Necesitaba tener la cabeza ocupada porque, a ver, en su mente solo se visualizaban recuerdos de anoche, unos más nítidos. Otros más turbios. Carlos... Carlos los habría llevado... ¿Los habría llevado a casa? Alma estaría trabajando. ¿Y si le pedía que su marido le preguntara a Carlos si él los había llevado a casa de Alfonso? —¡Es lo más obvio, tonta! Son colegas—. «Ya, ya... Pero es que la duda mata».
Hizo una limpieza a fondo del piso, por muy resacosa que estuviera. Aunque le pesara hasta el más mínimo pedazo de carne de su delgado cuerpo. Recordó, un poco más claro, el momento en que se encontraron. Cómo pudo comprobar que, desde muy cerca, era muchísimo más atractivo. «¡Vaya con el chispitas!». Había valido correr el riesgo, salvo por las últimas horas en las que todo se ensombreció en la memoria. ¿Cuántas chorradas y verdades al descubierto se habrían soltado, sin vergüenza? No era ni preocupante. Pues, seguramente, él tampoco se acordaría de nada. Tiene tu teléfono. «Pero no llamará». Mucho menos, conociendo el follón en el que lo iba a meter. Mañana es Navidad. Si el tipo se niega, inventa una historia buena para que tu familia te deje en paz. Una idea buena... Su hermana no se conformaba con cualquier historia. La interrogación hasta agotarla. Hay un chico. Pero no ha podido venir... «¡Oh, claro, claro! Como si esperas a que te crea». Porque ella es astuta. Ella iba a pedir algo más palpable y creíble. ¡Cómo no!
Eva le había respondido en mitad de su descanso para almorzar. Le había pedido un café, copa, o lo que fuera, para quela pusiera al día de las posibles novedades. Todo a su tiempo. Y acabaría contándole el desastre del final de un plan que estaba irremediablemente destinado a fracasar. Suspiró con fuerza. En fin... ¿Cómo pensar lo contrario?
Salió a correr un poco. No estaba lo suficientemente cansada para que su vocecilla interior se callara. En el transcurso del recorrido, vio a una pareja besarse frente a una tienda, amorosamente. Parecían una pareja de aquellas que ni el peor de las avenencias los pudiera separar. ¿Para cuándo le tocaría a ella algo así? Y que luego no le saliera por la tangente con cualquier vicio, con deseos extraños o, simplemente, se volvía volátil como una voluta de humo. El corazón le latió descompasado. Estaba mucho más dolorido que ella misma. O había sido la carrera frenética que se había dado en la larga avenida ahogando las penas en quemar la adrenalina sobrante. Sacudió la cabeza obligándose a dejar de observar a aquellos dos empalagosos que solamente la ponían aún peor.
—Vale, bonita. Tú solo limítate a correr y a escuchar con atención la dichosa música que te has puesto. Que bien te ha costado montar la playlist.
Terminó el recorrido. Se dio una ducha rápida. Decidió ir al centro comercial, en la Gran Vía, decidiendo que, quizá, hacerse con algún capricho bonito, le curase el dolor punzante que existía en su dignidad y en su orgullo. Porque no. Porque, seguramente, el novio de alquiler no iba a formar parte del proyecto «salvemos este rollo de Navidad».
Entró en un par de tiendas de ropa. En este, dio con un vestido que, seguramente, le iba a quedar que ni hecho adrede para su precioso cuerpo. «¿Te lo vas a poner para ver a la familia?». Me lo voy a poner para joderte a ti, vocecilla. Por supuesto, se lo pondría para Nochevieja. Iba a ir de caza. ¿Por qué no? Aunque la presa fuera temporal. Aunque eso de ir a cazar, en ocasiones, sí da un poco de miedo. ¡A saber con qué clase de tipo te vas a encontrar! Encima, en una noche de muchas copas y alcohol, como esa. No hay que ser demasiado arriesgada. Despacito, muchacha. Y es que su pensamiento tenía mucha razón. Ahí no iba a discutírselo. No todos iban a tener la inocencia de los pocos chicos con los que había dado. Ni siquiera, la del chispitas. Esos chicos que se ven legales —salvo que se demuestre lo contrario—. Con los que te puedes emborrachar y no acabar en la cama... Bueno, en la cama terminaron. Pero sin ocurrir nada. ¡Qué lástima! «¡Estás chiflada!».
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¡Maldito Romeo!
RomanceClara, felizmente aderezada con una juventud masificada de pequeños traviesos que le causan terribles quebraderos de cabeza. Soltera, cabreada con la vida por ser la única soltera entre su grupo de perturbadas amigas. ¿Dónde narices está Romeo? Segu...