I. Celia

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Ya he estado perdida antes. He vagado por el laberinto de la existencia en distintas etapas y circunstancias. Se ha pérdido mi alma, en días o situaciones que pusieron mi moral y espiritualidad a prueba; he pérdido mi camino, cuando era joven e ignoraba mi identidad y mis aspiraciones; se ha pérdido mi hogar, junto con mi familia, cuando decidí emigrar a otro país para perseguir mis sueños. He navegado por este océano de incertidumbre tantas veces en los últimos años, que pensé que ya me habría habituado a sus oleajes, y que si me tocaba afrontar otro trance difícil de mi vida, tendría lo necesario para tomar el timón y afrontar lo que viniera.

Pero me equivoqué.

El miedo me invade. Es lo único que siento, lo único que pienso, mientras observo a mi familia. Todos están aquí, afuera de la habitación. Los veo a través del ventanal que me separa de ellos, es amplio, y las cortinas que deberían otorgarme intimidad están entreabiertas. Conversan entre ellos, sin darse cuenta de que he despertado. Algunos me dan la espalda, entre ellos un desconocido que luce una camisa azul pálida, casi gris, ceñida al cuerpo. Su cabellera es medianamente larga —sin peinar debe rozarle el lóbulo de la oreja— y se agita cuando él pasa su mano sobre de ella para acomodarla.

No debería fijarme en él, no ahora. Acabo de despertar, estoy en un hospital, escucho el monitor con su ritmo constante, y también percibo aquel aroma tan propio de estos lugares. Algo me ha ocurrido, aunque no soy capaz de recordar qué. Hay mucho por lo que preocuparme, pero aún con eso, en medio de mi confusión y cansancio, ver la espalda de aquel extraño se ha convertido en lo único que puedo hacer. Me estoy aferrando a verlo y usarlo como un ancla para no perder la calma.

Reconozco a mis hermanos a pesar de que también me dan la espalda, así que en definitiva, sea quien sea el hombre de la camisa azul, no es cercano a mí. Ana, mi hermana mayor —y la segunda hija de la familia—, tiene una mano en su hombro y le da una caricia suave, en lo que parece un gesto que intenta ofrecer apoyo. Así que deduzco que debe ser su pareja, aquel contador de su trabajo que no me quiso presentar ni siquiera antes de mudarme a Nueva York, cuando dejé atrás mi país natal: México. Bueno, al menos lo conoceré ahora, y podré ver si mi intuición sobre qué es un patán es acertada o no. Los recuerdos que tengo de su relación, no lo ponen en buena estima, Ana solía llegar llorando a casa por las constantes peleas que tenía con él, sin embargo, ahora que lo estoy viendo —incluso si es de espaldas—, puedo entender por qué lo ha perdonado tantas veces.

Arturo —mi hermano mayor—, voltea en ese preciso instante y sus ojos se encuentran con los míos. Su cuerpo se endereza, perdiendo aquella postura abatida que tenía hasta hace unos segundos, y sonríe mientras dice algo, alertando al resto. No se queda quieto, sino que camina de inmediato mientras pide en voz alta por un médico. Cuando vuelvo la vista al ventanal, mi familia entera está celebrando, se abrazan y sonríen envueltos en un llanto alegre. Debería asustarme, significa que lo que sea que me ocurriera, es lo suficientemente grave como para alterar a personas tan fuertes como ellos. En verdad debería estar asustada. Pero no es el caso, porque la sorpresa y la confusión toman mayor importancia ahora que el hombre de camisa azul se ha dado la vuelta y está viéndome de frente a través del cristal.

Ese en definitiva no es el novio de mi hermana.

Ahí, de pie, con una sonrisa cálida y mirada brillante, está Enzo Vogrincic.

El shock inicial es potente. Mi mente se divide de inmediato en varias partes, una de ellas piensa en la razón por la que él podría estar ahí, otra está intentando deducir si se trata solo de alguien muy parecido a Enzo; y la última, está brincando de emoción porque es el hombre más hermoso que he visto en mi vida, y porque las imágenes de su perfil profesional y los videos que mandó al estudio para audicionar hace unas semanas, no le hacen justicia. Sin embargo, esa última parte, en verdad es pequeña, y yace oculta detrás de todos mis otros pensamientos.

𝐅𝐮𝐢𝐦𝐨𝐬 𝐭𝐨𝐝𝐨 || ᴇɴᴢᴏ ᴠᴏɢʀɪɴᴄɪᴄDonde viven las historias. Descúbrelo ahora