Memorias del Pasado

37 3 2
                                    

14 de febrero de 1916. Kailash, Himalaya, Dinastía Qing.

El aire, gélido y rasposo como lija fina contra la piel, penetraba hasta los huesos. Cada inhalación era un desafío, una lucha contra el frío que se adueñaba de cada centímetro de mi ser. El viento, un ululato ancestral, azotaba con furia las escarpadas rocas, esculpiendo melodías desoladas que se entrelazaban con el crujido sordo de la nieve bajo mis pies. Un frío abrazo que me recordaba mi insignificancia ante la inmensidad de la naturaleza.

El sol, pálido y tímido como un niño asustado, apenas lograba perforar el denso manto de nubes que velaba el cielo. Su débil luz, azulada y opaca, bañaba el paisaje con un aura fantasmal, acentuando la sensación de aislamiento y misterio que reinaba en este rincón remoto del mundo.

Nos encontrábamos en las faldas del Kailash, una pirámide de hielo y roca que desafiaba las alturas, un coloso sagrado que se erguía como un centinela eterno. Sus picos nevados, resplandecientes bajo la tenue luz, parecían tocar el firmamento, acercando el cielo a la tierra. La montaña, envuelta en un halo de misterio y veneración, era un imán para la mirada, un enigma que despertaba en mi alma una profunda sensación de asombro y respeto.

El suelo, agrietado y erosionado por el paso del tiempo y las inclemencias del clima, estaba cubierto por una gruesa capa de nieve que crujía bajo el peso de nuestros pasos, como si la montaña misma se quejara ante nuestra intromisión. A lo lejos, un glaciar serpenteaba por la ladera, una lengua de hielo que descendía hacia el valle, arrastrando consigo los secretos de milenios. El agua, cristalina y pura como un lágrima, goteaba incesantemente, formando delicadas cascadas que se estrellaban contra las rocas con un suave murmullo, una melodía que invitaba a la meditación.

El silencio era casi absoluto, roto únicamente por el susurro del viento y el lejano graznido de un cuervo que sobrevolaba las cumbres, su solitario croar resonando en la inmensidad del paisaje. El aire, puro y cristalino, estaba impregnado de un aroma a pino y tierra húmeda que me transportaba a un mundo primigenio, donde la naturaleza reinaba sin oposición.

A medida que ascendíamos, la temperatura descendía inexorablemente, intensificando la sensación de frío que me envolvía. El viento, cada vez más fuerte, azotaba mi rostro con ráfagas gélidas, mientras las nubes se arremolinaban a nuestro alrededor, creando un espectáculo de formas y colores cambiantes que me hipnotizaba. El paisaje se volvía cada vez más agreste y salvaje, un laberinto de rocas escarpadas y valles profundos que desafiaba cualquier intento de domesticación.

Al llegar a una pequeña explanada, mientras nos deteníamos para contemplar el espectáculo que se ofrecía ante para los ojos. El cielo, de un azul intenso y profundo, estaba sembrado de estrellas que titilaban como diamantes en la oscuridad. La Vía Láctea, una banda luminosa que cruzaba el firmamento de un extremo a otro, era un espectáculo sobrecogedor que me recordaba mi insignificancia ante la inmensidad del universo.

La boca de la cueva, una oscura y húmeda grieta en la imponente mole del Kailash, se abrió como un ojo que se despertaba. De sus profundidades, un portal ovalado comenzó a palpitar con una luz interna, pulsante y enigmática. Un vórtice de energía oscura se arremolinó en su interior, dando forma a una figura que emergía lentamente.

Era Observer Alpha, una Siren como ninguna otra. Su figura era esbelta y grácil, casi etérea, contrastando con la brutalidad del entorno. Un pecho plano y andrógino completaba su silueta, acentuando su aspecto alienígena. Su cabello, un manto de plata rizado que le llegaba hasta las pantorrillas, ondeaba suavemente a pesar de la ausencia de viento en la cueva. Dos ojos dorados, luminosos como estrellas distantes, recorrieron el espacio circundante, evaluando cada detalle. Un tocado negro y puntiagudo, en forma de oreja alargada, adornaba su cabeza, dándole un aire de majestuosa autoridad.

Azur Lane: Las Aventuras De Un Bastardo Sin GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora