NO PODÍA DEJAR DE MORDER el interior de su mejilla, y pronto el sabor metálico de su propia sangre lleno su boca, no paró, al igual que el marcar de la punta de sus pies sobre el suelo.
Tendría que estar en su primera clase, pero en cambio estaba en la oficina del director, el primer día de clases... ni siquiera llevaba puesto el uniforme, no después de la trágica noche anterior.
La mirada calma del hombre viejo detrás del escritorio no se apartó de ella en ningún momento, la veía sobre sus lentes de media luna... se preguntó si realmente era tan brillante como llevaba escuchando toda su vida.
Las puertas de la oficina se abrieron, escuchó el andar rápido de dos pares de pies y el hombre dejó de mirarla.
—Señores Rowle, que gusto tenerlos aquí...—el saludo del viejo mago se vio interrumpido por el sonido nasal que solía hacer su madre al enojarse.
Ella no fue capaz de girar la cabeza en su dirección, la vergüenza la carcomía por dentro.
—¿Puede explicarnos eso de que nuestra hija no quedó en Slytherin? —La retórica de su padre dejó el claro despreció de los juegos de la magia—. ¡Mi familia lleva años, decenas de años, quedando en esa casa!
El viejo mago, pasó su mirada de sus padres a ella, con una sonrisa calma.
—Bueno, señor Rowle, es claro que el sombrero seleccionador ha creído que la joven Pebbles es digna representante de Ravenclaw—, explicó con una calma fiera—. Nunca se equivoca... aunque se tardó un par de minutos en ubicarla, creo que ha sido más que certera su elección. Que una familia haya pertenecido por generaciones a una casa en Hogwarts no dice nada, claro, tenemos el ejemplo de los Black, el joven Sirius, uno de los últimos representantes de tal familia fue puesto en Gryffindor, cuando todos sus parientes solían ser de Slytherin...
—¿Acaso está comparando a mi hija con un criminal? —La histeria vibró en la voz de su madre.
De reojo vio la figura delgada y alta de su madre hacer ademán de acercarse de manera amenazante al director, el cual hizo una leve mueca y miró a Pebbles por unos escasos segundos.
—Para nada señora Rowle, es sólo un ejemplo...
—¡Es ridículo! —Exclamó su padre, el director frunció los labios conteniendo la compostura calmada—. ¡Pebbles! ¡Pebbles, mírame!
Se puso de pie, posando sus manos en una de las esquinas del gran escritorio de madera oscura, le costó levantar la mirada para encontrarse con los ojos azules de su padre.
—¿No le pediste al sombrero que te enviara a Slytherin? —Preguntó de manera severa, como si aquello fuera su culpa.
Miró de reojo al director antes de contestar.
—Lo hice, pero no quiso escucharme—, explicó con voz temblorosa.
Su padre la analizó a detenimiento mientras su madre suspiraba a sus espaldas.
—Tal vez podríamos llegar a un acuerdo... para que pasemos por alto esa elección, y se reubique a mi hija en donde corresponde—, sugirió cambiando su tono a uno más calmo, tratando de encontrar un punto de negociación.
Pebbles giró la cabeza hacia el viejo hombre detrás del escritorio, su semblante seguía calmo pero en sus ojos notó cierta ofensa que hizo que los pelos se le pusieran de punta.
—Me temo que no podremos llegar a un acuerdo, Alexandre. La selección es algo que respetamos con más fuerza aquí, tú mismo pasaste por ella...
Su padre golpeó con fuerza la silla donde antes estuvo sentada, y sin decir nada más salió del lugar. Vio como su madre cerraba los ojos con fuerza, antes de mirarla.
—Te enviare una lechuza... después—, le prometió, pero algo en su mirada le hizo saber que era mentira.
Miró al viejo director, y después salió del lugar, siguiendo rápidamente los pasos de su esposo.
Pebbles suspiró y su pecho tembló con pesar.
Su vida ideal planeada tan meticulosamente se había ido a la basura, por un simple detalle, tan pequeño que, nunca había visto la posibilidad de que eso ocurriera... todo por culpa del estúpido sombrero.
Volvió a morder el interior de su mejilla con fuerza, buscando desangrarse en el intento.
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The Deal | Draco Malfoy
FanfictionTHE DEAL| Pebbles Rowle siempre buscó un trato por su alma, estaba dispuesta a dársela incluso al peor postor, sólo para terminar con todo, para deshacerse del vacío que la seguía desde que tenía conciencia. Lo que nunca espero fue arrepentirse de...