Una chica de más

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"No la soporto"

Sobre el tejado de un edificio de Nueva York, una cierta tortuga armada de sai seguía girando en círculos, mirando hacia abajo y apretando los puños, mientras otra armada con un par de katanas observaba con los brazos cruzados y el caparazón apoyado contra un depósito de agua. Suspiró desanimado y rodó los ojos: "Será al menos la centésima vez que lo dices esta semana"

"Y seguiré hasta que ella desaparezca de la superficie de la Tierra"

"¿No estarás exagerando un poco ahora?"

Rafael se detuvo bruscamente, se volvió hacia èl y se le acercò, deteniéndose a unos centímetros de su cara: "¿Exagerando? ¡¿Ella sigue haciéndose la gata muerta contigo y luego soy yo el que exagera?!"

Leonardo tragó saliva nervioso y levantó las manos en señal de rendición: "Vale, vale es verdad, tienes razón. Yo también quiero que pare, pero ya no sé qué hacer. Le he dicho en todos los modos posibles que no me interesa, pero no se rinde"

"Grrr. Sé que no es culpa tuya, pero me está volviendo loco. Te advierto que no sé cuánto tiempo más podré contenerme sin romperle la cara"

"Tienes que calmarte, terminarás haciendo que nos descubran"

"Mira, lo estoy intentando, pero ella no para de provocarme. Si intenta tocarte aunque sea con un solo dedo yo -"

El líder lo agarró por las caderas para evitar que se apartara y se acercó a su cuello. El contacto entre su lengua y la sensible piel del mutante generó un torrente de electricidad que lo hizo callar al instante. Sonrió satisfecho y se acercó a su oído: "Te aseguro que eso no pasará. Sólo hay un mutante al que permito acercarse así de tanto"

El rojo sonrió de lado y le rodeó el cuello con los brazos: "Entonces será mejor que las cosas sigan así. No me gusta compartir lo que es mío"

Los días siguieron transcurriendo tranquilamente, o al menos, hasta la semana siguiente. Los cuatro hermanos hacían sus rondas habituales, saltando en silencio de tejado en tejado. Sus movimientos eran rápidos y precisos, perfeccionados por el duro entrenamiento y el trabajo en equipo. Habían llegado a tal nivel que eran capaces de luchar todos juntos en perfecta sincronía, pudiendo enfrentarse a cualquier enemigo. Aquella noche, sin embargo, no tendrían que hacerlo, las calles parecían desiertas y ni siquiera al escuchar la radio de la policía se habían percatado de ninguna llamada sospechosa. Tras una hora de calma total, decidieron volver sobre sus pasos y dirigirse al refugio para descansar. En el camino de vuelta, sin embargo, un ruido llamó sus atenciones. Rafael se volvió hacia atrás y examinó los alrededores: "Alguien nos está siguiendo"

En un instante, las cuatro tortugas tomaron sus armas y se colocaron en círculo para cubrirse las espaldas. Agudizaron el oído en busca del enemigo y empezaron a inspeccionar los posibles escondites cercanos. Miguel Ángel se acercó lentamente a la escalera de incendios adyacente al edificio y miró hacia abajo, percatándose de la presencia de una figura oculta entre las sombras. En el mismo momento en que se dio cuenta de que había sido descubierta, la silueta se abalanzó hacia él: "¡Boo!"

El más pequeño saltó asustado y soltó un grito, cayendo de trasero al suelo. En ese momento, la kunoichi salió por completo, riendo divertida: "No creí que realmente cayerais en eso"

La tortuga del pañuelo naranja se levantó de nuevo, haciendo un puchero: "Eso no me ha gustado"

Los demás enfundaron sus armas y se acercaron. Dado que el líder no parecía dispuesto a intervenir, fue Donatello quien se adelantó: "¿Qué haces por aquí Karai?"

"Me aburría, así que vine a buscaros para preguntaros si podía unirme a vosotros en la patrulla"

El rojo flanqueó al científico y se cruzó de brazos: "Oh, qué pena, llegas tarde princesita. Estábamos de camino a casa"

Raphanardo One-shots (ES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora