Martina se despertó antes de que el sol saliera, y se deslizó por el pasillo para verificar que sus hijas estuvieran dormidas. Al verlas a todas descansando, bajó las escaleras, demasiado emocionada por las actividades del día como para volver a dormir.
Se dirigió a la cocina, encendió la luz y comenzó a preparar su café. Se quedó frente a la cafetera, observando cómo el café se preparaba lentamente, reflexionando sobre todo lo que este día significaba para su familia.
Ella nunca lo había aceptado del todo. Había sido un proceso que le llevó años, especialmente después de perder a sus padres, y aún así, le dejaba un sabor amargo. A pesar de todo, había aprendido a amar su vida tal como era, y ahora las cosas estaban a punto de cambiar, quizás para mejor, quizás no.
Sobresaltada por el sonido de alguien entrando a la cocina, se volteó para ver a Lourdes sosteniendo a su hija dormida en brazos.
―¿No pudiste dormir?―preguntó en voz baja.
Martina negó con la cabeza lentamente, evitando los ojos de su esposa. Metió la mano en el bolsillo, tocando el papel que había leído una y otra vez.
―Gran día.―Susurró
Sonriendo tristemente, Lourdes se sentó en la mesa, esperando a que su esposa le permitiera entrar. La rubia estaba a punto de hablar cuando se escuchó un crujido en la puerta de la casa.
Mirando hacia el pasillo, se sorprendieron al ver a Micaela y Selena entrando tranquilamente en la cocina en pijama.
―¿Qué hacen tan temprano?―susurró Lourdes
―No podíamos dormir y vimos la luz de la cocina encendida. Pensamos que te haríamos compañía si tampoco podías dormir. ―Susurró Micaela
―Además, hay algo de lo que queríamos hablarles, pero no diré nada sin tomar un café.―agregó Selena sonriendo.
Martina asintió comprendiendo y sacó tres tazas y algunos panecillos. Colocó todo en la mesa y vertió el café en una jarra, manteniéndolo caliente antes de llevarlo a la mesa.
Las tres mujeres se sirvieron café, mientras Lourdes ponía mala cara ―No puedo esperar para dejar de amamantar. Extraño el café.―Dijo con melancolía.
Selena y Mica rieron suavemente al comprender, mientras Martina besaba la cabeza de su esposa con simpatía.
―Entonces, las pautas del testamento de las chicas finalizarán el próximo mes.―comenzó Micaela, y Lourdes le lanzó a su esposa una mirada preocupada, sabiendo lo difícil que era para ella enfrentar los cambios.
Martina miró a la mesa, confirmando que este día iba a ser difícil, cuando las siguientes palabras de Selena la sacudieron hasta lo más profundo de su ser ―Y decidimos quedarnos ―terminó con una sonrisa.
La cabeza de la rubia se disparó, y su boca se abrió con sorpresa, haciendo reír a las chicas.―¿Se quedan? ¿Qué pasa con sus familias? ¿Y sus casas?―
Las dos mujeres se encogieron de hombros ―Tenemos suficiente dinero, y los chicos están bien en tu tienda. Tenemos una casa aquí sin costo alguno. Podemos guardar nuestra casa por si queremos visitarla o alquilarla. Nos sentimos felices aquí. Ahora pasamos más tiempo con nuestros hijos y nuestros matrimonios van mejor que nunca. Volver sería... volver atrás. Si me entiendes -dijo Micaela
Selena asintió con entusiasmo y añadió -Amo mi trabajo, y Ramiro ama lo que hace. Los niños están felices en sus escuelas, y esta ciudad es perfecta. Aquí tenemos privacidad, algo que nunca tendríamos en Texas o Los Ángeles. No hay razón para volver, podemos traer a nuestras familias aquí o visitarlas, pero no quiero tener que empezar de nuevo sin ustedes, otra vez. Una vez fue suficiente y no fui feliz-
ESTÁS LEYENDO
Desde mi tumba || Martuli G!P
RandomLas chicas tenían 25 años cuando terminaron Cake House. Cada una estaba lista para seguir adelante y comenzar el siguiente capitulo de sus vidas. Martina, sin embargo, no tuvo tanta suerte. Sus padres y hermanos regresaban de su último show con las...