《Capitulo 7》

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Cuando fui a trabajar al otro día, Jeremy simplemente me dijo lo que debía hacer, y desapareció. No lo vi hasta que terminé mi horario.
Y así fueron los siguientes cinco días seguidos. Era extraño, no nos conocíamos hace mucho y sin embargo sentía que me había peleado con persona que conocía hace años. Odiaba este sentimiento, odiaba sentirme así.
El fin de semana no salí a ningún lado, no conocía el condado, no tenía amigos ni nadie con quien pasear. El único era Jeremy, pero al parecer ser cercana a él no era una buena idea. Al menos no de su parte.

Me tiré en mi cama, hundiendo mi cara en la almohada. Sentí un nudo en mi garganta, no por Jeremy, sino por la situación en sí. No sabía lo que había hecho mal, no entendía porque de repente el me dejó de hablar, solo lo hacía cuando debía darme órdenes. Nada más. Al parecer este no era mi año.
O tal vez este sea el año en el que deba alejarme de todos y vivir mi soledad a pleno. Un largo suspiro se escapo de mi boca, ahora más que nada quería juntar dinero para poder volver a la ciudad, al lugar donde pertenecía.

—¡Mallory, baja un minuto!—la voz de mi madre resonó en toda la casa. Solté un pequeño gruñido, me dirigí a mi espejo. Arregle mi pelo, mis ojos marrones oscuros resaltaban con pequeñas ojeras abajo de ellos.

Baje las escaleras hasta la cocina donde se supone que estaría mi madre. Me detuve en seco al ver a Jeremy parado al lado de mi madre. Él me miró un poco sorprendido. Bajé la mirada lo más rápido que pude, no quería verlo a menos  a que quiera ser una persona adulta y hablar las cosas.

—Lory, querida, Jeremy nos trajo un pastel de calabaza. ¿Me harías el favor de buscar la fuente para poner el pastel que esta bajo la mesada?—les di la espalda y comencé dirigirme hacia el comedor, pero la voz de mi madre me detuvo.—Ah, Mallory, ¿Estas bien? Pareces...enojada.

—...Estoy bien.—mi madre tenia la mala suerte de decir cosas incómodas en momentos incómodos. Siempre fue así, aunque no lo haga adrede. Fui a la mesada y saque la fuente que mi madre había dicho. Estaba muy vieja, pero vino con la casa, así que no nos quejamos. Mi madre trajo el pastel a la mesa, envuelto en papel aluminio. Lo dejo sobre la fuente y comenzó a sacarle despacio el papel.

—Vaya, que buen detalle de parte de nuestro vecino—dijo contenta, yo solo observaba como sacaba el papel, hasta que algo llamó mi atención. Dentro del papel aluminio, había un pedazito de papel doblado, como el de una hoja.
Lo saque y lo abrí.

"Para Jeremy, te quiero mucho hijo"

-Robert.

¿Robert? Osea que este pastel no lo hizo Jeremy, se lo envío su padre y como no lo quería nos lo regalo a nosotros. ¿Siquiera sabrá que era de su padre? La nota estaba dentro del envoltorio, por lo que no la ha podido ver, a menos a que haya abierto el papel de aluminio, haya leído la nota, y luego haya vuelto a envolver el papel para que no nos demos cuenta.
Tuve la intención de tirar el papel, aunque algo me decía que no lo hiciera. Mejor, lo guardaré, solo por las dudas.

Ese día no comí ese pastel, a pesar de que mi madre haya insistido  bastante, me negué. Me acosté temprano, mañana debería volver al trabajo. Y lo más bueno de todo, esta era la última semana del mes, por lo que el viernes recibiría mi paga. Aunque, la emoción se me pasaba cuando me acordaba de él comportamiento de Jeremy. Me di la vuelta en mi cama y trate de no pensar en nada más y dormir.

(...)
Estaba desayunando para ir a trabajar. Hoy le tocaban bañarse a los caballos, por lo que sería una mañana larga.
Termine de desayunar, tome mi sombrero y salí camino a la casa de mi amable vecino. Atravesé el gran campo que separaba ambas casas, cuando llegue, vi que el estaba en su camioneta, al parecer la estaba reparando o algo así ya que estaba con su capó abierto. Me acerque a él, lista para hablar.

El amor entre la Luna y el Sol // Ian Bohen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora