II: Nuevos deberes.

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8:40 a.m. 28 de marzo de 1937, Londres, Inglaterra, Reino Unido.

Un tenue halo de luz matutina se filtraba a través de los ventanales de la pequeña cafetería, iluminando la mesa donde se encontraban Farnesio, Aidan y Cracker Claigeann. El aroma a café recién hecho y tocino crujiente se mezclaba con el murmullo de las conversaciones matutinas, creando una atmósfera acogedora y a la vez cargada de anticipación.

Sobre la mesa, tres platos repletos de un desayuno inglés completo desafiaban cualquier apetito. Huevos fritos, salchichas doradas, beicon crujiente, frijoles horneados, champiñones salteados y tomates asados se amontonaban junto a montañas de pan tostado y una generosa porción de salchichas Cumberland. Tres vasos de jugo de naranja completaban la escena, esperando ser sorbidos.

Aidan y Cracker Claigeann se abalanzaron sobre la comida con el apetito de hombres que habían trabajado duro. Sus tenedores se movían con rapidez y precisión, atacando los platos como si fueran enemigos a vencer. Farnesio, sin embargo, contemplaba la abundante comida con una mezcla de asombro y preocupación. Proveniente de un lugar donde los desayunos eran asuntos mucho más modestos, la magnitud de lo que tenía ante sí le parecía desproporcionada.

"Oye, escoces". Comenzó Farnesio, su voz apenas un susurro sobre el ruido ambiente, "¿Es que hoy haremos mucho trabajo? Porque la verdad, este desayuno me tendrá lleno hasta la hora de comer."

Cracker Claigeann levantó la vista, sus ojos azules brillando con anticipación. Con un tenedor en la mano, señaló a Farnesio con aire conspirativo.

"Así es, compañero". Respondió con su característico acento escocés, la voz ronca por el sueño. "Así que come bien, porque nos espera un largo día de trabajo en las calles."

Aidan, que había escuchado la conversación, asintió con la cabeza. "Y por si acaso". Añadió, su voz serena, "Pidamos unos panes para llevar. No sabemos cuánto durará esto."

Farnesio suspiró y se resignó. Agarró su tenedor y cuchillo, dispuesto a enfrentarse al desafío que se le presentaba. Mientras comenzaba a comer, el ambiente de la cafetería lo envolvió por completo. El tic-tac del reloj, el murmullo de las conversaciones, el tintineo de las tazas y el olor a comida caliente crearon una especie de burbuja temporal, un momento suspendido en el tiempo antes de que la realidad de la calle los reclamase.

Los tres hombres abandonaron la cafetería, satisfechos pero con un ligero peso en el estómago. Aidan, había insistido en llevar unos panecillos rellenos de chocolate y vainilla, como si quisiera llevar un poco de dulzura a lo que se avecinaba. Farnesio, cargando la bolsa con los panecillos, se sentía cada vez más agobiado.

Caminaban por las calles de Londres, un laberinto de edificios de ladrillo y adoquines que parecía absorber el sonido de sus pasos. La ciudad, aún adormecida por la mañana, comenzaba a despertar. Los vendedores ambulantes gritaban sus productos, los autos sonaban por las calles y el olor a café y pan fresco llenaba el aire. Pero para Farnesio y Aidan, la belleza de la ciudad se veía eclipsada por la sombra de su futuro incierto.

Aidan, con voz baja, rompió el silencio. "Oye, ¿Qué crees que nos pondrán a hacer? ". Preguntó, sus ojos fijos en el bullicio de la calle.

Farnesio suspiró, su rostro reflejando una mezcla de resignación y temor. "Pues qué crees tú, obviamente trabajos de la maldita mafia. ¿Qué más puede ser? Es eso o un tiro en la cabeza. Aunque bueno, con estos tipos, puedes recibir un tiro sin venir a cuento. Así que mejor nos preparamos para lo peor."

Aidan asintió con la cabeza, su expresión seria. "Ya sé que haremos cosas de mafiosos, pero ¿exactamente qué? Cracker tiene experiencia en hacer quién sabe qué cosas, pero nosotros... lo más probable es que seamos sus asistentes."

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⏰ Última actualización: Oct 29 ⏰

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Azur Lane: Las Aventuras De Un Bastardo Sin GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora