Arabella
Las manos de Christopher recorren mi espalda desnuda. Sólo las sábanas blancas me cubren de la cintura para abajo por el frío que estaba haciendo anoche.
Estábamos en su habitación, me había quedado aquí a dormir arriesgándome a que mis padres me descubrieran. Este no era el plan, era cenar aquí y luego tener sexo, para luego irme a mi habitación antes de que alguien nos descubriera. Pero terminé quedándome cuando me apretó entre sus brazos.
Quizás fue una mala idea, pero no me interesa.
—¿Tienes que irte hoy? —pregunto recostada sobre su pecho— ¿No puedes quedarte unos días más?
—Tengo que regresar a Londres hoy mismo para encargarme de varias cosas.
Ya era algo que sabía, no se podía quedar toda la vida aquí.
Aun así, me siento rara al no verlo más luego de estos meses. No lo sé, me siento un poco rara con él luego del baile de hace unas noches.
Me acomodo sobre él colocando mis piernas a cada lado de su cuerpo. Mis uñas acarician su pecho sobre las marcas rojas que le había dejado en la noche.
—No me digas que me vas a extrañar. —eleva una ceja con una sonrisa.
—Quizás más de lo que quisiera. —suspiro— No te pregunto porque es obvio que me extrañarás. —tomo sus manos para llevarlas a mis pechos— Y creo que dijiste que extrañarías más a ellas dos.
Las aprieta dejando sus dedos marcados en ellas haciéndome soltar un jadeo.
—Lo bueno es que no será para siempre. —murmuro cerrando los ojos al sentir sus manos bajando lentamente por mi cuerpo— Nos veremos en un par de meses. Le prometí a Rachel que iría a verla.
—¿A verla sólo a ella?
—Pues claro. —lo molesto— ¿O acaso pensabas que era para verte a ti?
Abro los ojos para poder ver la cara que puso.
Eso no le agradó nada.
—Pero podría hacer una excepción para quedarme contigo... —sonrío— Depende de algo...
—¿De qué?
—Depende de la intensidad con la que me beses ahora.
Sonríe. Dioses, me gusta mucho esa sonrisa, siempre se mantiene tan serio que jamás se pensaría que su sonrisa es muy bonita.
Se acomoda sentándose en la cama. Sus manos pasan a mi espalda dándole un empujón hacia el frente para pegarme a su pecho. Me besa con la intensidad y el deseo que quería. Baja sus manos a mi cintura, alzándome para acomodarse en mi entrada, antes de dejarme caer gimiendo sobre su boca.
Me mueve sobre él apretando mis caderas. Sus labios dejan los míos bajando por mi mandíbula y mi cuello. Da embestidas fuertes cuando nos da media vuelta para quedar sobre mi, mis piernas abrazan su cintura, mis uñas se clavan en sus hombros.
—Coronel. —tocan a la puerta, de inmediato me tapo la boca para no hacer ruido— La reina y el rey lo esperan para desayunar.
—Ya estoy desayunando. —habla alto.
—No, no es cierto. —habla otra voz, tomo a Christopher por los hombros deteniéndolo.
Mi madre...
—Sal de ahí, Arabella. —habla fuerte, y creo que enojada— Desearía que no fueran unos irrespetuosos, están bajo mi techo por todos mis dioses.