No sabía dónde buscar primero. Pasé por cada rincón de la ciudad desde el hospital en adelante y no encontré nada.
Mi desesperación aumentaba con cada hora que pasaba. Leí la carta una y otra vez encontrando algo que me ayudara a encontrar a Takemitchy.
Hasta que me detuve a pensar mejor. Ya estaba amaneciendo y miré al cielo y su color azul.
—Azul. Azul. El mar—susurré comprendiendo el sentido de las cosas.
Aceleré tan rápido que no pensé en el peligro de tener un accidente. Tan sólo aceleré sin mirar atrás. Y llegué.
Miré de lejos unos roqueríos y una sensación paseó por mi espalda. ¿Podría ser posible? Bajé de la moto y empecé a correr. El agua llegaba a mis tobillos con cada paso que daba pero era lo que menos me importaba.
No distinguí nada. No ví nada. No había nadie ahí.
Me seguí paseando por aquellos roqueríos y pude ver algo tirado en medio de las rocas.
Agudice mi vista y lo reconocí. Era él.
—¿Takemitchy?
Mi alma volvió a mi cuerpo al verlo y no dudé en ir por él. Al tomar su rostro mi pecho dolió. Estaba completamente herido. Absolutamente todo en él estaba herido.
Era igual a un muñeco hecho pedazos.
—Vas a estar bien. Te lo prometo—sollocé abrazándolo con cuidado.
Lo saqué del agua para dejarlo tendido sobre la arena. Mis manos temblaron al querer tocarlo. No podía hacerlo por temor a que pudiera romperlo.
—¿Takemitchy me oyes? Leí la carta. La leí. Lo siento por llegar tarde, lo siento tanto.
No hubo respuesta. Sus ojos estaban cerrados y su piel fría.
—Despierta por favor, no me dejes solo, te necesito.
Cómo pude lo tomé en brazos y lo llevé hasta la moto. El viaje de regreso a la tienda de juguetes fue una agonía. No podía acelerar y el ir lento me desesperaba de a poco.
Al llegar ví la figura de Shinichiro en silla de ruedas esperándome en la entrada de la tienda junto a Wakasa. Al detenerme frente a mi hermano no tuve otra palabra que decir excepto una.
—Sálvalo.
Dejé a Takemitchy sobre una mesa y Shinichiro se tomó el tiempo en observar cada una de las heridas que poseía. Noté como sus ojos se posaron en el espacio en medio de su pecho.
—Shinichiro por favor. Él te salvó a tí, ahora haz lo mismo con él—le rogué.
—Lo haré Manjiro. Confía en mí, ¿ya?
Asentí y deposité la poca esperanza que me quedaba en mi hermano—Quiero que vuelva a estar junto a mí.
—Y así será.
Fueron días llenos de incertidumbre. Sabía que Shinichiro estaba dando todo para recordar cómo reparar androides pero igual tenía en mente en que no debía presionarlo por su salud que aún estaba delicada.
—Debes ser paciente Manjiro—me decía Wakasa mientras fumaba un cigarrillo observando a la distancia el jardín de nuestra casa—Tu hermano hace años que dejó de trabajar en la creación de muñecos y además su salud aún no mejora del todo. Fue un milagro el que lo hayan dado de alta tan pronto.
—Ya lo sé.
Había días en los que quería ayudar a Shinichiro pero no me lo permitía. Sólo me ordenaba limpiar algunas cosas y recordarle los horarios en los que debía de tomar su medicina.
ESTÁS LEYENDO
Un corazón dulce como flores de primavera (maitake)
FanfictionEn la familia Sano cada ciertas generaciones se han visto poseedoras de la habilidad de crear androides infantiles o "muñecos". Shinichiro ha sido el último en obtener esa capacidad siendo capaz de crear prototipos que crecen con el tiempo si se les...