EL CALLEJÓN PT2

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NARRA TINA

— ¿Qué haces? ¡Suéltame! —. Le gritaba desesperada, pero lo único que conseguí fue que el agarre de su mano en mi muñeca se hiciera más fuerte.

Vi como se metía a un callejón que no estaba tan lejos del bar, solo a unas cuantas cuadras, pero aun así lograba verlo desde donde estábamos. Hasta que por fin me soltó, sentía mi respiración agitada y mi pecho moviéndose constantemente por la falta de aire... siendo que Erick corría mucho más rápido que yo se me hizo difícil seguirle el paso muchas veces. Logré relajarme, respirando profundamente y soltando el aire por mi boca.

El pelinegro me miraba fijamente, sin decir ni una palabra. Pensándolo bien era solo un poco atractivo, sus brazos estaban cubiertos por tatuajes al igual que su cuello, eso le daba un aire misterioso... De esos que te daban ganas de descubrir hasta ahogarte en sus secretos. Dejé de pensar en estupideces y me acerqué a él para dejar un golpe en su brazo sabiendo que no iba a hacerle ningún tipo de daño,

Algo es algo —. Dijo nuevamente la molesta voz de mi cabeza, que se entrometía en lo que no debía

No le presté atención y simplemente me di la vuelta para irme, alcance a dar algunos pasos cuando sentí de nuevo su mano envolver mi muñeca, un escalofrío recorrió mi espina dorsal en ese momento, no sabia por que o si tal vez su toque era el que lo había producido, no estaba acostumbrada a mantener tanta cercanía con él y quizá por eso mi cuerpo reaccionaba de esa forma.

Regresé mi mirada hacia la del chico, que me veía como si tratara de decirme algo con sus hermosos ojos grises.

¿Hermosos ojos grises? Pensé que te parecía horrible —. Otra vez la voz fastidiándome la existencia.

Cállate —. Respondí mentalmente, creyendo por un momento que tal vez si estaba quedando un poco loca por las drogas.

Después de unos minutos de silencio, decidí romperlo ya que él no iba a hacerlo.

— Erick ¿Qué pasa? ¿Por qué no me sueltas? —. Le pregunté un poco confundida.

Pero no esperaba lo que iba a salir de su boca.

— Quédate conmigo, por favor —. Dijo en un murmuro bajo, aunque pude escucharlo a la perfección.

Me quedé callada por un momento sin saber que decir o que hacer, simplemente miraba su mano rodeando la mía. Sus ojos se veían suplicantes como si lo que dijera fuera en serio, así que asentí con la cabeza sin nada mas que decir y apoye mi espalda en una de las paredes del callejón. El hizo lo mismo con la pared que estaba enfrente de mi y nos mirábamos en silencio por un rato, hasta que sacó un paquete de su bolsillo que contenía un polvo blanco en su interior.

Rodé los ojos al darme cuenta de que era, podría reconocer ese tipo de cosas a kilómetros.

— Tenias toda la pinta de hacerlo. Pero pensé que estaba juzgando a un libro por su portada.

Solo se limito a quedarse callado, mientras ponía un poco de aquel polvo blanco sobre sus dedos y los metía a su boca para pasarlos en los alrededores de sus dientes. Lo miré con una mueca de repulsión, a pesar de nunca haberlo hecho tenía la sensación de que sabía horrible. Que mierda le pasaba por la cabeza, al parecer estaba peor que yo. Una sonrisa se acomodó sobre su rostro al ver mi expresión, y yo solo pude responderle sacándole el dedo de en medio.

Suspiré aburrida, quería irme de ese lugar, pero algo me lo impedía. Él pudo notar mi cara de aburrimiento, así que por fin habló para decir alguna estupidez.

— Juguemos algo —. Dijo mientras sacudía sus manos en su pantalón. — ¿Verdad o reto?

¿Enserio? ¿iba a ponerme a jugar esa estupidez para niños? Lo miré y al parecer iba en serio, por lo que respondí.

LO QUE NUNCA TE DIJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora