《Capitulo 3》

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Jeremy me saco del corral, cerrando su pequeña puerta, nos quedamos al lado de su gran casa hablando.

—Y-yo...—los brillantes ojos azules de Jeremy me observaban fijos, poniéndome aún más nerviosa. ¿Debería disculparme?, ¿que hace la gente que vive aquí en casos como estos?—Fue una total falta de respeto entrar a su corral sin aviso, lo siento mucho señor, lo estaba buscando a usted y ese lindo caballo de allí llamó mi atención y como la pequeña puerta estaba abierta creí que cualquiera podía entrar.
Ni siquiera respire al soltar todo eso. Jeremy al parecer quedó procesando lo que acababa de decir ya que se quedo en silencio unos cuantos segundos, que para mí fueron horas.

—Primero que nada, no me digas señor, no soy tan viejo como parezco. Segundo, déjame ver si entendí, ¿creías que el corral era....publico y por eso decidiste entrar?

—¡No pensé que fuera público! Solo...—mi mirada se dirigió al suelo, evitando su mirada y la vergüenza que aumentaba cada vez más de mi parte—Solo creí que los caballos estaban domesticados para que cualquier persona pudiera acariciarlos, aún no se bien como actúa la gente aquí.
Levanté mi mirada y él se cruzó de brazos, desconcentrandome por completo de lo que estábamos hablando ya que quedaba aún más guapo.

—¿De dónde vienes?

—Beverly Hills, California—él soltó un largo silbido, sorprendido.

—Nada cerca, solo gente rica puede mantener una vida estable allí—automáticamente todos los recuerdos volvieron a mi mente como un balde de agua fría, un gran silencio se creó entre nosotros ya que no respondí a su comentario. No podía enojarme con él ya que no tenía ni idea de mi situación, y no fue un comentario que haya hecho a propósito.

—Y...¿para que me buscabas?—volvió a hablar. Fue cuando me tuve que armar de valor para pedirle trabajo.

—Pues, me dijeron que estas buscando empleados, no se para que o que pero...estoy buscando trabajo y me encantaría saber si puedo trabajar para ti.
El resoplo un par de veces mientras se levantaba su sombrero y pasaba su mano por su corto cabello castaño.  Sentí como mis mejillas se ponían rojas.

—Mira, no estoy seguro...

—¡Haré lo que sea!, mire, soy nueva en todo esto, tal vez me equivoque muchas veces o haga mal muchas cosas pero le prometo que aprenderé y trabajaré en lo que usted me pida, lo unció que le pido es paciencia.
Vaya, de adonde saqué todas esas palabras. Jeremy me observo determinadamente, luego me dio la espalda y comenzó a caminar.

—Bien, empiezas mañana a las ocho.
El ni siquiera se detuvo al decir eso, siguió su camino hacia su camioneta, me puse muy feliz al saber que ya tenía trabajo, aun no sabía que era lo que tenía que hacer, pero no creo que sea tan difícil. Me fui caminando con emoción hacia mi casa. Mañana sería un día duro y quería contarle a mi madre.

(...)
Al otro día me levanté al mismo horario que mi padre para irse a trabajar. Anoche había vuelto muy tarde y volvió completamente cansado, jamás lo había visto tan exhausto. Mi madre me había dado un par de indicaciones a cerca de lo que Jeremy, nuestro vecino, podía llegar indicarme.
Desayune muy nerviosa, me vestí con la ropa más vieja que tenia y apenas se hicieron las ocho, salí rumbo a su casa. Golpee un par de veces su puerta, espere unos minutos hasta que Jeremy atendió la puerta.

—Vaya, que puntual.—esta vez, llevaba una camisa a cuadros roja, con una campera encima. La zona rural era muy extraña, de mañana hacia frío, cerca del mediodía el sol te quemaba vivo, y a la noche volvía a hacer frío. Aunque a esta hora el sol ya comenzaba a estar un poco fuerte.

—Buenos días—salude contenta, lo admito, no podía ocultar mi entusiasmo, no solo por el nuevo trabajo, sino por pasar tiempo con Jeremy, aunque no sabía exactamente que edad tenía, sabía que me pasaba por muchos años, por lo que trataría de que este entusiasmo no pasara a mayores de mi parte.

El amor entre la Luna y el Sol // Ian Bohen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora