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—Háblame de ti—dijo Seulgi.

Hyein negó con la cabeza. Su corazón le dolía. La reina de corazones la iba a matar. No, ella no era la reina de corazones, era su madre. Su madre la iba a castigar por rendirse. Levantó sus pies y lo puso sobre las sillas para así ocultar su cara entre sus rodillas. Quería escapar y volver a su realidad, a la que había creado para no dejar de sonreír. Se negaba que este mundo siempre fue su realidad ¿Dónde estaban los animales que hablaban? ¿Qué hay del conejo que le ayudaba todos los días a sobrevivir?

¿Qué hay del sombrerero?

Su cuerpo comenzó a temblar y siguió negando su cabeza. Tan solo quería desaparecer y aparecer en la mesa con sus amigos y tomar el té. Ella era una guerrera. La imaginación es la única arma en la guerra contra la realidad y ella tenía la mejor arma. Sacó su cabeza de su seguro y miró a Seulgi. Estaba sonriendo, su pelo tenía un mechón verde y su piel extremadamente blanca y su maquillaje un tanto oscuro. Su ropa estaba malgastada y con muchas cadenas. Era una mezcla de un pirata y un caballero. Típico de un aliado de la reina de corazones. Ella tenía la culpa de todo ¡Ella le daba esas malditas pastillas envenenadas!

No. Se dijo a sí misma y el mechón verde desapareció de Seulgi, junto con su maquillaje, sonrisa y ropa extraña. Ahora solo parecía una simple doctora de un mundo aburrido y cruel, pero ¿Cómo podía huir de su propia cabeza?

—Soy Hyein—susurró—Nací en corea del sur, mi padre murió en mi niñez y mi madre hizo todo lo posible para convertirme en la mejor estudiante del mundo—rio levemente, encontraba todo tan extraño para ella ¿Qué le diría el sombrerero al verla decir esa cosa?

—En un mundo de locos, tener sentido no tiene sentido—recordó que una vez le dijo—. Alicia—le solía decir—, no tienes que complacer a todo el mundo. La decisión debes tomarla tú, porque si al final te enfrentas a esa criatura deberás hacerlo sola.

La criatura no era su madre, la reina de corazones. La criatura, lo que más temía en su vida y que la torturaba sin parar todos los días y todas horas. Era el colegio. El sistema estricto de la educación coreana. Respiró hondo y comenzó a contarle.

Hyein siempre fue la mejor de su clase, su madre le pagaba a los mejores profesores privados para ser la mejor, estaba dos cursos más adelantado que sus compañeros. Despertaba y lo primero que hacía era estudiar, luego se iba a bañar para ir al colegio, un lugar que todos sufren como ella. Nadie sonreía ni nadie pensaba en algo más que lo que había más allá de los libros. Luego del colegio, caminaba a su casa, con una mano con un pan y con la otra con un libro. Nunca vio nada más allá del libro, ese era su mundo antes de todo.

¡Estudiaba hasta en sus sueños!

Eso no era vida y mucho menos para alguien de 16 años ¿Dónde estaba su infancia? ¿Cómo una adolescencia puede ser tan adulta? ¿Cómo sería su adultez? ¿Quién era antes de esto? ¿Alguna vez fue ella en realidad? Luego de esto, ¿Todo volverá a ser gris? ¿Su mundo se llenaría de letras?

—No tiene utilidad volver al ayer—le dijo Seulgi y Hyein sonrió por eso.

—Porque entonces era una persona diferente—completó la frase.

—¿Por qué Alicia?

Su caída no fue de golpe. Cada aventura empieza con un paso y su primer paso fue cerrar el libro de historia para guardarlo y abrir una botella de agua. En ese momento se dio cuenta de que había vida más allá de ella. Miró a su alrededor, todos mirando el piso, en sus celulares, atrapados en su propio mundo. Todos menos él, el sombrerero.

Sonrió al verlo, tan feliz, tan libre y tan loco. Caminó hacia él y bebió de su botella de agua. El sombrerero. No, ni siquiera era un sombrerero, era un artista callejero disfrazado en algo que parecía un mimo y un payaso, pero más original y barato. Su ropa seguro era un conjunto de su closet, estaba manchada de pintura; su cara era pálida y su cabello tenía mechones rojos y morados ¿El sombrero? Estaba en el suelo, con un par de monedas.

Last Waltz [Newjeans]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora