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Las visitas a la casa de la abuela, mamá de Angélica, solían ser aburridas. Veían la tele, comían algún guisado que la abuela había hecho un día anterior y a veces jugaban a las cartas. Griselda, la abuela de Juan Carlos, era muy importante para él. No solo por ser su única abuela, sino porque era quien más lo apoyó cuando salió del closet o mejor dicho, cuando lo sacaron. La abuela se consideraba a sí misma como una persona abierta. Ella les había advertido a los padres de Juan Carlos (antes de saber que nieto era gay), que si alguno de sus hijos tenía preferencias diferentes, tenían que apoyarlos o ninguna herencia vendría de su parte. Juan Carlos siempre la vio como una figura importante, en cambio su abuelo que murió cuando él tenía nueve años, era todo lo contrario. Golpeaba a Griselda sin razón alguna. Le dejaba moretones muy oscuros en los antebrazos. "Maldito viejo. Si no se hubiera caído de las escaleras, yo lo hubiera matado" confesó en una ocasión. Esto alertó a sus demás hijos. Alguno de los tíos de Juan Carlos creyeron que fue un homicidio planeado. Sin embargo, aún con una investigación dudosa, nadie encontró algo que la incriminara.
La abuela quemó todo retrato del abuelo. No quedó nada en su casa. Regaló sus cosas, y encerró algunas en un baúl con una llave que casualmente nadie encontró. Juan Carlos quería saber más, pero no hablaba del asunto con su abuela, no quería que ella pensara mal de su nieto al recordarle malos momentos. Entonces solo se dedicó a jugar. Normalmente perdía, a la abuela no le importaba que fueran sus nietos, ella siempre tenía que ganar.
A la hora de la comida, Juan Carlos le contó a su abuela sobre Rodrigo. Creyó que si le contaba a todos sobre esta amistad quizás pasara más desapercibida en su mente, puesto que no "es como si fuera mi nuevo novio", pensó. La abuela le contó que alguna vez tuvo una amiga que resultó ser lesbiana. Resultó ser algo raro porque Juan Carlos nunca mencionó sobre que Rodrigo fuera gay.
—Ella tenía un novio cada semana —dijo. —Todos la juzgaban. Pero yo sabía que no era feliz, aunque ella pasaba por las calles presumiendo a cada hombre.
—¿Ella te contó que era lesbiana? —preguntó Juan Carlos.
—No — dijo. —Yo lo averigüé. Se lo pregunté cuando la encontré llorando en una esquina.
La abuela se sirvió agua mientras movía negaba con la cabeza.
—Eso no se hace, pero entendía su situación. Los tiempos son crueles. Yo no sé que es vivir como lesbiana de closet al igual que ella. Para mí hubiera sido muy fácil juzgarla, pero preferí acompañarla... preferí ser su amiga.
—¿Vivió feliz?
—No. Se hizo novia de otro hombre y se casaron. Alguna vez me preguntó, ¿estarías con una mujer como yo, amándonos, dándolo todo una por otra?
—¿Qué le respondiste? —apresuró Juan Carlos.
—Le dije que sí y con un hombre también. Solo que yo también tenía miedo a experimentar.
El juego de cartas fue en silencio. La mente de Griselda también trabajaba a mil por hora cuando más callada estaba.
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Juan Carlos y Rodrigo comenzaron a salir todos los días, sin embargo, la visita al edificio abandonado se postergó. Rodrigo tenía espíritu aventurero, por otro lado, Juan Carlos tenía miedo. Decía que quizás era un lugar donde había drogadictos. Solo pasaron una vez por afuera, sin embargo, no entraron, debido a las tablas de madera que cubrían las ventanas de la parte de abajo. "Quizás entren por atrás", se dijo Juan Carlos. El edificio era de apenas diez pisos. Era color naranja, con detalles en ladrillo. Parecía más un edificio de apartamentos, más que de negocios. Quizás por eso se cambiaron más al centro.
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El muro de espuma
ParanormalDos chicos se conocen en una parada de autobuses. Uno es introvertido, tímido y amable con las demás personas. El otro es sociable y se emociona con efusión por hacer nuevas amistades. Juan Carlos cree que conoce Rodrigo desde antes, pero no está se...