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Si hay algo que siempre he tenido claro es que no es culpa mía. No es mi culpa que me odien. Por lo menos, no es culpa de la niña que fui. ¿Qué les he hecho? Muchas cosas. ¿Qué les hice? Ser yo misma, entender quién soy. Esa es la razón por la que siempre había algún insulto, algún comentario susurrado por los pasillos mientras los cruzaba. ¿La razón por la que se mantuvieron? Porque yo siempre respondo.

No tengo muy claro qué es lo que les enfada de todo ello, de que sea como soy, pero sí sé cuándo se torció todo: en segundo de la ESO. Cuando mi novia me dejó. Y no, no soy disléxica. Sí, he dicho novia, con "a". Te voy a dar unos segundo para que lo asumas.

Sí, soy lesbiana.

Si no te gusta, puedes irte por donde has venido. Si sigues leyendo, no esperes una enhorabuena ni una palmadita en la espalda por mostrar un mínimo de decencia y respeto. Si sigues aquí porque quieres sentirte una persona tolerante y culta por leer libros de gais, también puedes irte. Si todavía estás leyendo, si lo haces porque realmente te da igual si soy lesbiana, hetero, bisexual, o lo que sea, perfecto. Ojalá existan más personas como tú en el mundo. Y deja que te de un consejo: no dejes que lo que quiera que los demás digan cambie quién eres. Sigue adelante, con la cabeza alta. que hablen lo que quieran; solo importas tú. Yo ya no tengo miedo de brillar... aunque lo he tenido por muchos años. Sé lo que es que tu luz se apague bajo los comentarios y las miradas de desprecio. No dejes que te hagan eso. Supongo que, dado mi historial, es un poco hipócrita por mi parte decir eso. Pero es la verdad, y la verdad es lo más importante.

Me llamo Rachel, por cierto. Rachel Cress. No te diré que estoy encantada de conocerte. No me gusta mentir.

Aquel Espejo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora