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Emma


El tenue murmullo del restaurante en Oxford creaba un ambiente acogedor mientras disfrutaba de mi almuerzo junto a mis abuelos. El sol de invierno se filtraba a través de los grandes ventanales.

—¿Cuáles son los siguientes destinos de nuestras escapadas? — pregunté, metiéndome el tenedor en la boca.

Mi abuelo me lanzó una sonrisa cómplice antes de contestar.

—Pues, estamos barajando la idea de ir a Portugal antes de la Navidad. Queremos pasar las fiestas en Madrid con toda la familia

—Em, ¿cuándo tienes vacaciones en la uni? — esta vez fue el turno de mi abuela de sonreír

Di un trago al agua con limón antes de responder. La expectación en sus ojos me hizo sentir un nudo en el estómago.

—Bueno, había pensado en pasar la Navidad en Sunderland con Jude.

—¿Por qué allí y no en Madrid, cielo? — preguntó mi abuela con curiosidad.

—El hermano de Jude vive en Sunderland, y no lo ve hace mil, así que van a pasar las fiestas allí. Y antes de que preguntéis, mis padres no estabna del todo convencidos, pero aceptaron a regañadientes siempre y cuando pase el Año Nuevo con ustedes en Madrid.

La abuela asintió con comprensión.

—Debe ser bien serio si te estás planteando pasar la Navidad con su familia. Es un paso importante en una relación, cariño.

Con cara de reflexión, asentí despacito. No me di cuenta de la movida del paso que estaba dando hasta ese momento. La idea de conocer a los padres de Jude, su hermano y demás familia en Navidad me hizo pensar en lo profunda que era nuestra relación.

Seguimos disfrutando de nuestra comida cuando de repente, una pequeña alarma sonó en el reloj de mi abuelo. Levanté la mirada, sorprendida por el sonido inusual.

—¿Por qué suena eso? —pregunté con curiosidad.

—Oh, no es nada del otro mundo, querida. Solo una mini-alarma para recordarme algo —me sonrió, tratando de quitarle peso al asunto.

Pero la abuela le echó una mirada de reprobación a su marido.

—José, no te hagas el despistado. Toma tu pastilla

Mis ojos se abrieron sorprendidos. No recordaba que tomara pastillas, y hasta donde sabía, no estaba enfermo.

—¿Pastillas?

—Oh, nada de qué preocuparse — intentó restarle importancia una vez más.

Mi abuela, en cambio, rodó los ojos y decidió explicarme. En su viaje por Irlanda, mi abuelo había empezado a encontrarse mal y había tenido dolores en el pecho. Después de unos análisis, le recetaron pastillas para controlar el colesterol.

—Pero ¿por qué no nos contaste antes? ¿Te sientes bien ahora? —La preocupación se reflejó en mis ojos.

Me dedicó una sonrisa tranquilizadora.

—No fue nada, querida. Estoy bien. No hay necesidad de ponerse tensa —aseguró con su actitud relajada

Arrugué la frente, con una expresión de preocupación persistente. Mi abuelo siempre quitaba importancia a las cosas, y eso me inquietaba.

Delicate | Jude BellinghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora