VIII

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1993

“Nos espera una fría y lluviosa semana para nuestra hermosa ciudad de Daegu. Como recomendación, aléjese de las carreteras, bosque y nunca ande solo. Afirmen sus paraguas y colóquese bien sus botas de agua. Me llega información de que las zonas boscosas de nuestra ciudad tendrán probables deslizamientos de tierra causados por el agua, así que, para todos nuestros senderistas, tendrán que detener sus actividades”.

Refunfuño, al no ver casi nada por culpa de la lluvia, odiaba los climas nublados o lluviosos, pues ocasionaba que se sintiera más depresivo de lo normal. Ignorando el clima, continuó con su vista puesta en la carretera, mirando fijamente por la orilla de esta para así lograr ver a quien buscaba.

Por otro lado, mientras conducía su teléfono. Gruño, molesto cuando apenas lo tomó, abrió la tapa haciendo que la llamada fuera atendida enseguida.

—¿Qué ocurre? —preguntó de manera brusca.

T-Te necesito, por favor... —La voz del otro lado se oía agitada. —C-Creo... Creo que es el bebé...

Apretó el teléfono con fuerza entre sus manos.

—Ve a un hospital, en un rato estoy allí ahora... estoy ocupado.

¿Aún sigues en la universidad? ¿Trabajarás hasta tarde?

—Sí.

Bien... Te espero. No te tardes, Giyoon, por favor.

—Claro. Adiós.

Cerró la tapa del teléfono y lo lanzó hacia el asiento del copiloto. Se rascó al cien algo harto por seguir conduciendo y no poder ver a qué quería realmente. Llevaba rato conduciendo sin parar en ni un momento, admitía que estaba algo ofuscado, pues, la distancia desde la universidad hasta el punto que había dado de encuentro no era menos, al menos una hora y media desde la universidad. El de cabellos oscuros presionó al volante con fuerza, suspirando, agotado.

Debía de estar en el nacimiento de su hijo, claro, pero digamos que él no empatizaba con nada ni con nadie, le daba igual, incluso el tema del bebé lo hastiaba. Ni con su propia mujer, que de seguro estaba con los dolores de parto que la hacían ver estrellas, podía ser capaz de ponerse en su lugar. Y es que, si era sincero, nunca quiso la vida que tenía. Sus padres casi que lo obligaron a casarse con esa chica de la iglesia y, como supuso, pocos meses después salió embarazada del primero y único hijo que iba a tener.

Nunca quiso casarse.

Nunca quiso tener un hijo.

Nunca le importó realmente la familia que iba a tener.

Prefería trabajar como lo venía haciendo en lo que le gustaba y, porque no, estar pendiente de cierta persona que quizá sí generaba algo en él, un latido en el muerto corazón que habitaba en su cuerpo.

Ese chico tenía algo que hacía que Min quisiera hacer todo y nada por él; sus ojos, su sonrisa, su personalidad, la amabilidad, cada cualidad y parte de él le fascinaba, llevándolo a hacer cosas que para él eran normales, comprensibles de alguien interesado, inclusive enamorado, pero el joven Kim era extraño y Giyoon jamás se media.

Lo seguía, lo miraba de lejos, lo ayuda de más e “ingenuamente” pensaba que esos eran actos de amor puro hacia alguien, pero ¿Cómo lo iba a saber? Si jamás recibió un amor sincero, ni de sus padres, quizás de su esposa; sin embargo, ella era la evangélica hipócrita como todos los demás que tenían una fe.

Ahora apostaba todo por tener un momento con el chico. Mando al demonio la sociedad, las leyes, y todo lo que impedía disfrutar del muchacho.

Enfermo o no, él lo amaba.

INSANE [Yoontae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora