33 ━ Golden Boy

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Jude

Sin importar el día, inevitablemente nos encontrábamos inmersos en la misma discusión.

Me encontraba sentado en el borde de la cama, con una expresión de mezcla entre molestia y diversión, mientras mi novia, con sus manos suaves y delicadas, aplicaba protector solar en mi rostro.

—¿En serio necesito esto ahora? Estamos en invierno, no en la playa —me quejé.

Emma, con su rubia melena cayendo suavemente sobre sus hombros, se encontraba entre mis piernas, concentrada en su tarea.

Amor, siempre debes protegerte del sol, incluso en invierno. Los rayos UV son traicioneros, ¿sabes? —respondió, con un toque de sarcasmo en su voz mientras extendía el producto en mi rostro.

—Pero si no hay sol, no me voy a quemar —insistí, rodando los ojos con teatral exageración.

—No es solo por el sol visible, sino por los rayos UV que atraviesan las nubes, ¡y no quiero que parezcas una pasa a los 40! —advirtió, con una expresión seria que contrastaba con la situación.

Suspiré, resignado a la repetición de esta conversación. Emma continuó aplicando el protector solar con paciencia. Sus manos eran suaves y hábiles, y el aroma de su perfume llenaba el espacio de manera sutil pero cautivadora.

Aprovechando la cercanía, posé mis manos en sus piernas cubiertas por unos jeans negros. Con destreza, colé mis manos debajo de la sudadera que llevaba, una prenda que le quedaba ligeramente grande debido a ser de mi propiedad y disfrutaba viéndola con mis ropas.

Mis dedos exploraron su piel, notando cómo ella soltaba una risita nerviosa.

—Listo, ya terminé — informó con una voz suave, mientras se separaba de mi

Abrí los ojos y me encontré con sus ojos azules, que tanto me gustaban. Emma fue a dejar el protector solar sobre el mueble. Con una sonrisa juguetona, me acerqué a ella.

—¿Listos para irnos? No quiero llegar tarde y que me multen —comenté

Emma asintió con una risa suave.

—Sí, sí, te paso a dejar.

Ambos bajamos las escaleras de mi casa, donde mamá se encontraba en la sala de estar.

—¿Ya se van? —preguntó, mirándonos.

—Sí, Jude no quiere pagar la multa. — respondió mi novia

Mamá se rió y dirigió la mirada hacia mí.

—¿Te pasó a buscar?

—Sí, por favor, mi nuevo chofer habitual me va a abandonar —respondí, con una sonrisa traviesa. — Tal vez deba contratar otro.

Emma me dio un pequeño golpe en el brazo, divertida por la broma. Mi madre se despidió de nosotros mientras tomaba la mano de la rubia, conduciéndola hacia su auto que esperaba afuera.

Al subir, me abroché el cinturón de seguridad mientras Emma encendía el motor. Conecté mi teléfono al sistema del auto para elegir la música.

—¿Ya hablaste con el míster para pedir permiso para el viaje a Inglaterra? —preguntó con un tono suave pero directo.

Evité mirarla directamente, centrando mi atención en el teléfono mientras abría la aplicación de Spotify. Seleccioné una canción de Drake antes de responder.

Delicate | Jude BellinghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora