mí, no había absolutamente nada, aún algo aturdido por el ruido caminé por mi habitación comprobando que realmente no fuese nada. Una pequeña brisa helada hizo que me girará hacía mi ventana, no recordaba haberla dejado abierta, pero decidí no darle mucha importancia al asunto.

Me puse algo de ropa y me dirigí hacia las escaleras, tenía algo de hambre y no podría irme a dormir con el estómago vacío, llevaba unos días que aparte de no dormir como debería tampoco estaba alimentándome bien. Salí de mis pensamientos cuando unos leves maullidos se escucharon, agudicé más mi oído y supe de donde provenían, del pequeño sótano con el que contaba esta casa, entre asustado y extrañado caminé hacia donde provenía el ruido.

¿Algún gato se habrá quedado atrapado? Si era así no podía simplemente ignorarlo, debía sacarlo, tal vez estuviese asustado y con hambre. Abrí poco a poco la puerta del sótano y salté en mi lugar cuando algo negro y peludo salió de ahí, el corazón dejo de latirme cuando una bola de pelos me miraba desde la esquina de la cocina; un pequeño gato negro.

—    ¿Tienes hambre pequeño? ¿Cómo llegaste hasta ahí? Habrás pasado mucho miedo seguro, dame un momento que miro si tengo algo para ti.

Le dedique una media sonrisa al animal y a cambio recibí como respuesta su suave maullido, camine hacia mi nevera para ver si tenía algo para el pequeño y grande fue mi sorpresa cuando vi una lata a medio comenzar. La saqué de su sitio y la puse en un pequeño plato, cuando me di la vuelta el gato se encontraba a escasos centímetros de mí algo, que, por un momento, me descoloco.

—    Ten, come un poco seguro estarás muriendo de hambre y yo también debería de cenar algo que mañana tengo que trabajar, así que puedes pasar esta noche aquí.

La mirada felina del gato me hizo pensar por unos segundos que podía entender lo que le estaba diciendo, sabía que eso era imposible.

Una vez acabé de cenar me dirigí a las escaleras para irme directo a mi habitación, mañana iba a ser un largo día y la sola idea de que tenía que conocer a mi jefe por primera vez me aterraba ¿Me despedirá? Rezaba que así no fuese, necesitaba ese trabajo tanto, como el dinero.

Me tumbe en mi cama con la intención de conciliar el sueño, pero sabía que me iba a costar horrores hacerlo, no podía hacerlo bien desde que todo había comenzado, pero lo intentaba, realmente ponía todas mis fuerzas en tratar de dormir y no tener ni una pesadilla.

Comencé a sentirme cada más envuelto por la bruma del sueño y poco a poco caí rendido.

(...)

Dolía. Dolía cada pequeña parte de mi cuerpo no se escapaba del dolor que iba recorriéndome poco a poco. Mis ojos pesaban y me costaba abrirlos, aún podía sentir un sabor metálico en mi boca y sabía a la perfección que eso era debido a la sangre.