Rodrigo se levantó temprano para ir a entrenar. Era día de asueto en todas las escuelas, por lo tanto, decidió hacer algo antes de si quiera probar un bocado. Convivir con su madre le despejó sus miedos, se sintió más relajado al despertar. Estaba de mejor humor. Tenía un impulso de querer arreglar la distancia entre su padre y él, pero aún no se sintió listo. Esperaría. "No debo esperar mucho", pensó.
En el camino iba escuchando Radiohead. Él no era muy fan de sus canciones, sin embargo, se sentía menos juzgado por la música en sus momentos más depresivos. "Estoy bien". Antes de llegar al gimnasio se encontró con Leonardo, quien lo saludó amablemente. No lo miraba a los ojos. Nunca se disculpó por su repentino enfrentamiento. Leonardo le dijo que también iba a entrar a ese gimnasio porque el que estaba por su casa cerraría por una semana ya que los dueños se iban a ir de vacaciones.
—¿Vienes todos los días? —preguntó Leonardo. Rodrigo no recordaba que fuera tan alto. Le hablaba hacia abajo, eso le causo gracia a Rodrigo.
—Vengo tres veces a la semana. Lunes, miércoles y viernes.
—¿Y qué haces después? —preguntó. Leonardo parecía tener un problema al hablar, apenas y pudo gesticular al hablar.
—Voy a mi casa. A veces salgo a caminar o voy con amigos.
—Nunca te he visto en una fiesta de la escuela, ¿no te gustan? —preguntó Leonardo. Su rostro era inexpresivo, no obstante, él quería mantener su imagen de Fuckboy.
—La verdad nunca he sido invitado. Bueno, en una ocasión Melisa me invitó, pero después...mmm...no pude ir.
—Entiendo. ¿Y te gustaría ir?
—No sé si sea una buena idea. La verdad creo que Melisa...
—Melisa estará bien —dijo Leonardo. —A veces hay que dejar las cosas pasar, ¿no crees?
Rodrigo esbozó una sonrisa, recordó los momentos incómodos en los que estuvo con Melisa y sus amigos; la cara aterrada de Juan Carlos. "Juan Carlos".
—Sí. Tienes razón —respondió más confiado.
—¿Quieres calentar? —comentó Leonardo señalando con la cabeza en dirección al gimnasio.
—Claro.
Los dos corrieron. Parecían dos niños grandes. Rodrigo a veces temía crecer y otras veces, temía crecer muy rápido a comparación de los demás. Se empujaron amablemente y ambos llegaron a entrenar. Al parecer Leonardo tenía mucha experiencia con las pesas y con las máquinas. Lo cual era extraño puesto que su complexión no era muy atlética, no obstante, tampoco la de Rodrigo. En broma y juego lo retó Leonardo a que cargara una barra de 50 kilos. Tenían que superarse mutuamente. A veces le temblaron los brazos a Rodrigo, pero de algún lado inexplicable le venía una fuerza que lo obligaba a continuar. Al final él ganó con más de 100 kilos.
—Eres un puto tramposo —comentó Leonardo riendo.
—Todo fue legal.
—Eres un mentiroso. Que bueno que apostamos nada.
—¿Quieres hacerlo? —preguntó Rodrigo.
—Bien. Quien pierda le paga todo el almuerzo al otro, ¿ok?
—Acepto.
Se subieron a las máquinas caminadoras y optaron por quien aguantaba más corriendo y a mayor velocidad. Rodrigo se consideraba un buen corredor, sin embargo, Leonardo también lo era. Era un empate. Decidieron aumentar la velocidad. Cuando dieron pisotones, logaron incomodar a los demás miembros del gym. Un instructor, un hombre como de cincuenta años se les acercó muy molesto. Comenzó a regañarlos, lo que sobresaltó a Leonardo y lo hizo caer. Fue disparado por la máquina. Rodrigo apagó la máquina, posicionó sus pies a las orillas y bajó con cuidado.
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El muro de espuma
ParanormalneDos chicos se conocen en una parada de autobuses. Uno es introvertido, tímido y amable con las demás personas. El otro es sociable y se emociona con efusión por hacer nuevas amistades. Juan Carlos cree que conoce Rodrigo desde antes, pero no está se...