Capítulo Dos

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El tiempo pasó, el dolor fue mermando. La transición entre la inocencia y confrontar la vida real había sido lenta y paulatina, mucha agua tuvo que pasar por debajo del puente.
Alessandro se vio obligado a renunciar a sus estudios y conseguir un trabajo que nunca disfrutó como operador telefónico, era un empleo que detestaba, sumamente repetitivo y estresante, pero como lo desconocido le aterraba y confrontar situaciones le era realmente imposible, había mantenido ese mismo empleo durante los últimos nueve años. En un comienzo su esperanza era estudiar en paralelo al trabajo, pero las cosas se complicaron y el dinero era realmente un problema en  la casa desde la muerte de su padre, y si bien él concurría a una universidad pública, los gastos que demandaba la carrera de arquitectura eran inviables para él en aquel momento.

El problema económico en aquella casa céntrica donde los Doria habían vivido toda su vida venía en un claro ascenso desde la muerte de Ángel, puesto a que los hermanos habían conseguido trabajos con salarios bajos a causa de la juventud y la inexperiencia que ambos tenían en el plano laboral. Eso era lo común, en este país debías cargar con el estigma de ser joven e inexperiente, la juventud solo tenía acceso a un franja de sueldos muy inferiores, y generalmente accedían trabajos no muy agradables.

 Todo tuvo un punto de inflexión y aquél hogar tuvo que ser vendido cinco años después de que el sustento de la casa desapareciera para siempre, la venta no pudo haberse dado en peor momento, ya que una crisis económica comenzaba a denotarse en aquel país, la gente desesperada comenzó a vender, y a causa de las inestabilidades que por aquel entonces comenzaban a aparecer, la gente tenía mucho temor de comprar algo, por lo que los precios de los inmuebles, comenzaron a bajar estrepitosamente, como consecuencia el arreglo fue muy malo para los vendedores, la única oferta que recibieron, fue por la mitad del precio del inmueble. 

Alessandro, que estaba sumido en una fuerte depresión ya que no solo su padre había fallecido, sino que su sueño de ser arquitecto estaba hecho añicos. Él aceptó la oferta sin consultarle a su hermana, y sin prácticamente plantearse lo ridículo de la oferta. Para cuando Nathaly se enteró, ya era demasiado tarde, pues ya existía un pre acuerdo y romperlo hubiera significado desembolsar un dinero que ellos no tenían.  Esto provocó no solo que el dinero que recibieron se fuera casi exclusivamente en pago de las deudas que habían contraído con el tiempo, sino que también derivó en una pelea que tuvo como consecuencia el distanciamiento de ambos por años.

Así el tiempo pasó, casi imperceptiblemente, pero con paso constante, mientras que Nathaly compró un pequeño departamento,  desarrolló su carrera como nutricionista, accediendo a un empleo como una de las principales figuras en un centro de medicina deportiva, Alessandro continuó con su empleo como operador, consiguiendo únicamente un ascenso y viviendo en un pensión compartida con otras personas. Su habitación daba al final de una largo pasillo con varias puertas, si bien la habitación era grande, y contaba con baño propio, el compartir casa con otras diez personas que cambiaban de vez en cuando no era lo mejor, pero era lo que su mente concibió como correcto en un principio. Era algo transitorio, que terminó siendo permanente. 

Se sumió tanto en la cotidianidad que dejó de plantearse el porque de las cosas, simplemente se dedicaba a  cumplir con sus labores y esperar que pasara otro día, igual al anterior, en sus días de descanso se limitaba a deambular por su cuarto sin hacer nada en concreto y dar una pequeña caminata por un parque quedaba a unas dos cuadras de la casa de huéspedes donde vivía, para convencer  su mente de que efectivamente estaba haciendo algo productivo por sí mismo.

Con el tiempo comenzó a notar que sus sentimientos ya no dolían o profanaban su alma, ya no se arremolinaban sobre su mente dejándolo inactivo, las lágrimas comenzaban a mermar, su juventud parecía más bien parte del recuerdo de otra persona, algo que fue, y que nunca más será, la depresión ya no tenía sentido, el recuerdo de su padre era retenido en algún lugar obscuro y olvidado de sus recuerdos. Ya no había posibilidades de mostrarse como realmente fue alguna vez, pues a fin de cuentas ¿A quién le  importaba siquiera un poco su existencia? Esa pregunta era la coartada perfecta para justificar sus propios temores e inseguridades, era la coartada perfecta para no permitirse sentir dolor nunca más. 


El tiempo había transcurrido, diez años se esfumaron, diez años se sepultaron para siempre, pero a la vida de Alessandro aún le quedaba un giro de tuerca, los grandes demonios de su mente aún no habían sido liberados, pero el destino, paciente e implacable, iba a encargarse de que todo aflore con la furia de algo que estuvo cautivo y controlado por mucho tiempo, pero que ahora era inevitable que saliera a luz. Las atrocidades que estaban apunto de ocurrir serían la consecuencia de un hecho que cambiaría su vida para siempre, desde ese punto, ya no existió retorno, ya no existió control.

El mundo de la menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora