Capitulo II: Decisiones De Vida

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27 de marzo de 1937, Carretera A45, Inglaterra, Reino Unido

El sol, aún bajo en el cielo, bañaba la campiña con una luz suave y dorada. Sus rayos, oblicuos a esa hora de la tarde, acariciaban la hierba tierna y recién brotada, tiñéndola de un verde intenso y luminoso.

La carretera A45, una cinta de asfalto que serpenteaba a través del campo, parecía dormir tranquila bajo el sol primaveral. El asfalto, aún caliente por las primeras horas de luz, emanaba un leve olor a betún que se mezclaba con el aroma dulce y fresco de la tierra húmeda.

El aire, limpio y puro, acariciaba la piel con una suave brisa que movía las espigas de los primeros cereales que comenzaban a asomar entre la hierba. El sonido de este movimiento era un susurro constante, un murmullo que invitaba a la tranquilidad y a la contemplación.

A lo lejos, el canto de los pájaros llenaba el aire de melodías alegres, anunciando el despertar de la naturaleza. El trino de los gorriones, el gorjeo de los mirlos y el canto melodioso de las alondras creaban una sinfonía natural que envolvía todo el paisaje.

Los árboles, aún sin hojas, comenzaban a mostrar los primeros brotes verdes, prometiendo una explosión de color en las próximas semanas. Sus ramas desnudas se dibujaban contra el cielo azul, creando una silueta delicada y elegante.

El olor a tierra mojada, a hierba recién cortada y a flores silvestres que empezaban a asomar entre la hierba, creaba una atmósfera embriagadora y llena de vida. La naturaleza, en su despertar primaveral, ofrecía un espectáculo visual y olfativo que invitaba a disfrutar de cada instante

El sol de la tarde, implacable, se reflejaba en las ventanas de una pequeña gasolinera, proyectando largas sombras sobre la carretera. Dentro, un ambiente cargado de tensión contrastaba con la aparente tranquilidad del lugar. Farnesio y Aidan, con aspecto desaliñado, masticaban apresuradamente unos sándwiches mientras sorbían el jugo de manzana de sus botellas. Sus ojos, cansados, recorrían la tienda como si esperaran un sobresalto en cualquier momento.

De pronto, la puerta se abrió con un chirrido y Cracker Claigeann, con una mirada penetrante entró en la tienda. Caminó con paso decidido hasta donde estaba el dúo y, sin mediar palabra, les señaló la puerta con la barbilla. "Tengo unas monedas". Anunció con voz ronca, su acento escocés cortando el aire como una navaja". Vamos afuera al teléfono. Tenemos que hablar con Bufalino."

Sin esperar respuesta, Cracker se dio la vuelta y salió de la tienda. Farnesio y Aidan intercambiaron una miradas irritadas antes de seguirlo. El aire fresco del exterior los golpeó en la cara, pero no logró disipar la sensación de opresión que los envolvía.

Las carretas, aparcadas a cierta distancia de la gasolinera, parecían sumidas en un sueño profundo. El grupo se dirigió hacia el teléfono público, una vieja cabina de hierro que se erguía solitaria en medio del aparcamiento. Farnesio, con la voz irritada y cansada, se dirigió a Cracker. "¿Y nosotros?". Preguntó, sus ojos clavados en el suelo. "¿Qué va a pasar con nosotros? Con todo esto de la guerra contra el crimen organizado y lo que pasó en esa finca... ¿Crees que Bufalino nos va a seguir necesitándonos?"

Cracker se giró hacia él, su mirada fría y penetrante. "No te preocupes por eso". Respondió con voz seca. "Tú solo preocúpate por seguir vivo."

Con estas palabras, el escocés extrajo un puñado de monedas de su bolsillo y las introdujo en la ranura del teléfono. Marcó un número con dedos lentos y deliberados, mientras Farnesio y Aidan lo observaban con una mezcla de miedo y esperanza. El sonido de la llamada, que resonaba con una claridad casi irreal en el silencio del lugar, parecía amplificarse en la mente del dúo. Cada tono era como un martillo golpeando en sus corazones.

Azur Lane: Las Aventuras De Un Bastardo Sin GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora