08-. Padre

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Como cada día, Raquel y Carlos almorzaban juntos. Era uno de los pocos ratos seguros que tenían, a no ser que él tuviera una reunión o Raquel planes de comer con su madre. Pero, se había convertido en costumbre, algo cotidiano. Algo que les daba a ambos un punto de inflexión, alejados de todo lo demás. Obligaciones, boda, padres...

El sitio elegido dependía del día y del tiempo que tuviera Carlos. A veces era en el mismo edificio de su oficina, o en el bar de la esquina, que hacía las mejores croquetas del mundo, según Raquel. Si tenían ganas de aventura, y un poco más de tiempo, cogían el coche y buscaban un respiro de la ciudad.
Aquel miércoles habían elegido quedarse cerca. Las croquetas y la tortilla de patatas siempre eran prometedoras.

Estaban sentados uno al lado del otro, mientras terminaban el café. Los ojos claros de Raquel, reguardados tras las gafas de sol, se perdieron en las piernas de una chica que pasaba justo por entre las mesas. Inspiró y tragó saliva al darse cuenta que había sido muy poco disimulada. Pero lo que ella no se percató fue que Carlos miraba lo mismo. Las miradas de ambos se encontraron y la rubia se echó a reír, mientras su prometido se unía.

—Mira que hay mujeres guapas, eh —susurró Raquel resulta, al encogerse de hombros. Carlos esbozó una gran sonrisa y asintió.

—Y que lo digas —le guiñó un ojo señalándola cuando levantó la taza para darle un sorbo—. Oye, nunca te lo he preguntado pero, ¿tienes alguna preferencia?

Raquel lo miró durante algunos segundos. Carlos nunca había comentado nada sobre aquel tema. Y le sorprendía que ahora tuviera esa repentina curiosidad.

—Si quieres hacer un trío, puede que conozca a alguien, sí —comentó con su humor ácido, tan especial a veces. El joven negó mientras se reía—. ¿Preferencia entre hombre y mujer?

—No, no. Preferencia como... No sé, de esas veces que dices "Es muy mi tipo" —explicó Carlos. Y en el fondo estaba agradecida que no fuera la típica pregunta de si prefería hombres o mujeres.

—Ah —humedeció sus labios y se quitó las gafas de sol para poder mirarlo a los ojos—. Pues creo que sí... No estoy segura —apretó la boca y frunció el ceño. Solo había estado con dos chicas en su vida, la chica con la que exploró su sexualidad y Susana. ¿Tenía un tipo? Ante esa pregunta, la imagen de la morena de rizos salvajes y labios gruesos apareció en su cabeza—. Susana es mi tipo —se encogió de hombros sin pensárselo.

—Susana es una chica muy guapa —dijo entonces Carlos al asentir. Raquel bufó, muy guapa se quedaba corto, en todos los sentidos.

—¿Y tú? —quiso saber Raquel. Él contuvo una sonrisa, como si estuviera a punto de confesar una travesura y la miró, elevando las cejas. Raquel volvió a reírse, estiró la espalda y dejó un beso en sus labios, antes de morderlos con suavidad—. Eres un pelota... Yo no tengo las piernas de esa chica —se separó lo justo para mirarlo de reojo y Carlos bufó.

—Ya, bueno, pero las comparaciones son odiosas —una de sus manos acarició la rodilla de Raquel—. Tus piernas me gustan mucho, también —puso los ojos en blanco, como si no fuera obvio, antes de volver a reírse—. Sé que será muy pesada esta pregunta, pero... ¿Cómo te diste cuenta? —quiso saber, realmente implicado en la conversación. Ella lo contempló algunos segundos.

—Esa pregunta —comentó al medio sonreír.

—Discúlpame, no quiero ofenderte... —Raquel lo interrumpió.

—Lo sé, no te preocupes. Es que, estamos tan acostumbrados a que sea un hecho histórico, transcendental... —movió las manos en el aire para dar peso a sus palabras—. Y no para todas las personas lo es. En mi caso, simplemente, me llamó la atención una chica. Hasta que fui consciente que había algo más —alzó los hombros—. Estuvimos saliendo un tiempo, y la cosa se quedó ahí.

Soltar(te)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora