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Las tardes de primavera eran hermosas en Niravis

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Las tardes de primavera eran hermosas en Niravis. Las plantas estaban en su mejor momento ya sea erguidas hacia el sol o luciendo sus flores con los mejores colores.

Esto era una buena señal para cualquier sanador. Era el momento en el cual tenía que reponer todos los materiales que se utilizaron durante el invierno y otoño.

La temporadas de gripe fue alta, por lo tanto era necesario reponer todos los materiales utilizados.

Uno de ellos fue el eucalipto. De este solo necesitaba sus hojas, lo que significaba arrancar algunas ramas para después desnudarlas, en pocas palabras.

Sostuvo su vieja canasta en la curva de su brazo, mientras con la otra mano acomodo su sombrero de paja sobre su cabeza. Esta vez había optado por un vestido ligero, pues no tenía que viajar en su Avis y el clima estaba en el punto ideal para esas faldas.

Camino por un corto sendero hasta unos árboles de eucalipto que se habían plantado hacia varios años. Eran la principal fuente de los sanadores para obtener dichas hojas, aunque también podían ser tomadas por las personas que les gustaría aliviar sus gripes sin la presencia de sanadores.

Algo que sucedía poco. Khalizy vio esto desde que era joven cuando su madre en pleno invierno tenía que irse de su hogar para atender a algún enfermo; y ahora lo vivió, pues no hubo un día de nevada en donde no saliera de su casa. Claramente esto a Krack no le gustaba, no apreciaba ver a su mujer e hija salir en esas condiciones. Decía que si todos los sanadores seguía saliendo así, no habría nadie que los sanara cuando caigan en cama.

Claramente tanto ella como su madre, Evaly, siguieron con su trabajo, pero tomaron en cuenta lo que dijo su padre y dejaron que otros sanadores se encarguen de atender los casos "leves".

Una vez que llego a la base del árbol, dejó su canasta en el suelo y tomó su daga lista para cortar una de las ramas y así poder tomar tranquila las hojas.

Se estiro un poco hasta poder sentir con la punta de los dedos las delgadas ramas. En un intento de hacer todo rápido, trato de arrancarla tirando de esta hacia el suelo, pero solo provoco una sacudida en la rama y las ramas vecinas.

Y ninguna hoja cayó.

Así que decidió realizar la tarea elaborada. Sosteniendo la rama con una mano, la acerco a ella; luego con su mano libre, sostuvo la daga y empezó a frotar el filo contra la leve madera para cortarla.

Se necesito de muchos minutos para cortarla; pues el filo estaba gastado, siempre se olvidaba de pedirle a su abuelo que lo afile. Aunque para su fortuna, tenía paciencia.

Una vez tuvo el pedazo de la rama en la mano, la dejo en el suelo y paso a otra rama. Repitiendo el proceso, solo que esta costaba más al ser más gruesa.

— Por qué agarré la que es más gruesa —Se lamento mientras frotaba más fuerte el filo del arma con la esperanza de acelerar el corte.

— Deberías culpar a tu daga en vez de la pobre rama.

Mi Pelirroja -Thorin Oakenshield -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora