Capítulo 1

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Shinichiro el día de hoy tiene cita al médico y eso me tiene con los pelos de punta. Ya son varias semanas que sufre con "repentinos resfriados" que encuentro absurdos. ¿Cómo alguien puede resfriarse tan fácilmente? ¿Por qué tenía que nacer tan debilucho?

Lo peor es que quería acompañarlo pero él se negó hasta el último minuto. Tan sólo me pidió que fuera a la tienda de juguetes. ¿De verdad le da más prioridad a esa tienda llena de polvo que a su salud?

Es estúpido. 

Tomé mi celular y le mandé un mensaje.

"Shinichiro, me avisas como te fue después" 

No pasa ni un minuto y me responde "Sí lo haré. Tranquilo. Mira ya llegué" 

Me manda una foto del pasillo del hospital y eso me produce escalofríos. "Bien, avísame cualquier cosa" 

"Está bien Manjiro, quédate tranquilo y vigila bien la tienda" 

Ruedo los ojos y ya sin paciencia le escribo "La tienda no me importa tanto como tu salud" 

Sigo caminando en dirección a la tienda y suena mi celular con un último mensaje de su parte "Deja de decir eso, yo estoy bien" 

Claro. Siempre la misma respuesta de "yo estoy bien" cuando no es así. Pasar por esto me trae recuerdos de la época en la que mamá enfermó. Fueron años de mi vida que no me gustaría volver a repetir. Pasillos de hospital, doctores, enfermeras. Era sólo un niño teniendo que enfrentar problemas de adultos. 

—Shinichiro es un idiota. ¿Acaso no sabe lo preocupado que me tiene?—musité apretando mi celular entre mis manos—Ojalá fuera un simple muñeco de madera para no ser capaz de sentir nada. Más encima me obliga a ir a la tienda, siempre es lo mismo con él. Podría haber hecho otra cosa con su vida pero optó por hacer cosas así. 

Me apresuré en llegar hasta la tienda de juguetes ya que iba en contra del tiempo. Él generalmente abría el local en una hora en específico y la mayoría de las veces los clientes solían llegar precisamente a esa hora.

—Igual no me quejo. Si hay clientes. Hay ventas.

Lo bueno es que tenía el día libre. El único día para dejar de lado la ajetreada vida en la universidad. Si hago esto u otra cosa todo es para dejar de pensar en tantas cosas. 

—Lo malo es que...—miré al cielo fijándome que ya no estaba despejado. Ahora todo estaba nublado como si en cualquier instante se rompiera a llover. 

Corrí ya que no llevaba paraguas hasta llegar a la entrada de la tienda sin percatarme que alguien estaba esperándome a unos metros en dónde estaba yo. 

—Buenos días. 

Me giro a ver de quién se trataba dándome cuenta que era una chica. No llevaba paraguas y se estaba cubriendo con su chaqueta. Su color de cabello era castaño claro. Lo llevaba recogido dejando ver mejor su rostro. Me llamó la atención el hecho que vistiera un uniforme de cuidadora o tal vez de enfermera.

—Lo siento por abrir la tienda unos minutos tarde—me disculpé tratando de darle una sonrisa. 

—No importa. Tómate tu tiempo. 

—Bien. 

Menos mal llevaba las llaves en la mano, por lo que abrí la puerta rápido para que ella entrara primero—Pasa. Te estás mojando.

Un corazón dulce como flores de primavera (maitake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora