Les cuento...

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Sentado en su baño, Charly miró el piso y comenzó a imaginar caras. No es difícil hacer eso, solo se trata de tener presente las partes de un rostro y mirar hacia abajo con un poco de imaginación. La cerámica era de esas que tienen formas cortadas de piedritas pequeñas sobre un fondo de otro color; o más claro o más oscuro (según el contraste que le haya querido dar el fabricante). ¿Quién no tuvo una abuela con un tipo de piso así en la casa? Yo sí.

Generalmente, esta clase de actividad imaginativa visual se hace cuando uno está haciendo otra cosa. Por ejemplo, como ahora, estando en el baño y cumpliendo necesidades fisiológicas. Nadie se levantaría a las seis de la mañana solo para mirar el piso sentado desde el inodoro, eso está claro. Pero bueno, en momentos de poca productividad, la mente se ocupa de llenar espacios y de agregar habilidades necesarias para otorgarle forma a lo que no lo tiene.

Al otro día pensó sobre lo que había imaginado. La mayoría de caras con gestos habían sido de enojo o malas; relacionaba con esto que sus pensamientos eran predominantemente negativos. Eso no estaba bien, sentía que el mundo le representaba más hostilidad que amistad.

Entonces, teniendo en cuenta su gran desconfianza hacia todo y todos, Charly concluyó que su vecino no era un asesino serial; porque, ese mismo había sido su pensamiento al verlo, días antes, saliendo de su departamento con una bolsa de consorcio grande en las manos.

Sintiéndose culpable, fue con aquel hombre y le pidió perdón. El otro, luego de abrirle la puerta, levantó los hombros en señal de no entender mucho, aceptó las disculpas y se metió en su casa.

Pero Charly seguía sintiéndose mal, y reflexionó sobre el por qué de ser tan mal pensado. Quizás había nacido así... O había tenido muchas experiencias malas. No lo podía definir en ese momento. Estaba ofuscado por eso.

Tuvo la necesidad de analizar las causas y encontrar estrategias. Por consiguiente, se propuso llevar a cabo una experiencia. El motivo no era otro que el de superarse a nivel personal.

En principio, en un papel, confeccionaría un cuadro con dos columnas: una de pensamientos negativos, y otra de positivos.

En cuanto a etapas, la experiencia tendría dos: la primera era de "corte": debía dejar la mente en blanco (hacer un corte de flujo en su mente, o sea, dejar de pensar) y que esta vagara sinriendas; la segunda, de "caída": donde se le manifestaría un pensamiento.

En cuanto a los resultados: si eran negativos, haría cruces en la columna de los pensamientos negativos; si eran positivos, lo haría en la otra.

Así varias veces hasta completar el cuadro. Luego sacaría una tendencia que, con el tiempo, trabajaría para acercarla a lo positivo.

Por consiguiente -y aquí viene lo constructivo- se propuso otra tarea: sentarse diez minutos todos los días para forzar recuerdos positivos.

Le fue bien, luego de la primera semana de práctica, los pensamientos buenos le fluían sin problema, y no le hacía falta forzar nada. Logró concentrarse en lo positivo que, incluso, de ahí en más, terminó predominando ante lo negativo.

Se dio cuenta de que tenía muchas razones para ser feliz.

Los pensamientos negativos son elementos que la mente etiqueta como cosas a resolver, y por tal motivo se mantienen flotando y molestando entre otras ideas. La cuestión es saber desafectarse de aquellos que no sirven.

Por último, en aquella situación de positividad, que él mismo había creado para sí, y lleno de gratificación hacia la vida, se dirigió nuevamente a la casa de su vecino y se expresó:

-Gracias por existir, vecino. -Abrazo de por medio-. Lo quiero mucho y, si usted cometió alguna locura y está arrepentido, yo lo puedo perdonar. A veces la vida nos lleva a cometer las más terribles atrocidades, no se aflija.

El vecino lo miró, lo escuchó y, maldiciendo a la suerte por vivir pegado a aquel loco, cerró la puerta con resignación.

Dicotomía y otros cuentos desquiciadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora