CAPÍTULO 4: LA PLAYA

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Estaban mirándose fijamente, espero que nunca me miran de esa forma o me desmayo ahí mismo. Si no supieran los presentes que son mejores amigos creerían que se odian por completo.

Al bajarme del taxi y pagarle a aquel señor, que por cierto fue muy amable, me deseó buena suerte; él también había notado la tensión que había en el aire, y no precisamente una tensión sexual ¿o sí? Dicen por ahí que los que se pelean se desean, y Rain a veces me daba motivos para pensar que iba para el otro lado... pero Erick se veía de esos que sólo jugaba con las mujeres, aunque su preocupación por quien me veía ese día en el callejón me dejó dudas sobre eso.

Me acerqué al lugar tratando de no llamar la atención, pero apenas di un paso cerca de aquellos dos todos se voltearon a verme como si fuera el centro de la "conversación". Pensé que algo estaba mal, hasta que todos vinieron a abrazarme en conjunto casi que cortándome la respiración con tanto cariño. Excepto por los dos chicos, que aún seguían mirándome.

Sonreí algo incómoda porque el abrazo estaba durando mucho más de lo que quería, hasta que por fin todos me dejaron libres mi hermana me tomó de los hombros y me empujó hasta donde estaban Erick y Rain. Básicamente me lanzó a la boca del lobo (los lobos, en este caso), pero directamente me puso enfrente de su favorito, el odioso, pelinegro y con ojos grises. Por la notoria diferencia de altura tuve que levantar la cabeza para mirarlo, relamí mis labios y noté como su mirada pasaba brevemente por ellos mientras lo hacía, no sé cuándo pasó, pero en ese momento todos dejaron de existir por un momento, sólo éramos él y yo mirándonos como si nos conociéramos de años.

Nuestro juego de miradas se detuvo cuando sentí el agarre fuerte de Rain sobre mi muñeca, haciéndome dirigir mi atención hacia él. Lo miraba con una sonrisa tratando de ocultar el enrojecimiento de mis mejillas, y de inmediato lo abracé por unos minutos para después separarme.

— Bueno ¿nos vamos? —. Dijo Beli, rompiendo el silencio incomodo que se había formado.

— ¡Claro que sí, hace mucho calor! —. Gritó una de las chicas, era Hailey, la mejor amiga de Erick.

— Vamos Tina. —. Dijo Beli, sacándome del lío en el que me había metido.

Caminamos hasta el auto con mis maletas poniéndolos en la cajuela, yo era la ultima en llegar y ya solo faltaba acomodar mis pertenencias. Ahora, había que elegir los asientos, yo por supuesto tomé el de atrás alado de la ventana y al lado mío iba Rain, diciendo que si no lo dejaban hacer conmigo se iba a ir en el techo, por lo que no le dejaron más opción, yo sólo me reía al verlo discutir con mi hermano ya que ella quería reservar ese asiento para otra persona.

Al estar todos listos se inició el viaje hasta la playa, tardábamos unas horas en llegar y al saber esto saqué un paquete que había comprado de manís, eran mi cosa favorita para comer como snack.

— ¿Qué haces? Eres alérgica al maní—. Dijo Rain a mi lado.

Yo sólo lo miré con el ceño fruncido, ahora de que parte del culo se había sacado eso.

— ¿Quién te dijo eso? Seguro me estas confundiendo —. Le dije mientras continuaba mirando mi bolsita de maní.

El idiota se atrevió a tomar mi snack y lanzarlo por la ventana, yo sólo me limité a golpear su hombro repetidas veces.

— ¡Te dije que no soy alérgica, mierda! —. Empecé a gritarle sin dejar de darle golpes.

— Uh, peleas maritales —. Dijo Hailey, que se encontraba en el asiento de enfrente con Erick.

La miré haciéndole mala cara. Erick se dio la vuelta y sin decirme nada extendió un chocolate poniéndolo enfrente de mis ojos.

— Cómelo tú, no me gusta ese chocolate —. Me crucé de brazos, indignada.

— Tiene maní, comételo o lo tiro.

Al escuchar la palabra "maní", una lucecita se encendió dentro de mi cabeza y tomé rápidamente el chocolate mientras sonreía. Había quedado satisfecha después de comer, por lo que me dormí con la cabeza puesta en la ventana.

Rain no siguió hablando en lo que quedaba del camino, en cuanto Erick me dio el chocolate se quedó callado en su asiento sin siquiera mirarme, no le tomé mucha importancia y preferí seguir durmiendo hasta que llegamos a la playa.

Una vez estábamos ahí, todos se bajaron del vehículo incluyéndome a mi para tomar sus cosas del maletero. Isabella explicó que había suficientes habitaciones pero que iban a tener que ser usadas en pareja. Estaba esperando a que me emparejaran con Rain, pero para mi mala suerte lo pusieron con un chico y a mi me tocó... con el idiota de Erick.

¿Por qué sabia que eso iba a pasar? —. Pensé.

Porque conoces a la loca fanática de tu hermana —. Dijo la voz en mi cabeza, y por primera vez me reí de sus ocurrencias.

Tomé mis maletas y me dirigí a la habitación que me habían asignado, para mi fortunio eran camas separadas, así no tendría que verle la cara en ningún momento o eso me causaría pesadillas, Un escalofrío recorrió mi espalda de solo pensar que tendría que dormir con él, así que aleje todas esas ideas de mi cabeza y me limité a dejar mis cosas en uno de los armarios, dejé espacio para que mi compañero de habitación también guardara lo suyo y que luego no me estuviera regañando por no haber pensado en él. 

Amaba dormir, eso era algo que lo sabia todo mundo. De vez en cuando si no contestaba los mensajes era porque estaba durmiendo o comiendo helado. Iba a dedicarme a dormir hasta la noche, pues era el único momento en el que podía disfrutar de la playa estando a solas, no quería verle la cara a nadie por ahora.

Después de unas horas de estar durmiendo, ya había anochecido. Pero sentí algo raro en mi cama, me di la vuelta y ahí estaba Erick mirándome fijamente, me estaba observando dormir ¿Quién se cree? ¿Edward Cullen?

Sin decirle nada, lo empujé haciendo que cayera al piso. Esto lo tomó por sorpresa y mas cuando sintió el golpe en su cabeza. Me reí por su reacción, parecía un niño pequeño cuando se caía de su bicicleta.

— Me las vas a pagar —. Dijo, y antes de que pudiera reaccionar, ya estaba encima de mi haciéndome cosquillas.

Me retorcía en sus brazos y sentí como mi rostro se empezaba a tornar rojo por la cantidad de risas que estaba soltando, ya me faltaba el aire por lo que se detuvo quedándose aun sobre mí, quitando un mechón de mi cabello y poniéndolo detrás de mi oreja.

Cuando pude recuperar y mantener estable mi respiración, me di cuenta de la posición en la que estábamos. Se me borró por completo la sonrisa, y me permití admirar de cerca sus facciones. Ya había mencionado anteriormente sus hermosos ojos, pero no sus cejas pobladas; sus labios carnosos, suaves y rosados que en ese momento se encontraban entreabiertos. No dudé ni un segundo en acercarme y dejar un beso sobre ellos, dejándome saborearlos por completo como no me lo había permitido esa noche en el callejón.

Si estaba mal, no iba a pensar en eso, sólo quería sentir la calidez de su boca moviéndose delicadamente sobre la mía como si fueran dos piezas que encajaban perfectamente. 

Sus manos se encargaron de llegar hasta el borde de mi camisa, y empezaron a recorrer mi abdomen por debajo de ella sintiendo como mi piel reaccionaba a cada uno de sus toques.

Estaba completamente embelesada con todo lo que hacía, mis piernas se dirigieron a su cintura pegando más su cuerpo al mío y dándole más comodidad a la hora de mover sus caderas, frotando su miembro contra mi intimidad. Sus besos, ahogaban mis jadeos dejando que no se escucharan y en parte agradecí por ello, hasta que tocaron la puerta y tuvimos que separarnos de golpe. Volví a empujarlo con rapidez y acomodé mi cabello, aun sentía un hormigueo sobre mis labios por el fogoso momento que habíamos pasado hace tan solo unos segundos.

El universo estaba en contra de lo que sea que teníamos, ya que siempre terminamos espantados o interrumpidos por cualquier persona. Y esta vez fue por la menos favorable, mi hermana Isabella.

LO QUE NUNCA TE DIJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora