CAPÍTULO 2. La despedida
Las despedidas no son fáciles. Y eso, Margott, lo sabes muy bien. Ya se que la despedida de un difunto como tú misma viviste no es comparable con la despedida que te voy a contar. La pérdida de tu madre fue infinitamente peor que esto. Pero el sentimiento es el mismo. Dolor, tristeza, incertidumbre... En ambos casos la vida da un giro inesperado y no hay nada que podamos hacer para arreglarlo. Pero sí encuentro una diferencia. Cuando alguien fallece sabemos que nunca más le vamos a ver. Nunca más vamos a sentir sus caricias, su cariño ni oír su voz. En mi caso si que podía haberlo hecho pero por cosas que ya te iré contando, no llegué a hacerlo. Nunca más volví a ver a mi familia. Desde ese momento, aunque yo no lo quisiera creer, mi familia no existiría. Esto que te voy a contar es la última vez que los vi.
-¿Estás segura de lo que vas a realizar?-Dijo mi madre con la cara inundada de lágrimas mientras me fundía en un abrazo.
-Es una gran oportunidad, madre. A mí me duele más que a tí dejaros. Espero que mi ausencia no sea un problema para la familia. Quiero que continuéis con vuestras labores diarias como lleváis haciendo toda la vida. Os llamaré todas las semanas, lo juro.
No sabía ni lo que decir. Sentía que las palabras no me salían de la garganta y me era casi imposible soltarlas. Era una sensación extraña. Yo no quería irme por el simple hecho de que iba a mudarme a un lugar completamente distinto para construir mi nueva vida con tan sólo dieciséis años. Pasar del campo a la ciudad era un salto muy grande.
-Te voy a echar de menos, Katty.-Mi hermana pequeña se unió al abrazo. Su cabecita me llegaba por la cadera y su voz era muy dulce.- ¿Me vas a traer algo de ese sitio?
-Claro, Nancy. ¿Que es lo que quieres?- Estuve unos segundos esperando hasta que contestó.
-Una flor.
-¿Una flor? Nancy me voy a la ciudad. Allí creo que no hay flores. Por lo que see solo hay casas y fábricas. ¿Seguro que no quieres otra cosa? ¿No prefieres un peluche?-Me arrodillé apoyando suavemente las rodillas en el suelo y cogí sus manos. Ella me miró fijamente con sus ojos verdes penetrantes y negó con la cabeza.
-Está bien, te traeré una flor.
-Pero no quiero una flor fea, Katty. Quiero mi flor.
-¿Qué flor? ¿Cual es tu flor?- Pregunté intrigada.
-Quiero un Narciso.
Mi hermana era fanática de la naturaleza. Siempre que íbamos de paseo o a la granja tenia que coger alguna planta extraña para examinarla en casa. Claramente su favorita era el Narciso. El pequeño jardín de nuestra casa estaba repleto de esta flor y ella se pasaba horas observando cada una de ellas. Nunca entendí su afición y ni siquiera se lo pregunté. Una niña de seis años lo único que quiere es ser feliz y estaba claro que la naturaleza era su fantasía.
-Te prometo que si encuentro algún Narciso te lo voy a traer intacto. Ni un solo pétalo se moverá durante el viaje de vuelta.
La di un beso en la mejilla y me levanté del suelo. Al alzar la vista vi a prácticamente todo el pueblo rodeándonos. A pesar de ser casi las cinco de la madrugada, la gente se había despertado para vernos marchar. Unos porque son nuestra familia y otros simplemente por curiosidad. Aunque sólo dos chicas se marcharían, dos habitantes de mi pueblecito lo dejarían. No fue fácil. Demasiada gente a la que decir adiós. Demasiadas cosas de las que desprenderse. Demasiadas amigas a las que despedir para siempre.
Susan se estaba despidiendo también de su familia. Era raro que su padre la dejase marchar. Él era un controlador. Bueno siendo realistas era un maltratador. Pero claro, en esa época no podías decir nada, porque las mujeres solo eran simples compañeras del hombre y se las trataban de juguetes. ¿Como iban a revelarse? Tengo guardado en la memoria un recuerdo. Más bien es un trauma porque fue demasiado impactante para mi yo de siete u ocho años. Susan era mi amiga de la infancia. En realidad mi grupo entero se formó cuando teníamos cuatro años, aunque con ella siempre tuve más confianza. Pasaba la mayoría de las tardes en su casa jugando en su habitación. Nos dedicábamos a cuidar a los pollitos que criaban sus padres. Una vez, mientras les dábamos de comer oímos un gran golpe. Dejamos los pollos a un lado y salimos de la habitación. Avanzamos un poco hasta llegar a la cocina. De repente percibimos la figura de un hombre. Era su padre. Tenía un objeto grande y pesado en una de sus manos. Parecía un trozo de un ladrillo. Giramos la cabeza y vimos un cuerpo tirado en el suelo. La madre de Susan tenía sangre en la cabeza y moratones por todo el cuerpo. Lo que ocurrió después no lo recuerdo muy bien. Sólo me acuerdo de la llegada de mi padre a la casa. La madre ya estaba de pie y se había curado la herida y tapado los moratones. Mi padre le preguntó que la había pasado y ella solo dijo "Me he caído". ¿Por qué no decía la verdad? ¿Por qué no le contó a mi padre que su marido le maltrataba? Sinceramente no creo que ni él lo hubiese tenido en cuenta.
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PARA MI PEQUEÑA MARGOTT
RomansaAño 2023. Margott Dagger, una adolescente huérfana de 17 años, vive con su abuela, ya que es la única familiar que le queda con vida. Esta fallece por una enfermedad terminal. Por lo que Margott, es obligada a internarse en un horfanato. Cuando lleg...