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Hoy –según me dijo Mike– era el baile de primavera, más específicamente, por el muy bien conocido dia de San Valentín. Creí que sería como en las películas estadounidenses, dónde un apuesto chico te invita a ser su acompañante y la pasan genial bailando, conviviendo, y la noche termina con ambos caminando descalzos por las aceras ya que empezaron a incomodar los zapatos, y cuando llegan a casa, él se despide con un beso.
Si, esa es la ficción. La cruda realidad es que este señorito no tenía absolutamente nada formal, excepto el vestido de su madre que le queda enorme, y no piensa ponerse.
Perfectamente podría ir a cualquier tienda y comprar aunque sea un pantalón formal y combinarlo con cualquier camisa de botón. La cosa es, que el código de vestimenta implica, chicas con vestido, chicos en traje , pero no cualquier traje, si no, ¡Un maldito traje como si fueras a la boda de tu prima y su sugar de cincuenta años! O sea, debo usar terno.
Por suerte, soy el único hijo de mi mamá, por lo que obviamente me compró un hermoso traje color azul rey. En fin, problema resuelto.
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Estaba frente a las rejas de la secundaria, Mike me dijo que lo esperara, ya que debía enseñarme algo. Y ahí estaba yo, recostado contra una de las muchas columnas de metal fuera de la escuela, casi en frente de la reja de entrada.
Vi como un auto amarillo paraba frente a mí, de ahí salió mi amigo luciendo igual, o incluso mejor que yo, a este tío se le ve genial todo.
_¡Hombre, Sparta! ¿Qué tal?_dió unos cuantos golpes en mi espalda como saludo.
_Mejor que tú en muchos sentidos.
_Ya confirmaremos eso cuando llegue tu novio, ¡Ahora, vamos dentro!
_¡Que no es mi novio!_Mike salió corriendo y yo lo perseguí, me dan ganas de coserle la boca algunas veces.
Pasó un rato, y él no venía. Junto a Mike y el resto de mis amigos pasábamos el rato conversando, bailando, haciendo cualquier idiotez. Cuando me cansé de estar entre la multitud, salí al patio. La noche era joven, por así decirlo, apenas anochecía y, también comenzaba la fiesta de verdad. El cielo nocturno era claro al haber anochecido hace poco, la brisa gélida chocaba contra mi cuerpo, la fina camisa no cubría mucho —mi chaqueta la había dejado dentro—
