Christopher
Todo aquí es tan blanco y raro que me da asco.
—Este lugar es fascinante. —exclama Patrick a mi lado.
—Ya lo repetiste cinco veces.
—¿Qué no vieron esas armas y cómo funcionaba? —sigue actuando como un niño de cinco años.
—Estuvimos ahí, Patrick. —Parker contesta.
Me pegaré un tiro en la cabeza.
Se supone que iba a entrenar solo, y de repente estos tres se me pegaron en el camino.
Entramos a la sala de entrenamiento que ese tal rey nos dijo que podíamos usar en estos días. Era de dos pisos, por donde entramos daba al segundo.
—¿Esa es la princesa? —dice Simon asomándose por el barandal.
Miro hacia donde él señala, y amenos que en este lugar exista alguien más con ese tipo de cabello y tenga la estatura de una hormiga, es ella.
Ella peleando con cuatro hombres a la vez.
Nos quedamos observando la pelea desde arriba. Me sorprendo viendo como una chica que a penas debe medir el metro viente hace que cuatro hombres que le doblan las estatura caigan derrotados y adoloridos en el suelo luego de unos minutos.
Ella ríe a carcajadas.
—Buen intento, chicos.
—De acuerdo, eso fue fascínate. —la voz de Simon se escucha por todo el lugar.
La pelirroja voltea y alza la vista al instante, sonríe al vernos.
—Buenos días. ¿Por qué no bajan?
Lo hacemos.
Puedo detallarla bien al tenerla al frente. Lleva una vestimenta que está claro que es para entrenar, muy pegada a su cuerpo, todo en color rojo. Su cabello lo trae recogido y es la primera vez en estos días que se deja ver sin vestidos o maquillaje.
—Mis chicos ya los conocen, pero ustedes no a ellos. —señala a los cuatro hombres— Zekiel, Hael, Sander, y Koa.
Se supone que son soldados, pero no parecen en nada a uno.
—¿Por qué no entrenan con ellos?
¿Acaso quiere que los matemos?
—Princesa, no creo que... —Parker niega.
—Ay por favor. Será divertido. —nos da la espalda para irse a sentar— Eso sí, no me los vayan a lastimar de más porque luego no tengo quien me suba mi cena.
Caminamos a la lona del centro. Sólo hay dos opciones, o no son buenos peleando, o ella es más que buena peleando.
Y mientras más golpes lanzan más son aclaradas esas dudas: Esta gente no sabe pelar, no creo que puedan defender a nadie jamás.
En menos de siete minutos termino de sacar de la lona a uno con un golpe en el pecho mientras que Miller hace lo mismo con el cuarto.
La risa de Arabella se escucha otra vez y los ocho volteamos a verla.
—¿Qué no se supone que son quienes cuidan a la princesa? —cuestionó con burla.
—Usted lo ha dicho, se supone. —ella sigue carcajeándose— Pero está claro que en caso de que nos quieran matar, yo los tendría que proteger a ellos.
—Usted pelea muy bien, princesa. —alaga Patrick.
—Lo sé, y tengo que hacerlo porque yo soy quien debe defenderlos a ellos.