VII: Call 999

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26 de marzo de 1937, Londres, Reino Unido. Es de noche y nos encontramos en un viejo edificio abandonado donde vemos que está repleto de mafiosos. De repente, estos comienzan a escuchar las sirenas de las patrullas policiacas a lo lejos. Al principio piensan que iban para otro lado, pero de pronto ven a uno de los suyos bajando apresuradamente las escaleras, preocupado. Grita con voz alarmada: "¡Los perros vienen para acá, prepárense muchachos!".

Afuera se ve cómo llegan rodeando toda la manzana al menos sesenta y cinco autos de la policía. Los uniformados salen rápido, cada uno portando su propio armamento: Pistolas Webley Mark VI, Revólveres Webley Mk IV, Fusiles Lee-Enfield No. 1 Mk III y Escopetas. No todos llevaban la misma armería pero todos listos para lo que se avecinaba. De uno de los vehículos descienden Arthur y William, fusil en mano. El primero llevaba el Lee-Enfield y el segundo un Webley Mk IV de reserva.

Con mirada seria y tono tenso, Arthur le dice a William en inglés: "Que Dios nos acompañe, amigo", mientras quita el seguro a su rifle, preparado para lo que fuera a suceder.

En eso se veía como un policía se acercaba al edificio con un megáfono en mano, demandando a los mafiosos que se encontraban dentro que se rindieran de inmediato y depusieran sus armas de fuego para evitar un derramamiento de sangre. Sin embargo, los mafiosos ya se encontraban preparándose para la confrontación desde el quinto piso del inmueble.

Varios sicarios se apresuraban en armar las ametralladoras ligeras Lewis y las medias Vickers, mientras otros comenzaban a romper las ventanas para poder apoyar el fuego. Una vez estuvieron listas, asomaron las Lewis por las ventanas recién rotas y abrieron fuego indiscriminado contra los policías que se resguardaban afuera.

La lluvia de balas tomó por sorpresa a los uniformados. El primero en caer fue el propio portavoz que pedía la rendición a través del megáfono. El plomo comenzó a impactar contra los autos y suelos donde los policías buscaban refugio.

William, le gritó con urgencia a su compañero Arthur, también en inglés: "¡Tenemos que avanzar ya y tomar el lobby! ¡Están masacrándonos desde arriba!". Con la situación fuera de control, no les quedaba más opción que arriesgarse a entrar.

Arthur le indicó discretamente a sus compañeros que se prepararan, pues era momento de pasar a la acción. Con lentitud pero firmeza, fueron tomando posiciones alrededor del edificio objetivo. De pronto, un estallido rompió la tensa calma. Las ventanas del lobby habían volado en pedazos bajo el fiero rugir de las ametralladoras Vickers. Una lluvia de plomo cayó sobre los automóviles estacionados, acribillándolos.

Los policías se apresuraron a poner distancia entre ellos y las patrullas, temiendo que alguna fuese alcanzada y estallara. Buscaron resguardo tras los muros de los edificios circundantes y en las callejuelas aledañas. Desde ahí devolvieron el fuego como pudieron, aunque la posición enemiga les daba claro dominio. Pronto se vieron superados y la situación se volvió crítica. Arthur supo que necesitaban refuerzos ya.

Llamó por radio a la central mientras los disparos cesaban gradualmente. Calculó que les llevaría al menos diez minutos reagruparse con apoyo adicional. Aprovechando la tregua, se replegaron a una construcción contigua donde habían improvisado un puesto de mando. Desde allí planearían la mejor forma de tomar el edificio con bajas mínimas, antes de que los criminales reanudaran su feroz respuesta.

Arthur habla con voz seria a sus compañeros en inglés: "Las alcantarillas son una opción según la información que nos dieron estas se conectan con el edificio por debajo y hay una escalera que da al sótano del edificio".

William habla con voz seria a sus compañeros en inglés: "Pero puede que ya tengan eso defendido y esa escalera solo sería un matadero tratar de subirlas y si tienen explosivos pues la entrada queda neutralizada".

Azur Lane: Las Aventuras De Un Bastardo Sin GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora