Parte 8

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Ese día se levanto temprano, con suerte había dormido 3 horas, le costó tanto salir de la cama, simplemente la idea de dar un paso le parecía tan difícil. Luego de terminar de bañarse, le llevaron un buen y completo desayuno a su cuarto. Probó unos cuantos bocados y se sintió completamente lleno. 

Se miro al espejo de pies a cabeza, ¿cuando había bajado tanto de peso? 

Se puso cualquier ropa tranquila, cuando llegara al salón se arreglaría mejor. Cuando se estaba terminando de peinar, sintió esa sensación por su garganta, corrió al baño y vomitó todo lo poco que había comido.

— Dios... —murmuró con lagrimas en los ojos.

Cómo siempre actuó como si nada, y al rato llegó una camioneta que pasaba para recogerlo, ahí ya estaba Seokjin y otros invitados de honor.

— ¿Cómo estas? —comentó tranquilamente Seokjin.

— Bien. —y le ofreció una sonrisa falsa.

El mayor no era tonto, y había convivido lo suficiente con Jimin para saber que estaba mal.

— Oye. —comenzó nuevamente el chico, tomando las manos del rubio— Sabes que... aunque no sintamos lo mismo por el otro, puedes contar conmigo para todo. Apoyémonos y hagamos que esto funcione, ¿sí? 

Jin era un pequeño sol y Jimin estaba tan agradecido.

[...]

Al llegar, les dieron pequeñas habitaciones para que terminaran de arreglarse. Jimin se fue con las damas de compañía mientras que Seokjin se fue con los caballeros.

Las chicas se veían muy emocionadas, en entre todas se ayudaron a cambiarse y a peinarse. Solo eran risitas y sonrisas que a Jimin le costaba demostrar, incluso si eran falsas.

Sus primas, las más cercanas a él, le ayudaron a vestirse, lo maquillaron y prepararon como se debía.

— ¡Listo! Mira si te gusta, todavía lo puedo cambiar un poco. —dijo acomodándole un poco el cabello.

— No, así esta bien. Gracias. —le devolvió el espejo a la chica con una pequeña sonrisa.

— ¿Seguro? No pareces muy convencido...

— Me gusta, en serio. —la verdad era que no podía identificar un cambio en él, a pesar que se mirara una y otra vez en el espejo; pero confiaba en su prima— Muchas gracias.

La chica dudo un poco más, pero lo dejo pasar, terminando su trabajo con un poco de fijador para el cabello.

Y así se paso una hora. Cuando ya era momento todas salieron hacia el salón principal. El rubio se quedó varios minutos más en la habitación, pues el entraría un poco más tarde. 

Se recostó lentamente en un pequeño sillón, tocó la tela y suspiró, quería fundirse en el suave colchón y desaparecer de ahí. Al lado, tenía un vaso con agua, tal vez si fuera una gota de agua la vida no sería tan complicada, incluso podría ser una roca y solo rodar y rodar.

Pero una llamada avisándole que ya tenía que presentarse interrumpió su pequeña ensoñación.

[...]

Llegó al pasillo, delante de él estaban unas puertas enormes esperando que él entrara y diera inicio oficialmente a la boda. Pero no quería, no se sentía capaz de hacerlo. Empezaba a escuchar murmullos al otro lado del salón, ¿era su imaginación o realmente estaban ahí? Trago saliva y obligado por sus nervios abrió las puertas.

Su padre ya lo esperaba ahí con una sonrisa, él la correspondió, dio unos cuantos pasos hasta estar a su lado, el mayor enrolló su brazo con el suyo y la marcha nupcial resonó por los parlantes y caminaron hasta el altar.

Sentía sus piernas pesadas y temblorosas, le costaba andar pero fingió una de sus mejores sonrisas. 

Finalmente llegaron al altar, donde Seokjin y el sacerdote les esperaban. Su padre terminó el agarre y le sonrió por ultima vez. El rubio nuevamente le correspondió la sonrisa con tristeza, quería que notara que no se sentía bien, que no quería todo esto, le rogaba con la mirada que lo sacara de ahí, pero su pobre viejo no tenía ni idea.

Comenzaba a resignarse rápidamente; se dio la vuelta y encontró los ojitos de Seokjin, él le sonría tímidamente. Él no era un mal tipo, era muy dulce y trabajador, pero no quería casarse, no con él.

El sacerdote tranquilamente empezó a hablar y hablar, pero todo lo que el señor decía no entraba en su cabeza, no podía retener ni una frase, el tiempo pasaba demasiado lento. No podía soportarlo a esas alturas y sus ojos se pusieron llorosos.

¿Pero que diría la gente si lloraba en la mitad de su boda? ¿Que diría su madre?

Y sabía que si dejaba salir algunas lagrimas, luego no podría parar.

Respiró profundamente y se aclaró la garganta. Todo estaría bien, no tenía nada de que preocuparse.

Trató de prestarle atención al papa que parecía darle alguna clase de consejos, o tal vez los estaba regañando, pero de lo poco que pudo escuchar fue un "Que hable ahora o que calle para siempre."

Hubo silencio.

Y de repente...

— ¡Yo me opongo! —se escuchó una fuerte voz interrumpir el lugar, formándose un eco poderoso, que retumbó por todo la iglesia.

Los murmullos no tardaron en llegar.

Se volteó, y se sintió desmoronarse. Era él.

¿Él o yo? - NamMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora