VI

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Se encontraba vistiendo cuando todo comenzó. Acababa de llegar del colegio y se estaba colocando el pijama cuando escuchó un fuerte golpe. Haerin corrió su cortina para ver lo que pasaba en la casa de al lado. Era curiosa como un gato, eso siempre le había dicho su madre. Desde que nació era así de curiosa y en ese momento su curiosidad de gato era mezclado con la de un niño. Algo común al ser una chica inocente de 14 años.

Lo primero que vio fue a su vecina entrar a la habitación que estaba a la par que la suya. Había entrado corriendo. Haerin lo encontró extraño. Su vecina era una mujer de 43 años bastante tranquila y muy amable. Nunca olvidaría la vez que le horneó un pastel para su cumpleaños número 11. Era la mejor vecina del mundo y siempre la cuidó cuando sus padres tenían algo más que hacer.

Entrecerró los ojos para intentar ver mejor. Observó con claridad la cara de terror de su vecina, tenía tanto miedo que era incapaz de gritar. Algo que para Haerin era algo imposible de entender hasta que observó al esposo de su vecina. Un hombre que solo había visto dos veces en su vida y a simple vista para todos, un buen hombre. La vecina miró a Haerin a los ojos y a los pocos segundos, el esposo la golpeó con un bate de beisbol de metal. Lo hizo muchas veces. Haerin ni siquiera podía moverse del miedo.

La curiosidad mató al gato, solían decir, y luego de ese momento, por dos meses, quiso ser un gato muerto para quitarse ese recuerdo. 

El señor se enderezó cuando su ira se fue y observó a Haerin. Se acercó a la ventana que estaba abierta, ambas lo estaban. Haerin miró su cara manchada con sangre y su sonrisa. Nadie le iba a creer que su simpático vecino había hecho eso, ella tampoco lo creía. Nadie le iba a creer que observó todo.

—No quiero que digas ninguna sola palabra—Haerin afirmó con desesperación—De todas formas las niñas de tu edad solo dicen estupideces—comentó a alejarse—No me preocupas—susurró y cerró la ventana.

Luego de ver como su vecino llevaba por los pies el cuerpo de su vecina, con una cara que ya no era reconocible. Se alejó de la ventana y se acurrucó en su cama. Negándose a aceptar lo que vio y negándose a hablar.

En ese momento estaba totalmente convencida que no importaba que sonido hiciera, ese señor iba a entrar por su ventana y la mataría de la misma forma que esa mujer. Su cuerpo temblaba y cerró con fuerza sus ojos. Le dolía la cabeza por el pánico, también el corazón y el estómago. Quería vomitar. Nunca en su corta vida había visto algo tan asqueroso.

El tiempo pasó y su vecina desaparecida se convirtió en una noticia del barrio que nadie dejaba de hablar por ese mes. Sus propios padres participaron en la búsqueda, yendo a bosques cercanos, preguntando a cada casa y visitando tiendas. Hasta salieron en las noticias. Nadie sospechaba de su esposo, ya que lloraba como si él no lo hubiese hecho.

Con los rumores que creaba a la gente comenzó a hacerse una idea del porqué llegaron a eso. Había gente que decía que se había ido con un amante. Otros que se había ido con el dinero para gastarlo en juegos de azar y hasta decían que se suicidó. Nadie pensaba cosas buenas de esa mujer, en todas las historias ella era una mala esposa por dejar a su hombre solo, llorando todos los días por lo mucho que la extrañaba. El hombre, a simple vista para todos, parecia distruido. Sin embargo, Haerin lo podia ver, podia ver como sonreia cada vez que pensaba que nadie lo veia. 

El primer día sus padres no se dieron cuenta de que ninguna palabra salía de su boca, de todas formas no era mucho de hablar. El segundo día supieron solo por qué los llamaron del colegio, diciéndole que su hija no hablaba. Lo dejaron pasar al pensar que solo no hablaba porque extrañaba a la vecina que tanto quería. Sin embargo, luego de dos semanas su padre no lo soportaba ¿Qué le costaba tan solo decir una palabra? Le desesperaba y enojaba.

Last Waltz [Newjeans]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora