VII

2 0 0
                                    

— Buenos días joven Endovier, el señor Addo y señorita Araíz lo esperan para desayunar, ¿Tomará sus clases en casa o en la Institución?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— Buenos días joven Endovier, el señor Addo y señorita Araíz lo esperan para desayunar, ¿Tomará sus clases en casa o en la Institución?

Mis sueños son interrumpidos por la voz ronca de Ateo, el chirrido de las cortinas permiten que el calor me robe el sueño que me queda, y llega el mayordomo a preparar mi ropa.

— Joven Endo-

— En casa, Ateo. Tomaré las clases aquí.

El cajón se cierra de golpe y deja la ropa en la orilla de la cama, su dedo viaja al reloj en la pared.

— 10 minutos.

Tallando la sanidad que me queda, empiezo el día; tender la cama, cambiarme, peinarme. La misma rutina de siempre, que ya no es fatigoso el hacerla. Pasando mis manos por el mapa que me cubre, siento cada arruga y rasgo quemado, otro recuerdo de él. Tres toques a la puerta me sacan de mis pensamientos.

— Cuatro minutos, joven Endovier.

— ¿Puedes dejar de llamarme así? Tengo un nombre.

— No me lo es permitido, señor.

Su mano empuja la puerta y se pone firme, cuatro minutos en llegar a una maldita corte.

Recorriendo la casa, la alfombra suave facilita el camino, las paredes bien tapizadas aseguran un entorno cómodo, las plantas y cuadros costosos le agregan detalle a los pasillos. Pero esto es una jaula; vuelvo a encontrar otro guardia en una esquina, era como estar en una cárcel, con la custodia permanente de los guardias y los ojos de la propietaria.

— Buen día señor y señora Endovier.

Ateo abre la puerta en automático, atendiendo a mis padres, recibo el carraspeo de garganta por parte de mi padre, y como siempre, ni una simple mirada.

— Buenos días hijo, espero hayas dormido bien, veo que hoy tomarás clases en casa— la voz sutil de mi madre me sube el animo. Su mirada recorre todo mi ser, tomando la ausencia del uniforme, al sentarme sigo sintiendo su mirada, llena de tristeza, sabiendo que me cubre algo que ella pudo haber evitado.

— Tomarás clases de traducción y hechizos al final, te estás quedando bajo en entrenamientos Dakota. No tendré a un débil como hijo.

— Addo toma-

Silencio.

La voz de mi madre se desvanece mientras baja a su desayuno. Detesto la manera en que la reducen a una mujer sumisa, cuando debería vivir la vida como se le plazca. Sus cuernos de color obsidiana, adornados con joyas, resaltan su belleza,. Sus ojos color esmeralda transmiten un calor frondoso. Su cabello, del color de la noche, cuando lo deja caer, es como si la misma luna cayera ante ti, haciéndola deslumbrar. Nunca me canso de verla; es como mirarme en un espejo.

— Si, padre.

Tomo un pedazo de pan untando mermelada sobre este, las sirvientas entran con el desayuno y este empieza en tres tiempos. No vuelvo a retomar la mirada enfrente en el transcurso del desayuno, solo queda el prepararme por lo que va a venir.

Palabras del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora