Capítulo: XIV

56 5 321
                                    

El sturi twatwilkra nazi.

1943

Heinrich Himmler se preparaba como cada mañana para visitar el campo de exterminio en Treblinka, el trabajo era pesado. Eran cada vez más los disidentes, osados hombres que se negaban a llevar a cabo sus sanguinarios planes para la extinción de los judíos, para él no eran más que unos inútiles maricas que no merecían ninguna piedad.

Un monstruo que sería recordado para la posteridad.

El tren lo dejó frente al campo. El aire olía a muerte y desesperanza, el sufrimiento prolongado entre los prisioneros era palpable, cargaba el ambiente con una niebla negra que hedía a carne podrida, heces y orina acumulada como un bloque de heno y estiércol. Su figura imponente se distinguía desde la distancia, como un verdugo revestido en cuero y lana escrutando los alrededores, en busca del siguiente desdichado al que torturar.

Se acercó al jefe en cargo de aquel sitio de horror, su mirada altiva se encontró con los ojos feroces de Himmler, que impasible le demandó un reporte de las últimas semanas. No había estado allí en un tiempo, la última vez habían ejecutado a un total de cuatrocientos apenas de la cantidad estimada, y no pensaba aceptar una cifra igual de decepcionante.

Horrores, sufrimiento era lo que reflejaban los rostros magullados, cadavéricos y lacerados de niños, mujeres, ancianos y hombres un día fuertes, que ahora estaban en los huesos o directamente se arrastraban por el suelo buscando huir de los maltratos.

Los resultados que Himmler buscaba, para su grata satisfacción fueron los esperados. Una sonrisa socarrona surcó sus labios torcidos en una mueca de desdén, observó a lo lejos a un hombre arrodillado en el suelo, incapaz de mover sus piernas al encontrarse en un estado avanzado de desnutrición, con los huesos casi por perforar su piel cenicienta.

Uno de los soldados le gritó que se pusiera en pie y avanzara en la fila. Himmler ordenó que se detuvieran y miraran al frente, justo hacia él. El pobre anciano en sus últimos esfuerzos, intentó darse la vuelta, pero cayó de nuevo hacia el lodo. Los soldados se aproximaron a castigarlo sin miramientos como los policías reprenden a un criminal que se rehúsa a responder por sus actos.

Pero Heinrich intervino, y les dictó que lo trajeran ante él.

Lo arrastraron hacia el funesto tirano, que con una expresión pétrea miró directo a los ojos de los hombres pavorosos que mantenían la cabeza agachada, temerosos de ser fusilados a muerte por tan solo cruzar miradas.

—Levántate —demandó con voz torva. El hombre derramó un par de lágrimas mientras hacía un último esfuerzo por ponerse de pie. Trastabillando lo consiguió, y alzó la mirada hacia el vil tirano. Con un ademán le indicó que caminara en dirección contraria—. Anda, muévete.

Pero el pobre hombre estaba ya muy débil, cuando intentó darse la vuelta se tambaleó, y cayó sobre sus rodillas una vez más, indefenso ante la mirada hostil que le lanzó Himmler. Desenfundó su arma, el pobre hombre comenzó a temblar y a suplicar piedad mientras todos los otros se estremecían con terror.

Bajo el techo lóbrego de un cielo infestado de nubes negras, con el humo de los crematorios incinerando los cuerpos, y que salía de las gigantescas chimeneas manando un hedor vomitivo que le revolvía los órganos a cualquiera, la miseria para el pobre anciano terminó con sus últimos segundos plagados de terror e incertidumbre, y un estallido a secas que dejó en el aire pestilente un silencio desamparador. Antes de marcharse, Himmler ordenó a sus hombres que se llevaran el cadáver junto con los otros hacia los hornos.

A sus espaldas dejaba el horror que se desataba a diario y que descaradamente se atrevía a llamar hazaña. Himmler no era ningún héroe ni mucho menos un memorable arquitecto de su nación, tan solo era un asesino más que se respaldaba en su poder como mano derecha de Führer. No habría paz mientras su mandato siguiera en pie, no habría justicia ni tampoco clemencia, mucho menos sintió remordimiento o compasión.

La Epifanía Del Infierno (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora