Capítulo 1: Alguien que comienzo a conocer

14 1 1
                                    

***

Era viernes y eso significada para Juan Carlos tener que ir a su clase de natación después de clases. Para él, el agua significaba estar sumergido en otro tipo de silencio. Uno en el que no tenía que hablar con nadie, pero que algo lo rodeaba de todas maneras. El líquido, el frío, cosas sin boca, sin sentimientos. Nada de problemas en el agua. Los viernes eran día para descansar de la escuela y de la semana. Solo iba un día porque los sábados tenía que cuidar a su hermano o normalmente salían a lugares fuera de la ciudad o a visitar a sus abuelos. Tenía que ser el viernes porque los demás días eran para hacer tareas y estudiar. Alguna vez pensó en sacrificar algunas horas de estudio para asistir, no obstante, sabía muy bien que empezaría a flaquear con sus calificaciones si es que se distraía demasiado en algo más. 

Desde el martes empezó a hablar mucho más con Rodrigo. También creyó que le iba a quitar tiempo de su estudio, pero su plática terminaba cuando llegaban a la puerta de la casa de Juan Carlos. Rodrigo vivía unas cuadras más adelante. No se veían por las tarde, ya que Rodrigo tenía que encargarse de hacer el aseo de su casa todos los días. Las tareas no le permitían tener otras actividades, y aún así, prefería ver una serie y descansar los fines de semana. 

En la salida de la escuela salieron Juan Carlos, Rodrigo, Adrián y Javier juntos. Se despidieron chocando las manos y los puños. Rodrigo se sentía más tranquilo con el tema de los nuevos amigos, debido a que en su grupo comenzó a tener más confianza con los demás. No obstante, en la hora del almuerzo siempre se juntaba con los amigos de Juan Carlos. Ninguno puso objeción, quizás Juan Carlos pensó que sería mala idea para su mente. "Estoy exagerando", concluyó. Adrián y Rodrigo eran los que más hablaban en el grupo. Javier solía reírse escandalosamente hasta que le dolía el estómago. Juan Carlos volvió a sentirse en paz con solo escucharlos hablar. Pero cuando Juan Carlos y Rodrigo estaban a solas, ambos hablaban demasiado igual. 

—¿Tienes algo que hacer por la tarde —preguntó Rodrigo a Juan Carlos después de que los demás se hubieran ido. 

—Tengo clases de natación en una hora, salgo como a las cuatro de la tarde —respondió.

—Me gustaría aprender a nadar —suspiró con esa sonrisa irónica. —Porque el día que naufrague en alta mar, tendré que nadar hasta una isla desierta y empezar una vida en lo salvaje.  

—No creo que alcances a llegar a una isla —comentó Juan Carlos y ambos rieron. 

—Bueno, pero tú me salvarías no, me tomarías entre tus brazos hasta la orilla de la playa, ¿verdad? 

Juan Carlos sintió algo raro en su mente. 

—Igual, después de tu clase podemos salir a la calle. La verdad me aburrí un poco ayer en mi casa —continuó Rodrigo. —Mientras terminas tu clase puedo hacer la limpieza de mi casa. Soy el ceniciento —dijo mientras hacía una reverencia con su vestido imaginario. 

—Me parece bien —respondió Juan Carlos. 

***

Juan Carlos se apresuró a cambiarse y a llevar las cosas para su clase de natación. Pensó de nuevo en lo que dijo Rodrigo sobre rescatarlo en el mar. "Era una broma. Que idiota soy", reflexionó. Sin embargo, los engranajes de sus pensamientos no pueden detenerse con facilidad. Algo en él le decía abraza a Rodrigo. Tócalo. No obstante, no quería volver las cosas raras. Ni si quiera sabía si era gay o si acaso sentía alguna atracción por él. "¿Qué me pasa?" se decía constantemente. Concluyó que era mejor no volver a pensar en eso. No quería arruinar las cosas con Rodrigo. 

Después de las clases de natación, Juan Carlos solía llegar a su casa exhausto y con mucha hambre. Comía demasiado, que incluso tuvo problemas con su padre por la gran cantidad de comida que servía en su plato. Caminaba a paso lento porque le gustaba sentir la sensación de hambre. Quería llenarse hasta más no poder. Cuando dio la vuelta se percató de una silueta en la entrada de su casa. Era Rodrigo. Una mancha negra contra el sol de las cinco de la tarde. Un espejismo de brasa, de carbón, como rayo solar. Rodrigo levantó la mano y lo saludo desde su lugar. Estaba muy feliz. 

El muro de espumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora