Las clases..

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Hoy es un nuevo día pero no tengo fuerzas para levantarme de la cama, llore toda la noche, me sentía traicionada por mis propios padres, leer esa carta fue como una apuñalada directo al corazón, para ellos solo era eso, un titulo, para ellos era la futura reina y nada mas.

Me dolía la cabeza tanto, que al pararme tuve que volverme a acostar por que me maree, la chica que me fue asignada para que me ayude entro a la habitación y al verme su cara mostró preocupación, supongo que no estoy en mi mejor momento y que me veo mal, pero la cara de sorpresa de ella me hace saber de que me veo peor de lo que pensé.

-Señorita ¿Que le paso? Esta toda hinchados y roja ¿Se encuentra bien? ¿Quiere que llame al enfermero para que la atienda?

Me pare en seguida para verme en el espejo y mis ojos se abren tanto al verme, tenía la nariz roja  mis ojos también y estaban hinchados no me acordaba de lo que fea que me veía cuando lloraba.

-No es necesario, peor gracias, con un poco de maquillaje se me quitara, no se preocupe, ahora mismo lo mejor será que me bañe y me vista para ir a coger las clases.

No espere una respuesta y corrí al cuarto de baño, tenia demasiada vergüenza, mis padres siempre me habían dicho que llorar era cosa de débiles y que una persona tan importante como yo no podía permitirlo, siempre que lloraba trataba de que no se notara o me tragaba todo si era necesario, pero no entendía que me había pasada esa noche.

Me bañe y me vestí, me puse maquillaje no tapaba demasiado pero si lo suficiente como para que no se note desde lejos, la chica me sonrío sus ojos se veían tan cansados como los míos supongo que tampoco pudo dormir, al bajar las escaleras, y dirigirnos al comedor, me sorprendió ver todos los majares que había.

En la mesa estaban tostadas con aderezos dulces o salados como la mantequilla de maní y la miel, frutas tanto fresas como naranjas, juegos naturales he incluso chocolate, intentaba no mostrarme sorprendida por la cantidad de alimentos pero me contuve al ver al hombre que era el causante de mis pesadillas o al menos eso quería creer.

Lo odio tanto como odio este lugar, como odio mi vida, llevaba una camiseta blanca que resaltaba sus músculos, sus ojos n o dejaron los míos ni un segundo, rodee la mesa y me senté, no tenia mucha hambre así que no me serví nada en el plato.

-No piensas comer? 

-No...

-Deberías hacerlo, tienes entrenamiento en unas horas te cansarás rápido, y creo que no dormiste muy bien.

Y el que sabia de como dormí, según yo me tape el maquillaje bien y no estábamos tan cerca como para que lo notara, decidí no pensar en eso, y tratar de mantenerme al margen en esta situación.

-No se para que tengo que entrenar, se supone que solo estaré aquí por un par de días hasta que mis padres decidan dejar las tierras que creo que no será mucho considerando que necesitan hacer la coronación, aparte no tengo hambre y espero lo entiendas pero no comeré y me iré a mi habitación, si me disculpas.

-Espera...-Se para de su asiento y se acerco a mi, era peligroso la distancia que nos separaba, sus ojos se posaron en los míos y mi mirada accidental mente callo en sus labios carnosos, pero subieron rápidamente al darme cuenta de con quien estaba hablando-No te vallas, necesitas alimentarte y no creas que es por que me preocupo si no por que en unas horas tienes que entrenar te cansaras rápido o te enfermaras....Come.

No se por que esas palabras me emocionaron, al ver que me volvía a sentar sus músculos dejaron de estar tan tensos y se sentó conmigo, esta vez estando mas alerta a que comiera, ¿Por que le importaba que comiera o no? Si me moría seria bueno para el ¿No? Sería bueno para todos, incluso diría que mis padres también estarían mejor si no estuvieran tan obsesionados con que surja como monarca y me case.

Como un poco y después decidí irme a vestir para ir al dichoso entrenamiento. 

Era un área verde, había pesas y todo tipo de cosas para ponerse en forma, la fila de gente era enorme tanto chicas como chicos musculosos, eran dos profesores y ninguno parecía muy amigable, me puse al lado de una chica que estaba igual de perdida que yo, tenia el cabello recogido no era tan alta y me llegaba hasta el cuello.

-Escuchen bien lo que les diremos por que no lo volveremos a repetir-Dijo el profesor, este era un hombre de algunos 50 años pero estaba en forma y su expresión era dura y daba bastante miedo, a su lado una mujer de algunos 49 estaba a su lado tenia la misma expresión dura-Vamos a empezar, todos pónganse en el suelo aran 20 lagartijas luego correrán por el campo 8 vueltas y después regresarán aquí y me aran flexiones.

Nada más escucharlo y ya me había cansado ahora no me quiero ver asiendolo, la chica a mi lado suspiro con pesadez.


-Que asen hay parados, acaso creen que tenemos todo el día MUÉVANSE!

Me puse en el suelo del susto y empecé, pero solo llegué a 3, odio hacer ejercicio, mi físico no lo necesitaba pero mi salud si por eso caminaba hasta la cocina y después a mi cuarto, lo se mucho ejercicio para un día.

-Tu novata-Me grito la señora-Déjate de idiotes y ponte hacer las lagartijas no me hagas perder mi tiempo y el de tus compañeros.

Trate de hacerlas pero su mirada me intimidaba y si deportivo ejercicio no hacia no quería ni imaginarme bajo presión, levante la mirada y vi como la chica de hace rato estaba igual que yo, ya todos habían terminado y le daban la vuelta al campo.

Cuando al fin termine empece a correr, sola, ya que todos estaban tomando agua en la banqueta mirándonos a mi y a la chica que minutos después me cogio el ritmo.

-Esto es una mierda-susurro mas para ella misma que para mi, pero no pude evitar mirarla, su cara estaba roja y sudor caía por su frente si ella se veía así no quiero imaginarme como me veo yo.

-Ya casi acabamos.

Y definitivamente solo tocaba las flexiones al terminar mis manos estaban como gelatina y me dolía todo el cuerpo, pero eso no era ni la mitad del entrenamiento que yo pensaba que ya había acabado.

-Bien-Gritó la mujer- Ahora quiero ver como son con las espadas, les seré sincera quería ponerles espadas de verdad para ver como se mataban unos con otros pero el rey nos dijo que usáramos de mentira para no dañarle el preciado rostro a su compañera-y me señalado, todos los ojos estaban posados en mi, me hice pequeña y si antes estaba roja ahora estaba peor por la vergüenza.

-Bien, are parejas de dos o mejor elíjanla ustedes.

-Quieres ir conmigo no conozco a nadie mas- Me dijo la chica, yo iba a preguntarle lo mismo.

-Claro, pero ¿Cómo te llamas?

-Lucero y ¿tu?

-Brett- estrellamos nuestras manos, y nos dirigimos al campo, cogimos nuestras espadas de mentira que eran de un material que no era duro pero tampoco blandito, y nos pusimos en posición o lo intentamos por que ninguna de las dos sabia muy bien como hacerlo.

-Ese pie va asia atras y el brazo se pone así muy bien agarras la espada y apuntas a tu contrincante con ella ¿Entendiste novata?-Le hice un gesto con la cabeza y ella fue a decirle lo mismo a mi compañera, odiaba que me dijera novata, no lo era, pero en ese reino ese era todo el derecho que tenia.

El entrenamiento fue fatal, nos dieron regañaron tantas veces que ya estaba cansada de sus voces, pero al menos había conocido a alguien, Lucero resulto ser muy simpática, me contó que ella vivía en ese pueblo desde siempre y que trabaja en el hospital, pero que el rey  Cardan obligo a todos los menores de 30 años, hacer esto.

Nos despedimos  y yo entren al dichoso castillo, me bañe y me acoste, hoy había sido un día duro Pero este solo era el comienzo, me dormí con tan solo tocar el suave colchón.

Me dolía todo el cuerpo y la cabeza me estaba matando, pero tenia que acostumbrarme si quería sobrevivir en esta ciudad y volver a mi pueblo y a mi titulo como reina, pero todavía me queda un largo camino por recorrer 

El reino enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora