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MILLIETH

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MILLIETH

Odio registrarme.

Es la misma rutina de siempre, levantarnos antes del amanecer para registrarnos en La Casa del Cielo, las filas son extensas, el personal te mira con desprecio, como si fueran superiores a nosotros solo por la insignia y uniforme que portan. Mis dedos juegan con el pedazo de papel que me otorga una identidad en este desastre de pueblo — ¡Ey! Camina niñata...detienes la línea— mis pensamientos son interrumpidos al sentir un empujón por detrás, no vale la pena pelear, todos queremos ir a casa. Recorriendo el tramo que dejé mis ojos van de par en par contando cada guardia, sus armas y las salidas a mi alcance, un hábito desde que tengo uso de razón, mis ojos siguen a cada persona que sale del lugar, cuanto menos lo pienso es mi turno.

—¡Siguiente! —la mujer en la recepción grita, es la tercera secretaria de la semana y a nadie parece importarle —Nombre y área en la que vive —mi mano aprieta el papel a la pregunta.

— Millieth, área 12...— ella parpadea mientras se inclina para verme mejor, sus manos bajan a las hojas del registro apartando sus ojos de mi en busca de mi apellido. Nunca falta el hormigueo en las puntas de mis dedos, ¿Ansiedad?...¿Desesperación?... nunca sé, levantando la cara, la mujer me mira con descaro, toma el pedazo de carbón cortado y lo estampa contra la hoja— Eres una desgracia para este pueblo— escupe mientras suelta las hojas— ¡Siguiente! —grita de nuevo, y apachurro más el desperdicio de papel en mi mano. Guardándolo, salgo del establecimiento, el frente frío de la mañana me abraza en una mezcla de alivio y escalofríos, el sol todavía no sale pero los gallos ya cantan en armonía con las campanas en la plaza, más gente sale del lugar y empiezo mi camino.

Detesto el brial que traigo puesto, pero es necesario para atender a la academia, todo por el estúpido enigma de fundador que tuvimos, Archangelus. En estos momentos nos encontramos en una "guerra", todos contra todos, no hay espacio para aleados, la última vez que el consejo decidió cruzarse con el clan de Hoja divina, terminamos perdiendo casi la mitad de la población. Camino entre calles semi vacías hasta que veo a lo lejos la fachada del negocio familiar, mi madre ya se encuentra abriendo ventanas y como siempre Mikhail me espera entre brazos cruzados.

— Tardaste más de lo normal— sus labios quedan en línea recta— ¿Y que quieres que haga, eh? —refuto con una pizca de irritación cuando llego a la puerta.

Mamá sale de la tienda y nos mira mientras se acomoda sus lentes, cada vez la veo con más ojeras y Mikhail no dice nada al respecto, suelto un suspiro y camino hacía ella.

— ¿Hasta cuándo tendré que seguir registrándome? — pregunto cansada mientras la abrazo— No lo se mi amor, el consejo pide a ciertos ciudadanos que se sigan registrando, no eres la única, ya vez a tu hermano, le hicieron lo mismo el año pasado— dice mientras me devuelve el abrazo— ¿Y para qué?.. lo único que quieren es joder! — interrumpe Mikhail, recibiendo una mirada tensa de mamá.

Palabras del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora