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Esa pesadilla se sintió verdaderamente real, casi pude sentir que Nathaly estaba allí conmigo, no tengo dudas ésto fue un juego más de ese horrendo espectro . Mi cuerpo tiembla de manera casi imperceptiblemente, los nervios corrompen mi cuerpo, la desesperación se apodera de mí, una nueva noche en la que casi no duermo, y ya no puedo pensar con claridad.

Tan rápido como pude abandoné el desastre en el que se había transformado mi habitación con el temor de tener que padecer una nueva aparición.  En cuanto salí al pasillo, una figura se me atravesó por delante, horrorizado solo atiné a cubrirme el rosto esperando lo peor.

-Alessandro ¿Estás bien? te ves algo alterado- Era el chico que se había mudado a la habitación conjunta, Leonardo creo que era su nombre.

-¡Que susto me llevé! ¿Leonardo verdad?

-Leonardo Assario para servirte, y no te preocupes, suelo causar esa reacción en las personas- me dijo con tono jocoso- Supongo que tienes la misma "bendición" que yo, estás desvelado, ¿No? -Me dijo enseguida.
-No duermo muy bien desde hace unos días. Solo necesito algo de aire fresco, para ver si regresan a mi las ganas de dormir -Le dije. 
-De seguro si sales te congelarás, vaya invierno crudo éste - Luego de unos segundos en los que parecía pensar en algo Leonardo me dijo -Siempre pensé que la gente que habla de banalidades como el clima realmente no tiene mucho que decir, sin embargo aquí me ves hablando con un desconocido casi a las tres de la madrugada sobre el clima ¡Vaya sujeto interesante resulté ser!

Aquel extraño sujeto había logrado algo casi impensado, logró arrancarme una sonrisa que inmediatamente se transformó en sentimiento de culpa, ¿Qué derecho tengo de reír? la respuesta era sencilla, ninguno, no después de lo que hice, obligué a la mente en enfocarse en la realidad, en mí verdad, soy un asesino, no tengo derecho alguno a hacer algo que no sea arrepentirme y cargar con eso.

-Oye Alessandro, soy nuevo por aquí , realmente me vendría bien charlar con alguien ¿Te molestaría tener compañía? -Para ser sincero necesitaba hablar con alguien, distraer la mente que en ése punto era incapaz de desprender una sola idea clara.
-Claro, me vendría bien alguien con quien charlar.

Así salimos al frío de la calle en una noche de invierno tan gélida como las últimas, la escena era desoladora, solo podía escucharse el débil zumbido del viento recorrer las calles con malicia agitando las hojas de los árboles haciéndolas parecer cascabeles. Muy a lo lejos podía oírse algún automóvil aislado que intentaba quebrantar el imperioso sonido de la nada, las luces separadas unas de otras apenas generaban una fantasmagórica luminiscencia .

Luego de un buen rato Leonardo y para palear un poco el frío decidimos comprar un whisky. Ninguno de los dos tenía sueño, deambulamos por la ciudad ignorando completamente de que estaba casi desierta, casi una hora después de salir y pasada la mitad de la botella, me sorprendí al caer en cuenta de que me encontraba en mi antiguo barrio, la charla había sido tan agradable que no había reparado en que solo estaba a unas calles de la casa donde solía vivir con mi padre y Nathaly.

La zona lucía totalmente distinta a como la recordaba, hacía mucho tiempo que no pasaba por allí, con tristeza noté que todo allí era diferente, la zona de los bares ahora no era más que un cúmulo de locales cerrados, las calles solo contenían basura acumulada, la alegría que hace apenas diez años atrás rebosaba en la zona, ahora no era más que una ilusión, formaba parte de un pasado que parecía tan lejano, que de momentos resultaba irreal.

-Aquí solía vivir, ¿Sabes?- dije con más dificultad de la que esperaba, el alcohol comenzaba a hacer estragos en mí, poco a poco las cosas no eran tan dolorosas, simplemente por un segundo era un sujeto común bebiendo, sin mayor preocupación que tener que ir a trabajar al otro día.

-Vaya basurero, pero ¿Qué le ha pasado a ésta zona Alessandro? 

-Lo mismo que le pasó al país, la crisis, pero vaya que se ha desmejorado todo, el centro de la ciudad parece sacado de una películas de ésas apocalípticas.
-Oye Alessandro hace rato llevo tratando de decirte algo... algo que seguramente sea algo difícil de creer, pero siento que debo decírtelo- el tono jocoso con el que me habló durante todo nuestro paseo nocturno cambió completamente, lo que me pareció raro, era un sujeto que apenas conocía ¿y quería ventilar una intimidad conmigo? ¡que estupidez!
-Dime... ¿en qué.. pu.. edo ayud.. arte?- A medida que la botella se vaciaba, también disminuía mi habilidad para hablar, comenzaba a sentirme algo mareado, algo cansado, pero de manera mágica mis problemas habían desaparecido de mi cabeza, hasta el momento en el que esa conversación continuó
-Bueno no se bien como explicarme, o como decírtelo, pero hace un rato un ruido fuerte que provenía de tu habitación me despertó, asustado me acerqué al corredor y vi como una chica algo bajita de pelos negros golpeaba tu puerta con su cabeza sistemáticamente dando golpes suaves pero constantes, pero eso no es todo, parecía estar desangrándose, su ropa blanca estaba manchada de sangre que caía al piso, pero al notar mi presencia simplemente desapareció en el acto, dime ¿Estoy loco, o en esa pensión suceden cosas extrañas?- la borrachera desapareció completamente, no había duda, era Nathy, alguien más la vio, no estoy loco. Desesperado, y tambaleándome me eché a correr, ante un pasmado Leonardo que solo me observaba incrédulo.

Corrí hasta llegar a la vieja estatua que pasamos con Nathaly la noche anterior al fallecimiento de mi padre, esa en la reímos de dos chiquillas que decían que en lugar de un libertador, debería de haber un médico, o un maestro. erguida con su espada desenvainada ahora estaba llena de pintura de aerosol, su imagen ya no era estoica, más bien parecía una mera burla, que ironía.  El pasto sobresalía del asfalto que la rodeaba. Luego de percatarme de que no me seguían finalmente me di por vencido y me dejé caer y mirando al cielo y con los ojos llenos de lágrimas repetía una y otra vez aquella canción que habíamos entonado con mi hermana aquella noche donde todo fue alegría de hace diez años.
Me repetía una y otra y otra vez la misma frase "no estamos preparados para morir, no estamos preparados para morir... no estamos preparados..." 

El aire frío ingresaba a mis pulmones y mi cerebro me imploraba detenerse, pero simplemente no podía parar de pensar, todo era demasiado para mí. Ése misterioso espectro había arruinado mi vida, y me había quitado a mi padre e inducido a matar a mi hermana, había jugado con la familia, la había destrozado, como solo otra persona había logrado hacerlo en menor medida.. esa noche a las casi cinco de la madrugada caí en cuenta de algo, la primer pista concreta de que podría haber desencadenado todo, era tan claro, solo había una persona que teníamos en común que nos despreciaba o al menos ignoraba a los tres: mi madre.



El mundo de la menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora