Hombrecito

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Qué pasa cuando se empiezan a tomar decisiones propias. Dicho de otra forma: Cuando se hace camino al andar, como escuché por ahí, en alguna canción.

Muchos dicen que esta es la única forma de estar vivo; que hacer lo que hacen los demás es estar muerto. ¿Será verdad?... ¿Será para tanto?

Si un hombre va delante y otro lo sigue, ¿podríamos decir que el único vivo es el primero?... ¿Que el segundo sería como la sombra del que va a la delantera?

No sé si es para tanto.

Pero bueno. 

Ahora se complica:

Qué pasa si el que toma esas decisiones no es una persona de carne y hueso, sino un hombrecito dibujado con tiza en las dos dimensiones de un pizarrón de primaria, que toma vida en la mente desquiciada de un joven drogado que está presenciando una charla... En un seminario de divulgación médica dada por un orador que comienza a tener problemas para hilar sus pensamientos.

¿Se va complicando, ¿no?

Sería terrible que fuera así... Es que, de hecho, fue así. ¡¿Ustedes lo creen?! Yo a penas lo creo. Y eso que yo mismo lo escribí.

Y otra cosa:

El que le tenga miedo a la enfermedad, le propongo que, antes de leer, abra la puerta de su casa, salga corriendo y se tire por el balcón. O... si no vive en un edificio, se puede tirar a la calle, como opción. Pero siempre fijándose si va a pasar un auto o no, ya que no estaría bueno que termine arroyado... También puede tirar un almohadón antes, para que la caída no sea tan dolorosa. Es que puede ser doloroso caerse ¿Se entiende?

¿Y por qué digo esto de la enfermedad? Porque, en este escrito, se va a estar analizando las causas de un resfrío.

Ahh. Y hay más. Nunca falta alguien que critica a los demás y se guía por la razón. Ese es al que todos tenemos que odiar.

Comienza la historia:

Hace muchos días, tantos como semanas y meses, pero no años... Tanto no. Para ser precisos: tres meses, una semana y dos días. En la localidad de Morón, en una escuela grande... Hablo de esa clase de edificios en donde uno puede perderse y hasta encontrar una secretaría de inspección. En esta escuela se dio una reunión para tratar sobre las posibles causas de pueden bregar para que uno se enferme, como ya lo dije.

Igual, quiero aclarar que el tema de la enfermedad es secundario en todo esto. Acá lo que importa es la vida del hombrecito dibujado en el pizarrón. No se olviden de eso. Además es lo más tierno de esta narración, así que enfoquémonos en eso. Lo que le va a pasar a este hombrecito es muy injusto. Y todo por seguir sus ideales.

Antes de que todo comenzara, fue mucha la gente que entró al salón, aunque todos las sillas alcanzaron. A tener en cuenta: cuando el profesor le daba la espalda al pizarrón, tenía gente a su izquierda, a su derecha y en frente. Dentro de la gente que tenía a su derecha estaba el joven en mal estado, y, dentro de la que estaba a su izquierda, el otro al que todos odiamos. En cambio, si el conferenciante se daba vuelta hacia el pizarrón, los que en un principio estaban a su derecha quedaban a su izquierda, y los que estaban a su izquierdas quedaban a su derecha... Cosas que hay que saber...  Y había un pedazo de revoque del techo que estaba por caerse, pero que al fin no se cayó.

En fin. Todos se acomodaran y el profesor comenzó: 

-Como ustedes saben, hoy estamos reunidos con el fin de discutir las diferentes causas que llevan a una persona a enfermarse. Por esta razón, tomaremos la oposición entre una verdad científica, que responsabiliza a la persona de haber tomado frío o haberse expuesto a algún agente nocivo para su salud; y otra psicológica, que pone en juego lo anímico... Ahora me gustaría escuchar algunas posturas.

Varios de los presentes expusieron su opinión. Luego, el orador cerraría algunos conceptos:

-Entonces, usted... El de la izquierda... El bien vestido... Sí, usted. Dice que todo se debe a una cuestión de peso científico; que una persona se enferma cuando se expone a un virus o bacteria, así como decir que dos mas dos es cuatro.

-En cambio usted -enunció nuevamente el orador-, el de la derecha... El que hace unos minutos estaba mirando por la ventana, dice que enfermarse tiene que ver con una limpieza espiritual necesaria para purgarse de la mala energía absorbida... Bueno, muy bien, dos posiciones diferentes. Para mí las dos deberían de tenerse en cuenta. Incluso, podríamos tomarlas como complementarias.

El conferenciante se dio vuelta hacia un pizarrón que había ahí y se dispuso a hacer un gráfico de la evolución de un sujeto que se enferma. Y entre principio y final, haría un punteado de posibles causas. Por consiguiente, fiel al segundo postulado, se dedicó a trazar un camino en el que una persona sufriría un traspié emocional, luego, y en consecuencia, una caída en sus defensas, pescándose una gripe... que lo llevaría a estar en cama. Después, seguiría con el gráfico de la otra idea, en donde alguien, enfermo, iba a toser y a contagiar a otra persona sana hasta ese momento. Luego se daría paso a una discusión sobre cuál de las dos afirmaciones tendría más peso como causante, por ejemplo, de... un resfriado; o si ambas tomaban juego por igual.

A todos les daba gracia el dibujito en el pizarrón, porque era una representación bien fácil, hecha con la menor cantidad de líneas posibles: el hombrecito tenía un redondel como cabeza; y tronco, brazos y manos estaban compuestos por simples líneas. Era una representación deliberadamente esquemática.

Fue cuando prestó atención el de la derecha -el de la ventana- y aquel hombrecito, dibujado y bien sencillo, cobró vida en su imaginación. Entonces, de lo que eran algunas simples líneas, comenzaron a procrearse otras, hasta convertirse, toda la imagen, en algo mucho más complejo que lo anterior. Aquel concurrente, un poco desalineado, ante semejante despliegue, se preguntó cómo era posible que aquel dibujito tomara vida. "Seguro que, en algún lugar del espacio existe una fuente donde las almas esperan por un cuerpo físico; almas nuevas que se generan con la expansión continua del universo, suceso que hace más espacio y genera nuevas distancias estelares, de las cuales surgen nuevos seres; hechos, en su esencia, de la combinación geométrica de las estrellas en nuevas zonas del cosmos...¡Clarísimo! Y a lo que todos estamos en todos lados y este mundo es una proyección de cosas y fenómenos de escala inimaginable que pudieran estar ocurriendo en cualquier otro lugar, estos hombrecitos se dotan de espíritu y llevan a cabo su vida en las dos dimensiones de un pizarrón".

Y acá viene el nudo de todo esto: sucede que el ejemplo se vio caminando por la vereda de una ciudad. En un principio, y según el plan de su Dios, a este le debería suceder algo desagradable para que cayera en un bajón emocional y luego se enfermara. De hecho, este intuía (porque hasta intuía) que su vida se reducía a ser un simple ejemplo, hecho por algún otro ser de más dimensiones... en un seminario de divulgación médica. Pero él tenía su propio espíritu, y con este, propio albedrío; era un ejemplo que buscaba escaparse de su destino... ¡Nada más común que eso!

Dicho así, aquel delgado ser de dos dimensiones, en vez de seguir un trecho más de camino para ser atracado por malhechores, quienes le robarían y le generarían un mal, se dio el lujo de doblar antes y escribir su propia historia. Fue cuando apareció un borrador gigante de otra dimensión quien... lo borró. Ahí terminó la escueta y subversiva vida de aquel hombrecito dibujado en un pizarrón.

Por otro lado, en el salón, el de la izquierda -el arreglado- murmuraba con el que tenía al lado:

-No puedo creer esto. Prestá atención: el estúpido del profesor busca palabras y se confunde al escribir. No tiene en claro nada de lo que está diciendo, además, el garabateo que hizo es una falta de respeto para todos los presentes. Y mirá al despilfarrado que está primero en la fila de la izquierda, está drogado: tiene la boca abierta y la mirada perdida. Un seminario donde el seminarista sabe poco y los presentes están drogados: una porquería.

-Además, estoy de acuerdo en poco de lo que se habló -dijo el otro-. Uno se enferma si no se cuida o se expone a alguna bacteria. Ridículo es pensar que un bajón espiritual te enferme.

-Obvio -respondió el de la izquierda.

Así fue la injusta vida de ese hombrecito.

Y al final, el de la izquierda al profesor se fue enojado. El profesor borró el pizarrón por última vez y se fue confundido. Y el de la derecha -el que soñaba- se quedó mirando el borroneo con una lágrima cayéndole por el rostro y pensando en la matanza que había hecho aquel asesino con su borrador.

Dicotomía y otros cuentos desquiciadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora