Capítulo: III

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Su mitología.

1897

Una leyenda, cuya veracidad nunca pudo comprobarse ni desmentirse, existió por algún tiempo mucho antes de su llegada a la Tierra. Según los registros de Kilmao Espel, un célebre cura en Prinzapolka, pero que en secreto practicaba las costumbres y tradiciones miskitas, un demonio muy antiguo que ante su arrogancia y actitud déspota hacia Dios, fue expulsado del Paraíso, aquella historia escrita en la Biblia mucho tiempo atrás.

El temible mal encarnado en Lucifer.

Según su leyenda, en sueños se le reveló una profecía, la epifanía de un mal que se engendraría en una concepción inmaculada como la de María. Un astuto demonio capaz de corromper, torturar o manipular a su antojo la débil mente humana.

En dichas revelaciones, él pudo ver a un joven muchacho serafín en apariencia, fiel y devoto a la voluntad del Creador, pero que aguardaba en su corazón una ira ponzoñosa, un vil rencor que terminó por corromper su propósito divino. Su ira se debía a la poca o inexistente potestad para tomar decisiones con relación a la vida o a los humanos, sus ideas pese a que asertivas y embriagadas de un brillante conocimiento, eran hasta cierto nivel hostiles, agresivas.

Sus proposiciones representaban severos castigos en lugar de un equilibrio en la balanza de la justicia, hablaba con tal arrogancia al momento de dirigirse hacia el hombre, que sus palabras poco a poco despertaron la inquietud del Todopoderoso.

Kilmao expresó en sus escrituras, las siguientes palabras:

La criatura era sencillamente hermosa. Unas preciosas alas perladas de gemas preciosas que aún alzadas hacia el prístino fulgor del sol poniente, se arrastraban por el suelo de mármol. Era una belleza prueba de la existencia de Dios nuestro creador, pero su osadía y necedad eran reprochables, más que un defecto, una enfermedad.

Miró a los ojos a nuestro señor Padre, él jamás lo creyó digno, pensó que con tanto poder era demasiado débil para tener su propio mundo cosechado bajo su enseñanza, lo miraba regodearse de haber creado a la raza perfecta hecha a su imagen y semejanza, afirmando que en su misericordia les daría una prueba de su existencia. No pensó en matarlo, ni derrocarlo, su odio podía más que su impulsividad, pero lo que nuestro Señor tiene de bondad, lo tiene de astucia.

Se dio cuenta de sus perversas intenciones, no trató de razonar con él, entre más lo dejaba acercarse más agresivo se volvía y peores eran sus propuestas. Llegó un momento en el que la criatura no pudo ocultar más su rechazo hacia el mandato del Todopoderoso, en un acto de rebeldía tomó una espada y cual guerrero blandiendo su arma en la batalla, se acercó a él en aras de estacarle el corazón.

Solo interceptado por el Arcángel Miguel en una cruenta y feroz batalla, con los ecos de un grito de guerra que aún me persigue en sueños. El guerrero lo desterró del Paraíso, declarándolo como "uno de los Caídos junto a su séquito" antes de expulsarlo y vencer su amotinamiento al fin. Ante los ojos de su escolta, una de las gemas en sus preciosas alas fue arrancada de su carne con una ira diabólica, seguido de otras dos más, y otras, y otras.

En segundos sus alas solo eran músculo expuesto con hilillos negros de su espesa sangre, un río encharcado se arremolinó a su alrededor, manchando los dedos de sus manos estrangulando la baldosa blanca sobre la que se encontraba arrodillado. Aún recuerdo sus sonoros aullidos desesperados ante el ahogado dolor, desgarraban las paredes de mi cabeza y me llenaron de desasosiego el corazón, como si el responsable de aquel sádico sueño quisiera que lo recordara para la posteridad.

La Epifanía Del Infierno (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora