Capítulo 9

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Cuando ví a Shinichiro tuve que aguantar las ganas de llorar. Su cabello estaba cayendo de a poco. 

—¿Cómo están chicos?—nos preguntó al vernos entrar a su habitación. 

Su aspecto había cambiado ya en un mes de tratamiento. Pero lo único que conservaba intacto era su gran sonrisa. ¿Podría ser que nunca más vea esa expresión suya?

—Mi cuerpo ya está dando señales notorias de la quimio, ¿eh?—Shinichiro observó sus manos y luego nos miró a mí y a Takemitchy—¿Tan mal me veo?

—Al menos tu sonrisa sigue contigo—le comenté sentándome en una de las sillas cerca de su cama. Ahora debía tomar distancia de él para evitar cualquier posible contagio—Aunque no negaré que te ves demacrado.

—¡Ay no!—se quejó Shinichiro simulando dolor en su pecho—Ya no luzco tan guapo como antes. Te cederé mi puesto entonces. 

—Idiota—reí de mala gana. 

Ladeando su rostro exhausto, Shinichiro suspira—Estoy agotado Manjiro. Mi apetito ha cambiado. Y pensar que era yo el que discutía siempre contigo para que te comieras toda la comida, ahora son las enfermeras las que pelean conmigo para que coma algo. 

—¿Duele al comer?—le pregunté recordando la lista de efectos secundarios que ocurría con cada sesión de quimioterapia. 

—Un poco. Hago mi esfuerzo cada día. 

—Y eso se aprecia Shinichiro—indicó Takemitchy en la conversación.

Shinichiro fijó su atención en Takemitchy como si descubriera algo. Luego me miró y me enseñó una sonrisa—¿Podemos hablar?

Takemitchy enseguida nos dejó solos y Shinichiro con toda calma, me comienza a hablar—Sé que hay algo entre ustedes dos. Pero siento que tienes muchas dudas. 

—¿Respecto a qué según tú?

—Cosas sobre Takemichi. 

Me rasqué la cabeza pensando qué decir—La verdad sí. 

—¿Y bien?

—No sé si sea buena idea decirle la verdad, sobre que tú fuiste su creador y que lo fabricaste para mí. 

—¿Se lo quieres decir? 

—Merece saberlo. 

Shinichiro sujeta mi mano. Me percato que ahora está frío y delgado. Realmente ha bajado de peso desde que comenzó la terapia.

—Manjiro, debes hacer lo que creas que es correcto para tí como para él. 

—¿Crees que haga algo? 

—¿Algo como qué?

—No lo sé Shinichiro. Me da terror pensar que haga algo contra él, que se aleje de mí, que huya de nuevo. 

—Debes considerar que ahora él es tan humano como tú o como yo. Ya no es impulsivo como en el inicio, cuando dió sus primeros pasos en mi taller. El que se haya escapado fue un error mío.

—Tengo miedo. Miedo de tantas cosas: de tu salud, de lo nuestro con Takemitchy. Ustedes dos son lo más preciado que tengo. 

Riéndose de mí, Shinichiro golpea con suavidad mi mano—Has cambiado Manjiro. ¿Tenía que pasar esto para que te dieras cuenta del valor de las personas a tu alrededor? 

—Ya sé que soy un idiota. 

—Bueno, aléjate de mí porque puede ser contagioso. 

Su comentario me hizo reír—Ahora solo quiero que mejores Shinichiro. Lo estás haciendo bien como vas. ¿Podrás seguir avanzando?

Un corazón dulce como flores de primavera (maitake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora