A coffee, please.

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La vida en la ruidosa y rápida capital de Madrid es de lo más normal, pero, para ciertas personas es complicado.

Sobre todo para Carlos Sainz, quién parece ser el chico perfecto, guapo, atento, amable, lindo, protector y adorable, como un cachorro enorme.

Aunque, simplemente era su fachada, ya que este chico escondía muchos oscuros secretos, y vaya que tiene una larga lista de pecados, pero de eso se hablará más adelante.

Por ahora vayamos a lo que nos importa, el chico tiene 29 años, trabaja como Chef en su restaurante y los fines de semana va a su pequeña pero elegante cafetería que abrió a una cuadra de su casa.

-Hey, Mick ¿Cómo está mi barista favorito? -sonrió.

-Increíblemente feliz Carlos, no puedo creer que hayan abierto una cafetería muy minimalista cerca de mi universidad.

Carlos sonrió y continúo con sus quehaceres para la cafetería, en la misma cafetería trabajaba Fernando, un chico mayor que Carlos, era mesero, también estaba Sergio, un chico de México quién era unos cuantos años más grande que él pero era su mejor amigo, y trabajaba de Chef.

-Hey, hoy me toca la cocina, así que la caja es toda tuya -el pecoso le dijo en tono de burla al madrileño.

Sabía que el más alto odiaba estar en la caja y odiaba aún más tener que hacer cuentas.

-De verdad te odio.

-Adiós Sainz.

Así pasó la mañana, Carlos estaba cobrando y atendiendo órdenes de los clientes, ya estaba algo estresado por una mujer que era irritante y muy específica en su orden.

Después de unos cuantos clientes más Carlos miró a la puerta y se quedó sin aliento.

Era un joven, increíblemente guapo, tenía unos preciosos ojos color verde, nariz bonita, era de estatura alta y cabello castaño, vestía informal, se formó detrás de la joven que ya había llegado primero que él.

Carlos atendió rápidamente a la chica para poder apreciar mejor al lindo chico.

-Hola, buenos días, me das... -el chico entrecerró los ojos- un latte frío y un croissant relleno de frutos rojos.

Su voz, era increíble, profunda pero no tanto como la de él y tan cálida, agradable al escucharse.

Carlos le dio la orden a Sergio quién evidentemente se fijó en que su amigo le había llamado la atención.

-¿Rompiendo la dieta? -preguntó Carlos.

-Algo así, he escuchado que hacen un increíble latte aquí -el chico le dijo amable.

-Deberías también probar el capuchino, es una de las especialidades.

-Gracias lo tendré en cuenta -le contestó alegremente el castaño.

Definitivamente Carlos había quedado cautivado por el chico, y su mente ya había empezado a trabajar.

"Deduzco que no eres de por aquí, y también puedo notar que necesitas lentes por como entrecerraste los ojos, tus hermosos ojos"

La orden ya estaba lista, Carlos rápidamente la tomó y se la dió al chico, este sacó su cartera y le dio una tarjeta junto a una sonrisa cálida.

"¿Me acabas de sonreír? ¿Estoy alucinando? No, claro que lo hiciste. Entre miles de personas, fijaste tu mirada en mí y me diste una sonrisa. ¿Por qué? No fue la chica de al lado que está coqueteando contigo, o la de la fila de adelante que está más cerca. Volteaste, pusiste tu mirada en mis ojos para luego sonreírme. De todas las cafeterías del país viniste aquí y pediste que yo te cobrará, con tarjeta, oh, quieres que sepa tu nombre y tú número de teléfono. Entonces ya sabías de mí y esperaste el momento exacto para mirarme y acercarte. Esta será una gran historia para nuestros hijos que asumo que el primero llevará tu nombre. Hola, mi amor."

⟶Charlos. ♡ Obsession.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora