Capítulo 7

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¿Una llamada habría bastado para qué arreglarán todo? Capaz si hubiera actuado de otra manera no llevarían dos semanas sin verse más que en fotos. La actividad en las redes que Enzo tenía siguió siendo la misma, historias que no le decían nada.

Eso lo llevó a pensar que tenía razón cuando dijo que había sido un capricho momentáneo, que todo se le habría pasado a la mañana siguiente, porque estaba borracho y sabía muy en el fondo que preferiría haber estado borracho el también, para así poder contarle sus miedos de frente y no hundirse sólo, que lo abrazara haciéndole sentir que todo estaba bien, que miserable se sentía.

Era martes y la plenitud del sol pegaba duramente con el contraste de su vida en ese momento. Lo único que quería era volver a casa, esa misma tarde habló con el encargado del edificio, bajó un arregló de una semana más puso fecha al día en que volvería a Argentina.

Mientras ordenaba la ropa tirada sobre la cama, guardandola, quizás por última vez, vio en el placar el buzo que había sido de su papá, el buzo que le había prestado a Enzo. Lo sujetó con las manos con la mirada plasmada en la tela, apretó la manga como si buscara volver a ese momento.

No sabía si lo sabía, como su amiga confidente le había dicho, el sabía que quería ser feliz y al mismo tiempo sentir que era correcto, que eso estaba bien.

Sin importar que no hiciera frío y que no fuera necesario se puso el buzo sin detenerse a pensarlo demasiado.

Se sentó junto a su cama y con los brazos en las rodillas olió el aroma que el buzo tenía, olía a él, olía a perfume, a piel, a amabilidad y reservación, a tantas cosas que formaban parte de una persona.

Se sentó junto a su cama y con los brazos en las rodillas olió el aroma que el buzo tenía, olía a él, olía a perfume, a piel, a amabilidad y reservación, a tantas cosas que formaban parte de una persona

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Con la cabeza entre los brazos y la culpa en el corazón empezó a llorar, por primera vez después de tanto, y el no era de los que lloraban. Habría preferido tener a su gato cerca, porque sabía que por muy arrogante que Anderson fuera no lo juzgaría por nada, no lo miraría mal, era un gato y le tenía muchísima más simpatía que a otras personas.

Como un niño atado a un juguete se acostó después de sacarse el buzo, lo puso a su lado y se miró a si mismo. Había aprendido a extrañarlo, deseo tanto ser un hombre mejor, alguien valiente, como un soldado que no cambia la guerra si no las armas, determinado, que sabía que quería y no lo sobrepensaba hasta quedarse sin aliento.

Desearía ser un hombre mejor, quizás estarían enamorados si fuera un hombre mejor.

Almorzó como de costumbre y habló con un chico que manejaba un canal para una breve entrevista. Después de bañarse y cambiarse, abrió la caja de mate cocido que había dejado cuando se fue. Mientras lo bebía se asomó por la ventana y afuera miró como dos nenes Scouts le hablaban a un abuelo de lugar. Ese día sí tenía ganas de comprarles, sonrió y les gritó desde arriba para que lo vieran. Después bajó a paso rápido.

-¿Qué andan haciendo?-Preguntó con una débil sonrisa.

Los dos nenes sonrieron y el más alto se fijo en una bolsa que llevaba con lo que vendía.

Aquél verano en Uruguay| Enzo Vogrincic x Matías Recalt (FANFIC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora