18 Deulaegon Paieo

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La belleza de la Isla Aka, seduce instantáneamente a cualquiera que pise sus playas, la  embriagadora quietud de sus noche, invitan con imperativa insistencia a dejar de lado las preocupaciones. Las luces del pueblito bahiano, decoran la vista perfumada por el aire de mar.

—Con razón viven tanto los dargis de este lugar —pensó Kal, embelesado por la maravillosa vista costera,  apreciable desde la entrada a la magnífica casa del brujo.

—Bien, aquí voy —Se dijo asimismo, tomando coraje para empuñar el excéntrico llamador de hierro, fijado en medio de la enorme puerta de madera. 

Llamó tres veces...

 Una pequeña octogenaria lugareña abrió la puerta. Kalevi observó a la anciana confundido.

—Buenas noches—era casi lo único que Kalevi sabía decir en idioma ryukyuense, —busco a Égon —agregó en su propia lengua.

La anciana bajó la cabeza, abrió la enorme puerta concediendo el paso hacia el interior de la casa y lo guió, hasta una gran sala, conexa a la enorme terraza desde donde la vista a la bahía era aún más hermosa que la apreciable desde la entrada. 

Todo el salón, estaba decorado con un exquisito gusto. Las antigüedades exhibidas delicadamente, evidenciaban el histrionismo de su dueño.

—¿Como te atreves a poner un pié en mis dominios? —Una desafiante voz, rompió la parsimonia del ambiente.

—¿Así recibes a un viejo amigo? Creo que tus modales están un poco oxidados —respondió Kalevi reconociendo la voz a sus espaldas.

Kal giró sobre sí, para encontrarse a Égon. Vestido en livianos pantalones de lino y una bata de seda azul, bordada en finos hilos de oro que, abierta como la llevaba, dejaba expuesto su atlético torso desnudo.

La imponente presencia del brujo era sin dudas amenazante, aún en su delicada belleza, la mirada encendida, de sus negros ojos almendrados causaba escalofríos.

—No vengo a pelear contigo —advirtió Kal rápidamente, al ver los ojos de Égon cargados de energía.

—No tengo nada que hablar con ninguno de ustedes —contestó el brujo sirviendo un vaso de Sochu —Así que asumo, vienes a disculparte por fin. La sonrisa irónica que dibujaron sus voluminosos labios era casi hipnótica.

—Fuimos amigos muchos años Égon, no entiendo por qué te empeñas en rencores infundados— respondió Kalevi, con seria sinceridad.

Eǵon bufó, molesto con la osadía del hersir... Y en su propia casa.

—Dime una razón por la cuál debería permitirte salir vivo de aquí—exigió apretando de furia los dientes dientes, mientras acomodaba con sus dedos, la abundante y lacia cabellera de profundo  negro azabache, tan intenso que destacaba aún más el blanco de su lozana piel.

—Una vez más, no vengo a pelear contigo, vengo a contratarte—respondió rápidamente.

Égon soltó una carcajada —No trabajo para hersis, lo sabe todo el mundo mítico. Y creo que he sido claro con los mensajes sobre ello —dijo sosteniendo su amenazante mirada fija en Kalevi. —Y menos contigo —Sostuvo su siniestra mirada fija en los ojos de Kalevi, mientras un balanceo de su muñeca giraba el brebaje de su vaso.

—Fuimos un gran equipo alguna vez —dijo Kalevi, ignorando impetuosamente el intento de intimidación de Égon. —Y el hecho de que no me has matado todavía, demuestra que podemos volver a serlo —Se sirvió él mismo, un vaso de la misma botella que había servido el brujo.

La cólera de Égon creció, reflejándose perfectamente en su sarcástica sonrisa ante el ademán de brindis que gesticuló Kalevi a la distancia.

—Esto es más serio de lo que puedas imaginar, y necesitamos tu ayuda. Yo te necesito —el tono de desesperación que introdujeron estas palabras a la conversación, llamó la atención de Égon, aunque su orgullo, no le permitió ceder.

EURITMIA " Grimorios para Elementales"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora