Capítulo 4: Frecuencias

3 0 0
                                    

Los siguientes días fueron muy estresantes para Adrián y Javier, no sabían si realmente Rodrigo y Juan Carlos estaban en una relación. A veces Rodrigo le hablaba de una forma muy cariñosa, y otras veces lo ignoraba cuando veía a una chica pasar. Adrián le preguntó directamente a Juan Carlos sobre lo que estaba pasando, sin embargo, él tampoco sabía. 

—Lo mejor será que lo aclaren —comentó Adrián. 

—Por mi no hay ningún problema —dijo Javier —pero, ¿cómo te sientes tú al respecto? —le preguntó a Juan Carlos. 

Tampoco lo sabía. 

—Que fluya —comentó tratando de sonar desinteresado. 

—Esas cosas nunca salen bien —agregó Javier. —Tú decides. 

Rodrigo no se juntaba solo con ellos, sino que iba de grupo en grupo a hacer nuevos amigos. Dijo que quería conocer más gente, sintió que poner en su lugar a Melisa le dio otro estatus con sus compañeros. Se volvía popular. A la salida de la escuela le contaba a Juan Carlos durante todo el trayecto a casa los nuevos amigos que hizo en el día. Juan Carlos no se molestaba por eso, sin embargo, sabía que tenía que hablar con él sobre su relación. No se atrevía, tenía miedo de arruinarlo de nuevo. "Si no me lo dice, no importa" razonó. Juan Carlos se le recargó en el hombro y escuchó su plática. Por otro lado, Rodrigo lo miraba de reojo. Parecía una pareja  de enamorados cliché estudiantil. 

Al bajar del autobús, Rodrigo no dijo nada. Se sentía enfermo. Juan Carlos empezaba a asimilar la situación. "Si no se me declara, no importa... al final de cuentas, siempre lo quise". Rodrigo fingió una sonrisa momentos antes de dejarlo en la puerta. Y antes de despedirse, Juan Carlos le preguntó si acaso él volvería a ese edificio. 

—No lo sé. 

—¿Por qué no? —comentó Juan Carlos ahora más extrañado. —Antes querías convencerme de regresar. 

—Lo sé, pero no quiero volver solo —dijo levantando los hombros. —Me gustaría que fueras conmigo —continuó. 

—¿Por qué?, yo te dije que estoy aterrad, y creo que sería mejor olvidar este asunto —explicó Juan Carlos. Trataba de tartamudear, las confrontaciones lo ponían muy nervioso. 

—Yo quiero que volvamos, porque sé que ambos necesitamos de esto. No sé qué viste tú. No sé si lo que vi yo es real o solo una ilusión; lo único que sé es que me sentí muy bien al entrar contigo —expuso Rodrigo. —Me siento muy bien estando contigo. 

Juan Carlos no dijo nada. Volvía a estar muerto de miedo, sin embargo, lo que sentía era real, sin duda alguna el hombre al que siempre soñó le estaba declarando algo. No fueron besos impulsivos, de eso estaba seguro. Rodrigo sentía realmente algo por él. Juan Carlos empezó a transpirar. Sus manos se derritieron. Se estaba descorporalizando. 

—Y si no vas conmigo... no sabré nunca si podré alcanzar la felicidad plena —terminó. 

Rodrigo le tomó las manos que volvían en un rocío retardado. No dijeron nada los dos, solo se veían directamente. Gustavo abrió la puerta y los observó a punto de besarse. 

—¡EW! —gritó.

Ambos se sobresaltaron. 

—Nos vemos —dijo Rodrigo a punto de irse. —Luego hacemos un maratón de Nintendo —le dijo a Gustavo que seguía carcajeándose. 

Juan Carlos solo dijo adiós con la mano. Cerró la puerta y ante la mirada juzgadora de su hermano le dijo: ¿No tuviste clase o qué?

Ambos rieron. Todo estaba bien. 

El muro de espumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora